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Ideas
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Echamos de menos los conciertos porque nos permiten conectar con los demás

Los humanos no podemos funcionar en total aislamiento, recuerda la rapera y premiada poeta Kae Tempest. Su último libro es una guía para recuperar la conexión con nosotros mismos y con los demás usando el arte como herramienta

Lauri Ylonen de The Rasmus da un concierto en Londres, el 12 de octubre de 2019.
Lauri Ylonen de The Rasmus da un concierto en Londres, el 12 de octubre de 2019.Venla Shalin (Redferns)

He escrito esto durante el encierro por la pandemia de 2020. Las industrias de la música y el teatro han estado impulsando nuevos formatos que transmitan la sensación del directo a través de la tecnología. Casi todos los días he mantenido al menos una conversación con une amigue o compañere sobre cuándo podrán volver a ir de gira las bandas y cómo serán los conciertos cuando finalmente los permitan.

Pero hay una intensidad, una honestidad en las interacciones del directo que una pantalla frustra de inmediato. Las pantallas —la que tienes en la mano mientras lo ves y la que hay en la sala donde se captura la actuación— son puertas cerradas entre le escritore, la obra y le lectore. Lo único que se mantiene es que hay algo que ver, pero no algo de lo que formar parte. Las pantallas funcionan para grabaciones, para el cine, para la televisión. Pero no pueden transmitir la inmediatez del directo. (…)

La conexión es el primer paso hacia cualquier acto de reconocimiento, rendición de cuentas o responsabilidad. Ofrece, ya sea fugaz o duradero, un acercamiento al resto. Te sientes exultante. Sin miedo. Estoy en un espacio rodeade de gente a la que veo y siento, y mi experiencia es tal que cuando deje ese auditorio, ese club sudoroso, esa parte trasera de un bar, ese gran estadio o ese banco del parque donde leí ese libro prestado y tome el metro para cruzar la ciudad y volver adonde sea que vaya a dormir, voy a ser consciente de cada ingeniere que atiende las vías del tren, de cada asistente de estación que limpia la basura del andén y hace sonar el silbato para que se cierren las puertas. Voy a ser consciente de mi propia humanidad. Voy a ser consciente de mi propia complicidad. Voy a mostrar ternura y deferencia a las personas con las que me encuentre. La vida como la conocemos es totalmente irreal, totalmente inhumana. Nos hemos perdido les unes a les otres bajo este sistema del selfie y la hipercompetición. La música es el gran estimulante. Les artistas no hacen su trabajo para que conspires, para que te sometas o para venderte sus ideales. Sirven a un propósito mayor. Más grande. Más profundo. Y por eso tú te sientes más elevade, más grande, más profunde, porque conectas con lo que producen. (…)

kae tempest
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Una persona no puede funcionar en este mundo si pertenece por completo a otro. Pero tampoco funcionará mejor si está totalmente encerrada en él. Si es así, se asfixia. Un sofocamiento de los sentidos. Una carencia desconcertante. La vida pasa, pero nada logra una resonancia profunda. A excepción del impacto instintivo de volver a sentir el nacimiento o la muerte, ninguna acción parece tener un alcance lo bastante profundo como para llevar a la persona a creer que la vida tiene sentido. Sin un propósito, los días se vuelven imágenes megabrillantes y vacías. O una procesión interminable de tareas que llevar a cabo. Cosas que hacemos porque se supone que es lo que hay que hacer. Cosas de las que disfrutamos porque se supone que hay que disfrutar de ellas. Me gusta esto porque soy así. Haré esto porque es lo que mi familia siempre ha hecho y es lo que se espera de mí. Siempre así, sin consultar al espíritu de las profundidades, sin prestarle ninguna atención. Ni siquiera le saludamos. Así, perversamente, podemos estar online, proyectando un yo más profundo al mundo exterior y, sin embargo, descuidando las partes que construyen ese yo profundo. Lo mismo se puede decir sobre hacerse con los adornos de una vida bien vivida. Un coche lujoso. Símbolos de estatus. Una pareja atractiva. Varias parejas atractivas. Mucha gente que sabe tu nombre. Ropa a la última. Una casa impecablemente limpia. Asegurarte de que tus hijes se saben la tabla de multiplicar de memoria. Cuidar de tu madre cada día. Que te vean como un pilar para la comunidad. Nunca faltar a misa. Lo que sea que motive tu satisfacción.

No tienes que estar atente al “arte” para sentir empatía o acceder a la profundidad. Se puede acceder a las profundidades universales a través del arte y, personalmente, así es como las he llegado a conocer yo, pero no siempre ocurre que el dibujo o la escritura te transporten a una conexión profunda. La creación artística, como cualquier otra cosa, puede ser percibida como algo desconectado, rutinario e insensible. Entonces, ¿cómo cambiar la perspectiva? (…)

Hay muchas maneras de acceder a un lugar con potencial para resonar. Empieza por el reconocimiento de que todo tiene una resonancia. Cuando une cantante de ópera llega a una nota en particular y rompe el cristal, está ampliando la frecuencia resonante de ese objeto. Todos los objetos resuenan en una frecuencia. Eso también te incluye a ti.

No es cierto que la insensibilidad deba ser derrotada para activar la creatividad. La insensibilidad y la conexión son sombras del mismo espectro. Durante toda mi vida me han enseñado a dar un gran valor a las posesiones, al estatus social, a la aprobación pública. Tengo que volver a entrenarme, si quiero aprender a valorar las cosas pequeñas y que requieren tiempo. Pequeños intercambios. Intimidades genuinas. Pero ¿cómo me entreno? Podría comenzar prestando especial atención a aquello que normalmente no noto. El lugar en el que dos árboles se unen por las raíces. Los ladrillos en la pared que atravieso. Las formas florales en las barandillas de hierro fundido. El color de las cosas. Las sensaciones de mi propio cuerpo. Y también podría intentar prestar especial atención en momentos de gran estrés o crisis. O cuando siento que voy a la deriva, adentrándome en la fantasía en vez de permanecer absorte en el momento. Enfrentarme al aburrimiento, en lugar de sucumbir al impulso de distraerme de él. Es el rechazo, el rechazo a “nuestras” normas sociales lo que crea contracultura, lo que ofrece una oportunidad para el cambio. No seas tan dure contigo misme. No puedes estar presente todo el tiempo. Pero cuanto más nos centremos en nuestra propia experiencia, más conscientes de la experiencia seremos; cuanto mayor sea la inmersión, mayor será la posibilidad de conexión. (…)

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Cada saludo a gritos, cada coche parado, cada sirena, cada niñe que grita, cada perro, zorro, radio. Todos los sonidos de ahí fuera son vida y gente viviendo. No es un ruido de fondo. Está más bien en un primer plano. ¿Ves las ventanas de esos edificios? Mira hacia arriba. Hay vida ahí dentro. Apártate. Sal de ti misme. Sintoniza con otra gente. Con el movimiento de las ramas, con la llegada repentina de la lluvia o con el patrón de las olas. Con el modo en que esa pareja yace sobre la hierba. Con la manera que tiene ése de sentarse en el banco, con las manos entrelazadas, mirando hacia arriba. Con cómo eses tres están en el cruce, jugando con el pelo de le otre. Con la forma en que ese joven alterna el peso de las bolsas de la compra e intenta mantener el ritmo de las piernas fuertes de su madre. Ya está. Es esto. La belleza es esto.

Kae Tempest es rapera y escritora, autora, entre otros, del poemario ‘Mantente firme’ y la novela ‘Cuando la vida te da un martillo’. Este es un extracto de su libro ‘Conexión’, que publica Sexto Piso este 8 de marzo.

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