Carlos Lesmes, presidente del Consejo General del Poder Judicial: poder, mano firme y seducción
El jefe de los jueces, a punto de ser relevado, es un conservador moderado y dispuesto al diálogo. Ha presidido el CGPJ tres años de más por el desacuerdo de PSOE y PP
El aspirante a profesor de la Escuela Judicial, magistrado en ejercicio desde hacía ya unos años, se sorprendió al verlo allí. Quien lo iba a examinar para el puesto era el mismísimo Carlos Lesmes, presidente del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y del Tribunal Supremo desde diciembre de 2013. No se parecía demasiado a las fotografías que se habían publicado de él cuando fue director general de Justicia en los Gobiernos de José María Aznar. Se había dejado barba —”muy bien cuidada, por cierto”— y se notaba un esmero especial en su forma de vestir. “Me llamaron la atención sus ojos y su voz”, recuerda ahora el magistrado, “pero sobre todo la sensación de poder que irradiaba. Su mirada, profunda, casi hipnótica, me recordó a la serpiente de El libro de la selva. Parecía decirte: confía en mí, confía en mí…”.
Ahora, cuando Carlos Lesmes Serrano, de 62 años, se dispone a dejar por fin su cargo —a los cinco años preceptivos de mandato se sumaron otros tres por la falta de acuerdo entre el PSOE y el PP para renovar la cúpula del Poder Judicial—, se puede decir que aquel magistrado no andaba muy desencaminado. Lesmes, conservador convencido y católico practicante, ha utilizado las cualidades que propios y extraños le reconocen —inteligencia, gran formación jurídica, una memoria envidiable— para gobernar con firmeza, pero sin demasiadas estridencias, un organismo que en los últimos años podía haberse convertido en un volcán en erupción.
Hay, de hecho, varios momentos clave en los últimos tiempos en los que Lesmes, ya en funciones, logra que el pleno del Consejo —de mayoría conservadora— no se convierta en una trinchera contra el Gobierno de Pedro Sánchez. Uno de ellos es cuando, en enero de 2020, el CGPJ tiene que examinar la idoneidad de Dolores Delgado como fiscal general del Estado. El informe no es vinculante, pero hay voces en el Consejo que consideran un disparate que Delgado, que acaba de ser ministra de Justicia del Gobierno socialista, pase en solo unos días a dirigir la Fiscalía. Y apuestan por una respuesta dura a Sánchez. “Los hiperventilados de derechas”, explica un miembro del Consejo, “querían armar un motín, pero el presidente consiguió apaciguar la situación y que la sangre no llegara al río”. El informe remitido al Gobierno evitaba la palabra “idoneidad”, que sí se había utilizado en el examen de los anteriores fiscales generales, pero admitía que Dolores Delgado cumplía los requisitos para acceder al cargo. Es la misma táctica que utilizó Lesmes poco después para contestar a Pablo Iglesias cuando el líder de Unidas Podemos, ya como vicepresidente del Gobierno, puso en duda públicamente la imparcialidad de los jueces. El presidente del CGPJ mostró su disconformidad de forma clara, pero sin romper los puentes, algo tan en desuso en los últimos tiempos que a veces se confunde con debilidad. En el caso particular de Carlos Lesmes, nada más alejado de la realidad.
A Lesmes le gusta el poder. Y ha disfrutado ejerciéndolo con mano firme. Hasta el último día. Sin olvidar sus propias convicciones ni el partido que lo nombró, pero dando juego a los adversarios. Magistrados afines aportan un dato que consideran la prueba de las virtudes que lo adornan: de los 15 nombramientos del Tribunal Supremo realizados durante el tiempo que el Consejo estaba en funciones, cinco de ellos son jueces progresistas, tres conservadores y otros no alineados. Algunos magistrados detractores, en cambio, creen que ese aparente equilibrio se debe más a un intercambio de cromos por intereses políticos que a un verdadero afán de contar con los que tenían más méritos.
Una persona que, aunque en las antípodas de sus ideas políticas, conoce bien al jefe de los jueces cuenta que Lesmes ha hecho dos cosas que demuestran su independencia personal. Y son dos cosas que ahora, explica, le pueden pasar factura a la hora de conseguir apoyos para reorientar su futuro profesional. Una es que no ha contado apenas con las asociaciones de jueces. Otra, que ha estado alejado de Génova, 13. “Otros presidentes tenían hilo directo con el PP, pero Lesmes, no. Incluso tuvo una malísima relación con el ministro [de Justicia] Rafael Catalá”, apunta esta fuente.
Los últimos meses han sido tal vez los más conflictivos. Por un lado, la imagen que arrojaba era la de alguien agarrado al sillón, aunque lo cierto es que pidió siete veces —de forma verbal o por escrito— al Congreso y al Senado la renovación del CGPJ. Por otro lado, cuatro asociaciones de jueces y dos de fiscales se unieron para pedir la dimisión de Lesmes por su gestión de la pandemia, tanto por la falta de recursos como por la ausencia de un criterio claro del poder judicial ante las medidas que el Gobierno de la nación y los de las autonomías han ido tomando.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.