Vince Vaughn: el regreso de la estrella deslenguada que reniega de Hollywod
Ídolo del cine ‘indie’ en los noventa, estrella de la comedia gruesa de la primera década de los 2000 y exnovio de Jennifer Aniston, el actor se perdió en un par de polémicas y fracasos en taquilla en los últimos años de los que puede desquitarse con su última película, ‘Este cuerpo me sienta de muerte’, que ha recibido buenas críticas y llega este viernes a los cines
El primer viernes sin estado de alarma los cines españoles proyectarán una película titulada Este cuerpo me sienta de muerte, curioso nombre en el que han convertido el Freaky original. Esta vuelta de tuerca al inagotable género de intercambios de personalidad que cuenta con hitos como Ponte en mi lugar o Este cuerpo no es el mío ha recibido críticas muy positivas en Estados Unidos. Entre ellas la de Stephen King, que tras ver el tráiler pidió desde Twitter su nominación al Oscar.
Pero lo más relevante de Este cuerpo me sienta de muerte es el retorno a la comedia y a los proyectos ambiciosos de Vince Vaughn (Minneapolis, 51 años), un actor que hace una década se contaba entre los más taquilleros y mejor pagados de la industria pero, tras una larga lista de fracasos y altercados que han incluido apuñalamientos, cárcel y un puñado de declaraciones controvertidas, había desaparecido de la primera línea.
La historia de cómo el hijo de una familia acomodada de Minneapolis llegó a Hollywood comenzó con un cliché: Vaughn acompañó a un amigo a una audición y el director de reparto le animó a que también leyese el papel. La suerte y el azar también propiciaron que en su primera película —Rudy, reto a la gloria, un clásico del cine de deportes en EE UU— coincidiese con un un hombre que iba a ser determinante en su vida: Jon Favreau. El director de Iron Man (y novio de Monica en Friends en su época de actor) estaba pergeñando en aquel momento el guion de Swingers, una historia autobiográfica sobre un grupo de jóvenes actores en paro que se acabó convirtió en uno de esos pequeños fenómenos del cine independiente que poblaron las carteleras a mitad de los noventa. La película recaudó 20 veces su presupuesto y puso a Vaughn en el mapa. Apenas un año después del estreno de Swingers, estaba protagonizando El mundo perdido: Jurassic Park a las órdenes de Steven Spielberg.
La esperada secuela de Parque Jurásico no implicó el aluvión de papeles relevantes que hacía presagiar y Vaughn siguió moviéndose en producciones pequeñas hasta que se sumó a la controvertida versión de Psicosis, de Gus Van Sant, como el nuevo Norman Bates un papel para el que también sonaron estrellas emergentes del momento como Tobey Maguire y Joaquin Phoenix. Se trataba de un remake plano a plano del clásico de Hitchcock, que la prensa vio como innecesario “Los críticos la crucificaron”, declaró Vaughn años después a GQ. Y explicó los motivos que le llevaron a aceptar un proyecto en el que pocos creían: “En ese momento Gus Van Sant era uno de los cineastas más interesantes, así que no dudé en sumarme al proyecto artístico de un gran director cuyo trabajo es pionero y emocionante.” La crítica se ensañó con el protagonista. “El Norman Bates de Vince Vaughn es tan aterrador como un perro salchicha sedado”, escribió el columnista Widgett Walls.
Y la comedia llamó a su puerta
Lo cierto es que sin llegar a las cotas de Anthony Perkins, Vaughn también compuso un personaje inquietante gracias a un físico que se ha ido transformando a lo largo de los años y del que el actor ha sabido aprovecharse. En los inicios de su carrera sus casi dos metros y su mirada melancólica le proporcionaron unos cuantos papeles de seductor, aunque posteriormente su aspecto desaliñado le dio más papales del tipo colega gracioso que de saqueador de todas las cervezas de la nevera del protagonista.
Fueron estos papeles de amigo siempre dispuesto a meterse en líos en los que encontró un nicho que le permitió reengancharse a la fama tras el fiasco de Psycho. Todd Phillips, responsable de Joker y la trilogía Resacón en Las Vegas, lo seleccionó junto a Will Ferrell y Luke Wison para protagonizar Aquellas juergas universitarias, y surgió la magia. Durante un lustro se convirtió en una de las caras más representativa de la comedia gruesa con clasificación R (destinada al público adulto o a menores acompañados), y en el epicentro de un grupo de actores que los medios, ansiosos por etiquetar, denominaron Frat Pack (algo así como pandilla de la fraternidad). Un término inspirado en el Rat Pack, el “hatajo de ratas”, capitaneado por Frank Sinatra y el Brat Pack, “hatajo de mocosos”, en el que se movían Rob Lowe o Demi Moore. Al diario USA Today se le debe el calificativo y en él también incluyeron a Luke y Owen Wilson, Ben Stiller, Jack Black o Steve Carell.
De repente, Vaughn se encontró con el éxito masivo que no le había reportado su incursión en la saga jurásica. El buen funcionamiento, especialmente en el mercado estadounidense, de Starsky y Hutch, El reportero: la leyenda de Ron Burgundy o Cuestión de pelotas, y sobre todo de De boda en boda —la historia de dos amigos que irrumpen en bodas para ligar que recaudó casi 300 millones en todo el mundo— lo convirtieron en uno de los actores mejor pagados y en un seguro en la taquilla. Un paso a la primera línea que se completó con otro rito de toda estrella que se precie: su romance con otra estrella todavía más rutilante, Jennifer Aniston, su compañera en la comedia romántica Separados.
Aniston, recién separada de Brad Pitt, era entonces un imán para los medios, algo a lo que Vaughn no estaba acostumbrado. Y a pesar de que vivieron su romance con bastante secretismo, se vio obligado a mostrar su cara menos amable. En el escaso año que duró la relación llegó a denunciar a tres periódicos (el New York Post, el Daily Mirror y The Sun) por publicar noticias respecto a su relación. No fue la única vez que el actor dejó claro que fuera de la pantalla no era el gigante gamberro pero afable de sus películas más populares.
El altercado que arruinó una producción millonaria
Ya había dado muestras de ello en 2001, durante el rodaje en Carolina del Norte de Falsa identidad, un thriller coprotagonizado por John Travolta y Teri Polo. En un descanso del rodaje, Vaughn, su compañero Steve Buscemi y el guionista Scott Rosenberg —otra gran promesa de la época gracias a los guiones de Beautiful girls y Cosas que hacer en Denver cuando estás muerto— entraron en un bar de la localidad de Wilmington. A medida que aumentaba el grado de etilismo del trío, a Vaughn le pareció buena idea coquetear con la novia de unos lugareños, lo que desencadenó una pelea que terminó con Buscemi en el hospital tras ser apuñalado en la frente, mandíbula, cuello y brazos. “La situación podría haber puesto en peligro su vida”, declaró un testigo al semanario Entertainment Weekly. El atacante fue acusado de agresión con arma mortal, y Rosenberg y Vaughn, arrestados. Buscemi fue el que se llevó la peor parte, aunque según los testigos no tuvo nada que ver en la turba en la que sus colegas sí participaron activamente.
Vaughn y Rosenberg se declararon culpables de iniciar el altercado, fueron obligados a asistir a terapia y se les prohibió la entrada a todos los bares de Wilmington. La película, en la que Paramount había depositado 75 millones y grandes esperanzas, se vio perjudicada por el incidente y se hundió en taquilla. No fue su última detención: en 2018 acabó en la cárcel tras resistirse a un arresto por conducir borracho en una carretera de Los Ángeles.
El actor no es un fanático de la autoridad, y mucho menos de la gubernamental. Esto le ha granjeado también un buen puñado de titulares como la mayoría de sus opiniones. En un momento de extrema corrección política, Vaughn ha decidido ir a la contra en temas como la discriminación positiva, contra la que se ha posicionado, o el control de armas. “Apoyo a las personas que llevan un arma en público, no solo en su casa. No tenemos derecho a portar armas debido a los ladrones; tenemos el derecho a portar armas para resistir el poder supremo de un Gobierno corrupto y abusivo”, ha declarado. Y ha llegado a culpar a los tiroteos masivos en las escuelas de la falta de armas en ellas: “En todas nuestras escuelas es ilegal tener armas en el campus, así que una y otra vez estos tipos van y disparan porque saben que allí no hay armas”. Y a posicionarse en contra de su control: “Prohibir las armas es como prohibir los tenedores para intentar que la gente deje de engordar. Quitar las armas, las drogas o el alcohol no librará al mundo de la criminalidad”.
A pesar de que el año pasado se convirtió en el enésimo candidato a ser vapuleado por un gesto amistoso con el por entonces presidente Trump, Vaughn no es republicano. Tampoco demócrata, como la mayoría de sus colegas en Hollywood. Se declara fervientemente libertario y ha hecho campaña por el tercero y más desconocido de los contendientes en las elecciones estadounidenses, Gary Johnson. En 2016, llegó a superar los cuatro millones de votos y tenía entre sus propuestas el adelgazamiento del Estado y la reducción al mínimo de los impuestos y el papel del Gobierno, al que consideran un obstáculo para la prosperidad individual.
Un viejo Vince en un nuevo Hollywood
Lo cierto es que en los últimos años la antaño estrella de la comedia ha sido más noticia por asuntos extracinematográficos que por el errático devenir de unos trabajos que han seguido oscilando entre el thriller y la comedia, pero con pobres resultados en taquilla. El actor echa la culpa a la excesiva mercantilización de la industria que ha dejado fuera a aquellos éxitos del cine independiente sobre los que forjó su carrera (“si no puedes convertir algo en una franquicia que atraiga a la gente en cuanto se estrena, probablemente no consigas hacer tu película”, ha declarado) y también al declive del tipo de comedias para adultos en las que reinó —sustentadas principalmente en chistes que a menudo se apoyaban en la homofobia, el racismo y la misoginia— en beneficio de un tipo de comedia más blanca.
El cambio de rumbo en este género no parece gustarle demasiado. En 2011 se montó un pequeño escándalo a costa de un diálogo en el que el personaje que interpretaba en The Dilemma, de Ron Howard, definía a los coches eléctricos como “gais”. La ocurrencia les resultó tan divertida a los responsables de la película que incluso la seleccionaron para el tráiler, algo que mereció la reprobación de GLAAD (Alianza de Gais y Lesbianas contra la Difamación en EE UU) y llevó al presentador Anderson Cooper a quejarse en el programa de Ellen DeGeneres de que ese tipo de estereotipos homófobos se siguieran perpetuando en un momento en el que los suicidios de adolescentes homosexuales eran una noticia diaria.
La broma no fue eliminada de la película pero sí del tráiler; algo que molestó a Vaughn. El actor emitió un comunicado en el que afirmaba: “La comedia y las bromas sobre las diferencias rompen la tensión y nos unen. Crear líneas divisorias sobre de lo que podemos bromear o no hace exactamente eso: nos divide”. Unas declaraciones que recuerdan a la amarga queja de Arévalo, que en 2017 se mostraba contrariado por no poder seguir contando chistes de “mariquitas”. Y que una década después del incidente de The dilemma ha quedado claro, con episodios como los de Florentino Fernandez en Masterchef Celebrity, que no está superado.
La exigua taquilla de Este cuerpo me sienta de muerte en Estados Unidos debido a las restricciones por la covid no permite saber si le ha servido a Vaughn para reengancharse al éxito, pero por si acaso ya tiene un nuevo proyecto en marcha, Queenpins, con Kristen Bell. Y en el horizonte se vislumbra cada cierto tiempo una secuela de De boda en boda en la que la pandilla de la fraternidad tendrá que demostrar, como el propio Vaughn, si están preparados para el humor de los nuevos tiempos.
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