Mónica Naranjo: “En vez de estar criticando en redes, la gente debería trabajar su autoestima”
‘Puro Minage’, el nuevo trabajo de la cantante, es la reedición de su tercer disco en su 20 aniversario, un salto al vacío que cimentó la personalidad libre, barroca y contestataria de una de las artistas más impredecibles del mercado musical español
Cuando Mónica Naranjo (Figueras, 1974) pensó en hacer un disco homenaje a la italiana Mina Mazzini, su discográfica quería hacer otro Palabra de mujer, o sea, algo parecido a su segundo disco, que con éxitos como Desátame o Pantera en libertad había logrado ventas millonarias en varios países del mundo. Pero Mónica no estaba por la labor. Fue en un turbulento vuelo Liboa-Madrid (uno de los motores del avión en el que viajaba se incendió) cuando decidió cantar a Mina, quizás como si fuera a grabar por última vez, como una epifanía. Minage (Sony, 1999) fue el resultado. Y fue un gran éxito. Ya son veinte los años los que han pasado desde entonces, y solo hay que ver cómo le ha ido a Mónica Naranjo para saber que se ha salido con la suya. Para celebrarlo publica Puro Minage, una extensa edición especial del disco.
¿Dónde está la diferencia entre estar viva y estar bien? En estar en armonía con una misma. La vida es una actitud, ¿no crees? Esta mañana me he levantado temprano y la puerta del garaje, por el frío o por alguna cosa que se había congelado, no cerraba. Te lo puedes tomar de dos maneras: “¡Coño, con esta mierda de puerta que no se cierra” o “Bueno, pues si no se cierra, no se cierra. ¿Qué le vamos a hacer?”. Así es todo.
Antes de Minage, durante la promoción de Palabra de mujer, tuvo un susto en un vuelo que resulto ser una epifanía. Fue importante, porque si no hubiera pasado lo que pasó en ese avión, seguramente hubiera seguido haciendo un disco comercial y no habría comprendido que la vida solo la vamos a vivir una vez, y que si uno está totalmente convencido de que tiene que coger el camino de la izquierda, pues tiene que tomarlo y punto. Mira, da igual lo que digan los demás. Ante todo estamos aquí para ser auténticos.
Tanto que no le pide opinión a su discográfica... ¿Sabes qué pasa? Lo bueno que tiene la experiencia es que te enseña cómo funcionar en el presente. Yo me lo guiso y yo me lo como siempre. Es demasiado agotador añadir guerras con las compañías. Comprendí que no funcionaba bien así y decidí costear mis producciones para después utilizar a la multinacional como distribuidora. Así no tenía que discutir sobre una canción o un vídeo. De esta manera, todo fluye. Funciono mejor desde que tomé esta iniciativa, hace ya muchos años.
Para Minage, seleccionó las canciones de Mina que iba a cantar de entre una colección de unos 143 discos, tanto oficiales como piratas. Actualmente sí. Antes tenía como 110 o 120. Una barbaridad. Soy coleccionista desde que tenía 15 años y conocía muy bien el repertorio, lo que pasa es que cuando me fui a hacer Minage repasé todo ese repertorio otra vez, de principio a fin. Fue un trabajo muy minucioso, porque le componían los mejores autores de la música italiana, los mejores que ha habido en la historia. Entonces, escoger canciones escritas por esos grandes artistas fue un trabajo muy difícil.
En Amore tuvo que buscar a su Ricardo Cocciante. Lo encontró en Nek. Le llamé directamente y le dije: “Filippo, tengo esto”. ¡Imagínate! Se quedó muerto: “¿Cómo? ¿Que vas a versionar Amore? ¡Yo estoy dentro, estoy dentro!”. Hacer duetos para mí no es una cuestión de comercialidad, sino una cuestión de amor recíproco, de admiración, de respeto entre artistas. Muy pocas veces he hecho duetos con gente que no conocía; cuando hago duetos lo hago con la gente a la que quiero y sé que me quieren. En el caso de Nek, hay una amistad y un cariño recíproco. Él era mi Cocciante. Aparte, su interpretación es maravillosa.
En Minage grabó con los músicos de Mina. ¿Tocar con ellos era como interpretar sus canciones también? Fue todo muy sencillo, porque ellos conocían muy bien el repertorio. Cuando se lo encontraron con una nueva producción y unos nuevos arreglos, les fascinó. Al principio, yo creo que muchos se sintieron reacios, porque con esos arreglos tan maravillosos, ¿cómo se podía mejorar?. Pero la cuestión es que nosotros no los mejoramos: los destrozamos. Sobreviviré (Fiume azzurro, en su versión original) tenía un arreglo de cuerda que era espectacular, no se podía hacer algo mejor, era imposible; lo tenías que destrozar, hacer tu propia versión, darle tu propio aire. Entonces, cuando llegaron allí y vieron que lo habíamos cambiado todo, se animaron mucho.
¿Tiene que haber una relación entre cantante y letrista para que haya una conexión como la que tenían, por ejemplo, Raphael y Manuel Alejandro? Yo, lo que hago, es dejar a los autores libres. No soy la típica productora que trabaja con programadores o, en este caso, con letristas y les dice lo que tienen que poner o cómo quieren que vaya la canción o de qué tiene que hablar. En algunos momentos lo tengo muy claro, pero mayoritariamente jamás les dirijo, nunca, porque sé que me van a dar lo mejor, porque lo que les llega a ellos va a ser lo bueno. Eso me pasa en el noventa por ciento de los casos.
¿Cómo entendió José Manuel Navarro los textos de Minage y lo que quería usted hacer? Las letras que sacó Jose para Minage surgieron así porque él y yo teníamos una relación muy estrecha y me conocía muy bien desde hacía muchísimos años. Los textos tienen que ver conmigo, sobre todo Sobreviviré. Me acuerdo del día que le pedimos permiso al editor por el cambio de letra de Perra enamorada: se la mandamos y hasta la leyó Mogol [Giulio Rapetti], el autor, que dijo que aquello estaba muy bien y tal, pero que no entendía lo que quería decir Perra enamorada. Claro, es un señor de 70 años y hubo que darle una explicación. Fue muy cómico, pero no te creas que dijo que sí. Le convencieron, pero no estaba convencido, porque sentía que era un título como muy inapropiado.
Y con Sobreviviré les censuraron... Sí. Me censuraron en América, pero allí se sigue radiando a día de hoy “la puta realidad”. Quiero decirte, fue censurada pero al final se ha levantado
¿Qué repercusión cree que habría tenido hoy una frase así? Te digo una cosa: si tuviera que estar pensando en qué decir, en qué hacer y en qué deshacer, yo no viviría y no tendría esta entrevista contigo, porque así no se puede vivir. Uno no puede estar pensando en lo que va a decir o lo que no va a decir. A ver, está claro que si una persona quiere sacar de contexto lo que yo vaya a decir, lo va a hacer. La gente, en vez de estar ahí criticando en redes a cualquier persona que hace algo, tendría que trabajar la autoestima. O al menos mirárselo, porque es que todo no se puede criticar, todo no es criticable. Es muy importante la libre expresión, que la gente se exprese como lo sienta. Al final estamos llegando a un punto... Si no, no os daríamos entrevistas ni os daríamos contenido para poder hacer buenos artículos. Yo no miro nunca los textos. No me pongo a pensar si voy a molestar a Mengano o a tal colectivo. No. Esto es lo que me ha nacido y lo he hecho con el amor infinito con el que hago mi trabajo. Con tener yo la conciencia tranquila ya tengo bastante.
Mina, cuando la conoció, dijo que era usted narcisista. ¿Lo era? No. Tampoco me acuerdo de eso, si te digo la verdad. Lo que sí recuerdo –y fue muy gracioso–, cuando estábamos cantando el dueto, es que había una pista en la que ella se había equivocado con el texto. Yo estaba en el estudio y le dije: “Mina, aquí te has equivocado con el texto”. “Ah, vale. Grábalo tú, si no se va a notar”, respondió [risas].
Estaba como en su casa, literalmente. Ella vive al lado del estudio, en Lugano. Bajaba y se subía dando un paseo.
¿Pero cómo llevó esto de cantar con Mina, siendo coleccionista de su música desde los 15 años? Bien, normal. El día que más me estremecí, ¿sabes con quién fue? Con Luciano Pavarotti. Había sido mi máximo. Yo soñaba desde que tenía 14 años, cuando lo veía en los conciertos de Los Tres Tenores, que algún día iba a hacer un dueto con Luciano Pavarotti. Y el día que me encontré en Módena con él, en los ensayos, dije: “Madre mía”. Y empezó a emitir, porque él no cantaba: emitía. Se me erizó toda la piel. Fue para mí el momento más bestia que he tenido con un compañero.
Enrique Bunbury, en la gira de Pequeño Cabaret Ambulante, en el año 2000, antes de tocar Alicia (Expulsada al país de las maravillas), hacía una introducción con Sobreviviré. Él ha hablado de ti con respeto. ¿Nunca han hablado de hacer algo juntos? Sí, lo hemos comentado en alguna ocasión. Los dos nos admiramos y nos queremos mucho. Ahora hace tiempo que no sé de Enrique. Le tengo un poco la pista perdida. Pero cuando se publicó Minage, fue el primero en decir [Mónica agrava su voz]: “Pero tía, ¿qué has hecho?”. Le fascinó.
¿Alguien se esperaba un disco como Minage? No, nadie. Pero yo sí, porque tenía bastante claro el camino que tenían que tomar las cosas. Cuando yo termino la producción de Minage, una de las A&R de la compañía vino al estudio de Phil Manzanera, a Londres, para escuchar el primer sencillo, que era Sobreviviré. Puso una cara de susto... En vez de escuchar el primer sencillo de un gran disco, parecía que venía de entierro. Yo no presenté el disco en la compañía, pero por lo visto se echaron todos las manos a la cabeza diciendo: “¿Pero y esto es lo que quiere que publiquemos?”. Pero tenían razón, porque publicaron Sobreviviré y se lio parda.
¿Querían hacer otro Palabra de mujer? Sí. Pero es completamente normal. Su razonamiento, cuando discutí con ellos, era muy normal. Había sacado dos discos de ventas millonarias. ¿Por qué arriesgar? También hay que comprenderles, ¿no? Pero es que yo sabía que si hacía un tercer álbum de disco pop me iba a quedar ahí y me iba a morir, porque la gente me iba a encajonar en una sección y no iba a poder seguir aprendiendo de diferentes disciplinas.
Desde Minage, y salvo por Chicas malas, que fue su siguiente trabajo discográfico, su estética cambió, se volvió más barroca... Hay un cambio radical, pero es muy importante que cada trabajo que se publique sea diferente, que el artista crezca, aprenda y evolucione. Si amas lo que haces, tienes que seguir creciendo, evolucionando y dándole lo mejor a la gente, porque al final el propósito de un artista es el de amenizar la vida ajena.
¿Hace falta mucha seguridad para enfrentarse a la discográfica y hacer lo que una quiere? O mucha inconsciencia (risas). Yo soy una persona muy intuitiva y sabía que el camino era ese, y que tenía que pelear, y sabía que la pelea la iba a ganar. No tenía duda. Cuando tengo plena convicción de algo y la gente me viene con dudas, siempre les digo lo mismo: “¿Te he pedido la opinión? No. Pues no me sirves”.
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