Ricardo Gómez: “Tengo la sensación de que la gente cree que lo he tenido que pasar fatal por estar toda la vida rodando”
El actor tenía siete años cuando empezó a aparecer semanalmente en ‘Cuéntame’, la que ya es la serie más longeva de la televisión española. En 2018, decidió dejarla y desde entonces ha hecho teatro y varias películas, pero sobre todo ha descubierto que no estaba loco por pensar que podía hacer algo más que el papel que le había hecho popular
Ricardo Gómez ha crecido, literalmente, frente a cinco millones de espectadores de media. El actor, que tenía siete años cuando interpretó por primera vez a Carlitos en Cuéntame, apareció semanalmente durante diecisiete años en la que ya es la serie más longeva de la televisión española. El madrileño, de 26 años, confiesa que ser reconocido es algo que tiene muy interiorizado y que no le pesa. “Lo mejor que te puede pasar es que valoren tu trabajo”, asegura. Aunque siempre hay alguna excepción. Por ejemplo, una vez estaba a punto de entrar en un quirófano para ser operado de apendicitis, con una bata de esas que casi dejan el culo al aire, y uno de los trabajadores del hospital le pidió una foto. “Esa no me la hice”, cuenta divertido. “Estaba muy nervioso y le dije que no era el momento. Recuerdo que me contestó que es que se le acababa el turno y que cuando yo me despertara no iba a estar”. Hay situaciones, explica, en las que uno prefiere pasar desapercibido, ya sea porque está discutiendo con su pareja o porque sencillamente tiene un mal día y no quiere saber nada de nadie.
Al contrario de lo que le ha ocurrido a otras estrellas infantiles como Macaulay Culkin o Daniel Radcliffe —el primero ha tenido problemas con la justicia por posesión de drogas y grandes cantidades de medicamentos, como el Xanax y el Clonazepam; y el segundo confesó que tuvo problemas con el alcohol y que bebía para tratar de no sentirse incómodo cuando todos le observaban si salía a divertirse—, Ricardo no ha sufrido la cara oscura que suele ir ligada al éxito cuando este llega a una edad tan temprana. “Tengo la sensación de que la gente cree que lo he tenido que pasar fatal por pasarme la vida rodando, y lo puedo entender. Pero nada más lejos de la realidad. Mi infancia y mi adolescencia fueron estupendas. Yo decidía año tras año continuar en la serie porque estaba aprobando todo, tenía mis amigos, estaba federado en un equipo de fútbol… No había firmado ningún contrato que me obligara a seguir durante x años sí o sí. Seguramente me he perdido alguna excursión o algún plan con amigos, pero me considero afortunado porque tengo amigos de mi edad que no saben muy bien qué hacer con su vida y yo a los seis años ya lo sabía”, afirma mientras come con ganas un cruasán con mantequilla y mermelada en una cafetería del barrio de Malasaña de Madrid.
En 2018 decidió dejar la serie donde creció y se formó como actor junto a Imanol Arias, Ana Duato y Juan Echanove, entre otros. No fue una decisión fácil, pero llevaba años dándole vueltas y dar el paso empezó a convertirse en una necesidad. Su nominación al Goya por su papel en 1898: los últimos de Filipinas y el apoyo de su gente más cercana le ayudaron a confiar en sus capacidades como actor. “Me lo tomé como señal y me demostré que no estaba loco por pensar que podía hacer algo más que el papel que me había hecho popular”. Desde entonces, el madrileño ha hecho teatro —Mammón, con Irene Escolar y que también se ha emitido en HBO; Rojo, con Juan Echanove—, ha tenido un papel secundario en la serie Vivir sin permiso y ha protagonizado varias películas —El sustituto, Donde caben dos y Mía y Moi— que se estrenarán en 2021. “Cuando salí de Cuéntame se me abrió un mundo que no conocía. Por un lado de muchas sombras y miedos, de pensar qué será lo siguiente, pero me permitió vivir”, confiesa.
Este 2020 fatal para la historia de la humanidad ha sido uno de los años más productivos para el intérprete. “Es bastante gustoso plantarme en diciembre de este año tan terrible con tantos proyectos por estrenar”, confirma el actor, que cree que pasó el virus en marzo, pero que como en ese momento no se hacían pruebas PCR no tiene la certeza. “Estuve como veinte días sin gusto ni olfato y sintiéndome fatal. Pero no tuve manera de saberlo, me encerré en casa y punto”.
Tras dejar Cuéntame, el paso natural para él fue salir del foco; de congregar a millones de espectadores a conformarse con 800 personas en una sala de teatro. Seguir aprendiendo sobre las tablas le ha permitido equivocarse y sacarse la idea de que todo tiene que salir perfecto a la primera. “Cuando pasas mucho tiempo con una exposición tan grande va pesando. En el teatro las cosas evolucionan, estás en continuo progreso y sientes que lo que haces lo haces para ti y unos pocos. Es un viaje a la raíz de lo que es esta profesión”.
En Mammón, Ricardo interpretaba a varios personajes, y uno de ellos es un travesti que salía a escena semidesnudo, pintado y con tacones. Una estampa que rompe con su trabajo en Cuéntame, pero que, afirma, no ha sido algo premeditado. “Mi objetivo es participar en los proyectos que me llenen y con los que pueda conectar, y si pueden alejarse del personaje por el que se me conoce, mucho mejor. Pero no necesito ponerme unos tacones para romper con esto”.
El actor reconoce que en cada nuevo set de rodaje siente que tiene que demostrar que sabe hacer lo que le piden y que la sensación de “absoluto miedo” a no dar la talla cuando empieza un proyecto siempre está ahí. “Y espero tenerlo siempre, porque es lo que te hace apretar un poquito”. La ansiedad, dice, se abre mucho hueco en esta profesión en la que tanto agobia no trabajar como trabajar mucho, formar parte de un proyecto que solo se hace por dinero o de uno que te apasiona en el que el miedo a no dar la talla lleva al bloqueo. “Hay muy poco espacio para, simplemente, estar bien. Y contar esto es muy complicado porque lo que se ve de nuestro trabajo es la parte más bonita. No quiero decir que sea la profesión más dura del mundo, pero no todo lo que se ve es lo único”, el actor habla con conocimiento de causa, pues en muchas ocasiones se ha visto obligado a justificar todo el trabajo que hay detrás de una serie, una película o una obra de teatro. “He escuchado muchas veces cosas como: ‘No haces nada más que salir ahí y decir cuatro frases”. ¿Cuál dirías que es la idea más equivocada que tienen sobre ti?, le preguntamos. “Que tengo la vida resuelta, que soy millonario y un vividor”, contesta.
A pesar de haber estado expuesto públicamente desde que tiene uso de razón, nunca se ha sentido sobrepasado por sus circunstancias. Y cuando las dudas y los miedos han acechado ha sabido gestionarlos sin ningún tipo de ayuda profesional. “Me lo he planteado alguna vez porque me gusta mucho hablar, pero creo que todavía no se me ha presentado en la vida una situación que diga ‘se me escapa, necesito ayuda’. A lo mejor no es necesario llegar a eso, pero bueno… Ojalá dentro de unos años repitamos esta entrevista y te cuente mi experiencia en terapia”, bromea, mientras defiende la importancia de desestigmatizar toda clase de ayuda psicológica.
Poco antes de que tuviera lugar esta entrevista, Ricardo cumplía veinte años de profesión. Dos décadas actuando que le han permitido sacar esta reflexión final: “Si yo pudiese ahora mismo charlar con el Ricardo que estaba planteándose hace unos años dejar Cuéntame para apostar por lo artístico, le diría: ‘Tranqui, confía en ti’. Uno nunca no sabe cómo van a ir las cosas, pero a día de hoy no me puedo quejar”. Y el hecho de que no se le haya cancelado ningún rodaje en plena pandemia casi suena a ciencia ficción.
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