Álvaro Mayo: “Mi familia me decía que no me presentara tan gay en ‘Operación Triunfo’, que podía perder público”
No ganó la última edición del gran concurso de talentos de la televisión, pero sí se reveló como la figura más popular y rompedora. Con su primer EP y sus primeros festivales en el horizonte, el sevillano se prepara para convertir una promesa en una carrera
Doce ediciones, 22 años y 198 concursantes después, en Operación Triunfo siguen pasando cosas por primera vez. Y en la última edición muchas de esas innovaciones corrieron a cargo de Álvaro Mayo: el primero en bailar voguing, el primero en actuar con corsé (dos veces, además) y el primero en debutar en el programa versionando, como dicen los jóvenes, un bopazo de una diva del pop. Fue en la gala 0, cuando cantó ...Baby One More Time con una estética que tampoco se había visto nunca en un concursante masculino de OT.
“Yo quería llevar ese look”, recuerda. “Todo era mío. El traje era del Zara, pero lo llevé a una modista y me lo hizo en plan torera. Luego le pegué yo los diamantitos, que los compré en el chino. Y luego el top era del Shein. Mi familia me decía que no me presentara tan gay, porque eso me podía quitar público de otras partes. Hoy veo que fue todo un acierto”.
Lo fue. En la edición con más concursantes LGTB de Operación Triunfo, Álvaro Mayo, que ahora quiere ser conocido como MAYO, así, en mayúsculas, fue el que más abrazó la cultura queer. No solo debutó con una de Britney sino que se despidió con una de Jessie J, subido a una tarima y con un mono de gasa y un corsé. Dice que es su atuendo favorito de todo el concurso. “Al final la ropa es un cacho de tela. Tú decides lo que quieres hacer con ella”, defiende. Y en su incipiente carrera como cantante, que arrancará oficialmente con una actuación en el festival Brava de Madrid en septiembre, quiere seguir explorando su faceta como cantante pop queer.
“La verdad que el EP está muy influenciado por lo que es ser una persona LGTB”, anuncia. “No desde el punto de vista de ‘voy a reivindicar no sé qué’, pero en el crecimiento de una persona LGTB suceden cosas inevitables, como que busques validación en los hombres y acabes con hombres que no te hacen ningún tipo de bien pero tú piensas que es el único amor al que puedes acceder, entonces aguantas ciertas cosas que no deberías aguantar”. Álvaro confiesa que estuvo en pareja desde los 16 años hasta los 22. “Creía que necesitaba una pareja para sentirme completo. Al final entré en una relación un poco abusiva con una persona que me alejó de mis amistades, me acabé peleando con mis amigos por defenderlo”, lamenta. Durante la ruptura, escuchaba sin parar el disco de Demi Lovato The Art Of Starting Over. “Va de cómo ella tuvo una sobredosis y después aprendió a rehacer su vida a pesar de haberse hundido. Me ayudó en un momento en el que estaba muy bajo. Me hizo sentir menos solo. La música te ayuda a expresar cosas que sientes pero que no te ves capaz de expresar por ti mismo”, explica. Fue entonces cuando pensó que, si la música le hacía sentir menos solo, ¿por qué no dedicarse a ella por completo?
“No tengo nada en contra de los heterosexuales, pero que me vengan deconstruidos”
“En mi familia siempre ha estado muy presente la música y el arte, mis tíos tenían un grupo de sevillanas”, indica. “Mi padre, antes de jubilarse, era carpintero metálico. Y mi madre siempre ha sido ama de casa, hasta que se divorciaron y ahora se dedica a la limpieza. Pero siempre se ha cantado en mi casa”. Su primer trabajo fue de camarero en un karaoke. En la entrevista le preguntaron si sabía cantar, se arrancó por I Have Nothing de Whitney Houston y le contrataron para los fines de semana. Entre semana, estudiaba un módulo de imagen y sonido que tuvo que dejar cuando le cogieron en Operación Triunfo.
Hace 22 años ir a un concurso de la tele para triunfar en la música era una extravagancia, pero para la generación de Álvaro es, como él mismo indica, “el camino más natural”. “Si lo piensas, cuando eres una persona que no tiene nada que ver con la industria, ni tienes nadie en tu círculo que te pueda dar un consejo de cómo hacerlo, las únicas historias que conoces son gente que han ido a un programa de televisión y les ha ido bien”, razona. Para la gente de su edad es más factible salir por la tele que, por ejemplo, ponerse a cantar en salas de conciertos (que era la única manera de abrirse camino en la música hasta hace 22 años).
También son chavales que llevan toda su vida delante de una cámara: si el primer Operación Triunfo tuvo la textura de experimento, el último la ha tenido de escaparate. “Mi generación tiene más conciencia de la percepción pública. Tenemos más control sobre nuestra imagen, por así decirlo”. ¿Y había algún concursante en Operación Triunfo menos espontáneo que los demás? “Es probable que notase que alguno hacía las cosas un poco más premeditadamente que otros. Pero eso tampoco es malo”, opina.
Él, desde luego, era de los espontáneos. Si el formato de talentos entregase la corona de Miss Simpatía, él la habría ganado de calle. Su fandom era el más optimista de la edición, el más alegre y el menos irritable. Todo le venía bien. La camiseta con el lema “Guapa, lista y alvaromayista” fue el producto de merchandising más vendido de la edición. Y todo gracias a la personalidad de Álvaro, que paradójicamente le ha supuesto una fuente de inseguridades en el pasado. “Sobre todo por querer siempre hacerlo todo bien, por agradar a los demás y por pensar que si me equivocaba en algún momento la gente se iba a ir”, confiesa.
Álvaro no sintió que tuviera un grupo de amigos hasta la adolescencia. Cursó primaria en un colegio del Opus Dei solo para chicos (“No porque mis padres fueran del Opus”, aclara, “sino por la idea de ir a un colegio bueno y con valores”), una etapa de la que no conserva ninguna amistad. La vida le cambió cuando empezó el instituto. “No sé si era cosa solo de mi círculo o una cosa social general, pero justo en esa época como que a todo el mundo le dio por decir que era bisexual en el instituto. En mi grupo de amigos éramos todos heteros y heteras y hoy no queda ninguno”, señala.
Poder relacionarse por fin con chicas le ayudó a desarrollar aspectos de su identidad que había tenido que reprimir en el colegio. Y de ahí sale la canción que grabó al salir de Operación Triunfo, Mis nenas: una celebración de lo liberador que es salir de fiesta con tu grupo de amigas. “El lugar seguro de los chicos gays son las chicas, sobre todo cuando estás en el colegio”, explica. “Pero por otra parte hay muchas cosas de la experiencia de ser gay que no he visto representadas, como que tengas tu grupo de amigas pero después llegue el cumpleaños de alguna, hagan una fiesta de pijamas de solo chicas y tú te quedes en tu casa”. Y pensar que hasta hace pocos años lo peor que le podía pasar a un chico gay con sus amigas es que alguna de ellas se echase un novio homófobo. “A mí eso no me pasa porque mis amigas son muy mariliendres y entonces es el novio el que tiene que oprimir, no yo. No tengo nada en contra de los heterosexuales, pero que me vengan deconstruidos”, bromea.
Otra cosa innovadora que ocurre en Mis nenas es que Álvaro canta una frase en femenino: “Me gusta arreglarme escuchando reinas: Ari, Charli, Riri, Queen B y Kim Petras. Quieren amarrarme porque voy muy suelta”. “De hecho esa frase me dio un poco de toc”, confiesa. “Porque pensé en mi familia, en plan la gente ya mayor, y en cómo iba a reaccionar. Que yo sí, yo voy muy suelta, ¿sabes? Pero a lo mejor con tus abuelos como que te neutralizas un poco, en plan, te normalizas”. ¿Como un travestismo de masculinidad? “Tal cual. Entonces me daba un poco de toc, pero mira aquí estamos para echar la carne en el asador y ya está”. La carne en el asador también implicará dedicarles canciones de amor, desamor y deseo a hombres, una realidad que todavía no se ve reflejada en el pop comercial español: muchos artistas que salieron del armario cantan a “personas”, a “amores” o a “ti”, sin especificar el género. (Aunque está cambiando y parece ser una cuestión generacional: otros compañeros de la academia como Chiara, Salma o Juanjo también cantan a personas de su mismo género).
¿Cómo no le van a colgar a Álvaro la etiqueta de referente si hace tantas cosas que no se han hecho antes? El término, eso sí, pesa mucho, genera expectativas y se acaba volviendo en contra en cuanto uno mete la pata. “Se podría decir representante a lo mejor, ¿no? Mejor que referente”.
Realización: Jorge Ariza / Asistente de fotografía: Marcos Jiménez / Maquillaje y peluquería: Lucas Margarit (Another Artist).
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