Jussi Vatanen: “La predisposición al cambio es lo que te convierte en un héroe”
El actor finlandés ha seducido al mundo con su papel en ‘Fallen leaves’, una de las mejores películas del año
Cuando recibió el guion de Fallen Leaves, recién salido del ordenador portátil de su autor, Aki Kaurismäki, Jussi Vatanen (nacido en Sonkajärvi, en la Finlandia oriental, hace 46 años) se fijó en una frase que acabaría quitándole el sueño en las siguientes semanas. Se trataba de una breve acotación: “Holappa [el personaje de Vatanen en la película] se mira en el espejo como quien espera un milagro”. La frase puso su cerebro en órbita: “¿Cómo demonios se mira uno en el espejo como si esperase un milagro? ¿Qué clase excepcional de actor hay que ser para expresar algo así?”.
El intérprete finlandés se obsesionó con la escena. Pensó que en eso consiste ser actor, en elevar el listón y plantearse retos formidables. Así que empezó a trabajarse “esa expresión de expectativa milagrosa”, mirando al espejo una y otra vez de frente o de soslayo, intentando cargar gradualmente su mirada de intensidad, esperanza, desconcierto o pánico: “Un milagro es algo que esperas secretamente que pueda producirse, pero en el fondo no cuentas con ello”, explica Vatanen por videoconferencia desde su hogar en Helsinki. Cuando llegó el rodaje, el momento del milagro que tanto había llegado a preocuparle se resolvió en apenas dos segundos, sin la menor ceremonia: “La vetusta cámara de 35 milímetros con la que Aki filma sus películas empezó a grabar, yo di un par de pasos en dirección al espejo y lo miré, sin más. Cuando vi por vez primera la copia final de Fallen Leaves, contuve el aliento en esa escena. Aún no sé si fui capaz de ofrecerle a Aki lo que su guion me pedía. ¿Algún espectador percibió en esa mirada que Holappa estaba esperando un milagro? ¿Lo percibiste tú?”.
Actor vocacional desde que ingresó en la escuela de teatro con apenas 12 años, Vatanen es un veterano de la sátira política televisiva (en Putous, todo un fenómeno popular en Finlandia) y tiene estatus de estrella en blockbusters locales como Lapland Odyssey (2010) o The Unknown Soldier (2017). Pero el intérprete asegura que llevaba “toda una vida” preparándose para protagonizar una película de Kaurismäki y, a la vez, nunca se sintió preparado “del todo” para asumir un reto de tan elevada exigencia. “Los cinéfilos de mi generación hemos crecido con el cine de Aki. Llevamos consumiéndolo con devoción desde la infancia. Nos reconocemos en él, nos fascina y entusiasma”.
Finlandia exporta al mundo petróleo refinado, acero inoxidable, automóviles, celulosa, sulfato de leña química y también las comedias de autor escépticas, rigurosas y marcianas de Aki Kaurismäki, en las que algunos creen ver un acto de resistencia a la inmisericorde homogeneización cultural y al ocaso de los valores de la clase obrera. “En su cine encontramos la imagen que nos gustaría que Finlandia exportase al exterior”, afirma Vatanen.
Es por eso que, cuando él y su compañera de reparto, la actriz de Helsinki Alma Pöysti, recibieron la propuesta de protagonizar Fallen Leaves, aceptaron al instante: “Nos sorprendió, porque Aki acababa de aparecer en un programa de televisión anunciando que se retiraba del cine. Pero nos dijo que aún le quedaba alguna película más en la recámara y que contaba con nosotros”. Pronto llegó el guion, una historia de perdedores vocacionales escrita, como era de esperar, con encomiable sentido de la economía expresiva: “Kaurismäki, como narrador, es hombre de pocas palabras y muy bien calibradas. Casi todo lo que escribe es poesía, frases sencillas en apariencia, pero con esa cualidad de resonancia mágica, como si estrenasen el lenguaje. Cada línea de diálogo es un verso”.
Estrenada la pasada Navidad, Fallen Leaves fue saludada por la crítica internacional como una de las grandes películas del año. Manhola Dargis elogió en The New York Times su humor furtivo y exquisito, en la estela de Jim Jarmusch y de Charles Chaplin. Wendy Ide, en The Guardian, la consideró “modélica” por su comicidad subterránea, su peculiar atmósfera esotérica y por haber ambientado una conmovedora historia de amor “en un entorno de alcoholismo crónico, enfermedad, precariedad y desesperanza”. Visualmente seductora —está en algún lugar entre Wes Anderson y Ken Loach— y elegantemente reivindicativa, para muchos ha supuesto descubrir, o redescubrir, a uno de los cineastas más influyentes del circuito de autor de las últimas décadas.
En el trato directo, Kaurismäki “resulta una persona muy cercana, con un sentido del humor extravagante pero cálido, un gran conversador, un hombre sabio, digno y humilde, y un estupendo compañero de juerga”. Trabajar con él, eso sí, impone respeto: “Si has crecido viendo su cine, tienes una idea bastante aproximada de lo que espera de ti. Te exige que expreses mucho con muy poco, exactamente lo mismo que hace él con la palabra y con la cámara”. Además, apenas ensaya y muy rara vez está dispuesto a repetir una toma. “Te dice que él trabaja con celuloide, un bien escaso, así que no le hagas perder dinero”, bromea Vatanen. Eso otorga a sus rodajes “una especie de tensión eléctrica, pero en el mejor de los sentidos: te obliga a estar centrado, expectante, con las antenas puestas”.
El Holappa de Kaurismäki era, a juicio de Vatanen, “un hombre terco, que ha entrado ya en la madurez y parece haber tomado pésimas decisiones en la vida, pero está paradójicamente orgulloso de ellas y no se abre a cambiar de perspectiva hasta que se enamora”. En ese sentido, resulta un “héroe de comedia romántica muy peculiar, por su falta de entusiasmo y de glamour, su apatía y su cinismo”. También es un “libro en blanco” en el que Vatanen quiso dejar escrito algo de fragilidad, de ilusión casi infantil y de ternura. “No sé si Kaurismäki estuvo de acuerdo con mi perspectiva, pero me dejó hacer”. En manos de un Vatanen inspirado, Holappa acabó impregnándose del fuego gélido tan habitual en los héroes descreídos de Kaurismäki: “Aki tiene fe en el ser humano”, dice Vatanen, “y esa es una cualidad muy poco frecuente. En una de las escasas conversaciones que tuvimos sobre Holappa, sobre su visión de la vida y su manera de estar en el mundo, me dijo que veía en él a una persona que siente, de alguna manera, que merece un poco más de plenitud, de esperanza y de belleza, y cuando se le presenta la oportunidad corre a buscarla”.
Director y actor compartían una idea que acabó convirtiéndose en esencial en la construcción del personaje. “Holappa sabe que cambiar de manera sustancial pasados los 40 años es muy difícil, pero está dispuesto a intentarlo, porque le va la vida en ello. Y es esa predisposición al cambio lo que le convierte en un héroe, pese a lo torpe, abúlico y falto de carisma que puede llegar a parecernos en algunos momentos”.
Fallen Leaves, disponible ahora en plataformas como Disney Plus, Apple TV, Netflix o Amazon Prime Video tras su paso por los cines españoles, es la cumbre “provisional” del trabajo interpretativo de Jussi Vatanen. ¿Después de Kaurismäki, qué? “He llegado a plantearme que la repercusión internacional de la película podría abrirme la posibilidad de trabajar fuera de Finlandia”, admite el actor, “pero reconozco que me da un poco de miedo convertirme en una de esas flores mal trasplantadas. Supongo que hay algo muy finlandés en mi forma de ser y de interpretar. Un aire, un tono, un cierto arraigo”.
Vatanen creció en una granja de la Finlandia rural, en la periferia de un municipio de apenas 3.500 habitantes. Su sentido del humor es no ya finlandés, sino propio de la región de Savonia del Norte, una zona lacustre en la que la gente es “cálida por dentro y fría por fuera”. Su carrera, tal y como él mismo la describe, ha sido hasta ahora una sucesión de felices equívocos: cuando se propone hacer una cosa, acaba haciendo otra aún más extraña y gratificante: “Quise ser locutor radiofónico, porque la radio musical que sonaba a todas horas en la granja de mis padres era mi gran ventana al mundo, pero me vi subido a un escenario, en una obra de teatro de aficionados con apenas diez años y me dije: ‘Espera un momento, esto es mucho mejor que la radio”.
Acudió a Helsinki para completar sus estudios de arte dramático y participar en adaptaciones de “los grandes clásicos, ya sabes, Shakespeare, Ibsen, Chejov...”, pero fue la televisión la que le permitió salir a flote como joven profesional y ganarse el sustento. Uno de sus personajes en Putous, Karim Z. Yskowicz, le convirtió en uno de los comediantes más célebres de su país en una fase de su vida en la que él seguía sintiéndose, sobre todo, un actor dramático. Lapland Odyssey le permitió, a los 32 años, debutar en el cine y obtener su primera nominación a los Jussi (“sí”, concede con un mohín, “los premios de la industria cinematográfica finlandesa se llaman como yo, no cabe duda de que estaba predestinado”).
Visto así, casi todo lo que le ha ocurrido a Vatanen desde que dejó atrás su granja de Savonia ha tenido algo de milagroso: “Me miro en el espejo y veo a un hombre que ha hecho realidad sus sueños de infancia”, nos confiesa antes de despedirse con una naturalidad y una falta de énfasis que, a juzgar por lo que nos ha enseñado el cine de Kaurismäki, debe de ser muy finlandesa
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