Fernando Guallar: “No soy ‘cool’, soy un alma vieja. Eso ha hecho que no quepa en ciertos círculos”
El actor cordobés, que acaba de estrenar ‘Reina roja’, ha trabajado duro en películas y series durante años, pero hay otros peajes de la fama y la interpretación que prefiere no pagar
El actor Fernando Guallar (Córdoba, 34 años) se encontraba en el sofá de su casa de Madrid hace unos meses cuando le sobrevino una revelación. “Estaba con el móvil, mirando stories en Instagram”, rememora ahora. No se sentía bien. Primero, porque había pasado unos 50 minutos saltando de una imagen a otra: “¿Cómo es posible?”. Segundo, había llorado. “Tras el atentado de Hamás en Israel en octubre, las terribles consecuencias que ha tenido sobre el Estado palestino han dado imágenes horribles”, contextualiza. “En este caso había visto ciertos vídeos de unos niños y un periodista palestino. Pasé al siguiente story y era un ‘mira qué bikini’ o ‘mira qué bien friego los platos’ o ‘me han pagado 50.000 euros por anunciar esta bebida energética’. ¿Sabes? El horror y la frivolidad. Y, tal cual, eso me hizo llorar. Puede parecer muy pretencioso, pero, ¿qué hacía? ¿Dónde estaba y adónde iba?”. Aquel llanto venía de un lugar hondo, de un malestar por la forma con la que se estaba relacionando con el genocidio, con el mundo, con la vida. Consigo mismo. “Me despertó una crisis de valores y de identidad”, ahonda. Ese día decidió que necesitaba un cambio. Al poco, se estaba mudando a Londres.
No era un destino al azar. “Una agencia de allí llevaba un año representándome y me había pedido que me fuera con ellos una temporada”, explica. Para todo lo demás, estaba completamente desubicado: perfecto. “Enfrentarme a una metrópolis diversa y ser observado por ojos que no me conocían fue toda una oportunidad”. Cerró su Twitter “para siempre”, borró temporalmente Instagram, se desinstaló WhatsApp. Tenía solo una SIM inglesa cuyo número conocían su familia y pocas personas más. El intérprete, visto en Explota Explota (2020), la segunda temporada de Luis Miguel (2021) o Colecciones Velvet (2017-2019), descubrió una versión más sana de sí mismo. “Toda esa energía que gastaba en un ruido que no me estaba haciendo bien la dediqué en dormir mis horas, ir a correr, hacer la compra, cocinar… Y poco a poco ir descongestionándome”.
En presencia de un actor más convencional, aquí es donde uno empieza a sospechar qué adicción mal disimulada se esconde detrás de esta historia o qué sonado efecto mediático se pretende provocar con ella. Guallar, sin embargo, está hecho de otra pasta: más reflexivo que epatante, más Lisa que Bart Simpson. “No soy cool: aceptarlo ha sido un trabajo”, admite. “Soy un alma vieja, ya me lo dicen desde mi psicóloga hasta mis amigos, y eso ha hecho que no pueda entrar en ciertos círculos de lo trendy o lo guay. He sufrido por ello… Pero es que no es lo mío. ¿Podría haberlo fingido? Sí… Pero no habría sido feliz. Mis inquietudes son otras”. Sus inquietudes son, precisamente, estar bien consigo mismo en el sofá de su casa y sentir que el mundo que le rodea tiene un cierto sentido. “De pequeño me defendía de los que me hacían bullying a mí, y también defendía a los que lo sufrían delante de mí”, rememora. “Tengo un sentido de la justicia muy desarrollado, que es una tara enorme en realidad”.
Precisamente el aceptarse como persona no cool le permite distanciarse de todo lo que no le gusta de su profesión: los papeles que no le aportan gran cosa (tiene ahorros de 228 capítulos de Amar en tiempos revueltos, que rodó entre 2016 y 2018, con los que puede rechazar los proyectos que no le dejarían dormir después) y los focos que le agobian. “El oficio de actor va de ‘acción’ a ‘corten’. Nada más. Luego viene una maquinaria industrial enorme que te aleja de dónde tienes que tener el foco”, defiende el octogenario más joven del cine español. “¿Qué ingredientes le estamos dando al éxito?”, abunda. “¿Qué va a vender más: un compañero que haga una obra interesantísima, con un texto cojonudo, en un garaje en cualquier barrio de Madrid que van a ver 20 personas y muestre un talento impresionante, o un impacto de 200.000 lectores de un artículo o 300.000 likes porque tengo tres stories con no sé quién de Hollywood? Esto está generando algo”. Y, para demostrarlo, sale del mundo de la actuación. “Imagina ser un niño ahora. Hay una niña que posa como una influencer con un bolso y tú subes un dibujo que has hecho porque lo necesitabas hacer, porque te hace sentir algo. La niña del bolso tiene 200 likes y tu dibujo, cinco. ¿Hacía dónde vas a ir en adelante? ¿Estamos matando la creatividad?”.
—Si le ha pasado a usted, le pasará a más gente. La frivolidad siempre acaba cansando.
—Pero el camino es tan arduo. Llegar hasta aquí ha sido jodido y a veces… hasta hace muy poco pensaba que me estaba equivocando. Dudaba muchísimo. Pero no puedo vivir mi vida así. Es fácil tener éxito, según cómo lo definas: a poco que tengas conocimiento del medio, no cuesta entrar en la una industria. Pero es pan para hoy y hambre para mañana. Si tu carrera se basa en estímulos mediáticos, estás jodido porque dentro de nada vendrá otro que tenga un millón más de seguidores y una que baile mejor que tú. Lo siento. Si te falta lo hondo... La cultura del esfuerzo es sexy. La verdad es que me parece mega sexy la gente trabajadora.
La aventura en Londres aún no ha terminado. Puede que vaya para largo. Si esta tarde está en Madrid es para atender dos de sus grandes estrenos del año: Reina Roja, la serie recién estrenada de Amazon Prime Video en la que interpreta a un agente de seguridad gay, y Pared con pared, la comedia romántica de su amiga Patricia Font (El maestro que prometió el mar) que se estrenará el 12 de abril abril en Netflix y donde comparte cartel con la cantante Aitana. Un thriller y una comedia romántica: son los dos sueños de cualquier niño que desee ser actor. Guallar los va a cumplir en un mismo mes. Ahora queda lo siguiente, lo que salga de Londres, de lo hondo. Mañana tiene el vuelo de vuelta.
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