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Por qué los famosos son castigados sin entradas gratis en el Madison Square Garden

Las estrellas compiten por una invitación a la fila más codiciada del deporte profesional estadounidense. Es gratis, pero con condiciones, como han descubierto por las bravas un par de populares modelos

Memphis Grizzlies v New York Knicks
Christine Taylor, Ben Stiller, Pete Davidson y Emily Ratajkowski en la primera fila del Madison Square Garden en el partido entre Memphis Grizzlies y New York Knicks el 27 de noviembre.Jamie Squire (Getty Images)
Miquel Echarri

Los New York Knicks, en opinión de uno de sus seguidores más ilustres, John McEnroe, son una religión laica. Casi todo lo que rodea al equipo neoyorquino es cuestión de fe, empezando por su siempre renovada confianza mesiánica en que están en condiciones de optar a un anillo de la NBA que no ganan desde 1973, hace ahora 50 años. Emily Ratajkowski ha sido la última en comprobar hasta qué punto las idolatrías deportivas deben ser tomadas muy en serio.

Ocurrió el pasado 25 de noviembre. Ese día, la modelo y actriz londinense criada en California acudió al Madison Square Garden en compañía de la también modelo Irina Shayk para asistir a un partido prometedor: los Knicks contra Miami Heat, actuales campeones de la Conferencia Este. Ratajkowski y Shayk se sentaron, por supuesto, en la celebrity Row (la fila de los famosos), el puñado de codiciadas localidades a pie de pista de las que son asiduos McEnroe, Spike Lee, Michael J. Fox, Whoopi Goldberg, Anne Hathaway, Martha Stewart, Aaron Rogers, Ben Stiller, Chris Rock o Ethan Hawke.

New York Knicks
Christine Taylor, Ben Stiller, Pete Davidson, Emily Ratajkowski, Jordin Sparks y Dana Isaiah en el Madison en noviembre.Jamie Squire (Getty Images)

Aunque Emily lleva ya varios años frecuentando el Madison, su actitud en esta ocasión no estuvo a la altura de las circunstancias. Las dos modelos se comportaron como un par de influencers en gira promocional, dando la espalda al juego en múltiples ocasiones para filmar directos y hacerse fotos. Pero el ultraje supremo, en opinión de los fans, llegó cuando optaron por abandonar el pabellón un par de minutos antes del final del partido. A esas alturas, los Knicks estaban a punto de enjugar una diferencia en contra de 21 puntos para acabar obteniendo una de las victorias más emocionantes de la temporada.

Una retirada a destiempo

Mientras Jalen Brunson, Julius Randle e Immanuel Quickley se batían el cobre en la cancha ante el entusiasmo de la grada, Irina y Emily dejaban desiertas un par de sillas cuyo precio, cuando salen a la venta, oscila entre los 6.000 y los 10.000 dólares durante la temporada regular. Volvió días después, a ver el partido contra los Memphis Grizzlies, pero cuando a mediados de diciembre, Ratajkowski volvía a dirigirse a los administradores de la celebrity row del Garden y les solicitaba asientos preferentes y gratuitos para ver, esta vez, a los New Rangers, de la liga profesional de hockey hielo. La solicitud fue denegada, lo que sorprendió a la estrella.

New York Knicks
Beyonce Knowles, y su marido, Jay Z aplaudiendo a los Knicks en 2004 con la pasión que se exige para tener entradas en primera fila por la cara.KATHY WILLENS (ASSOCIATED PRESS)

En días posteriores, medios como Outkick llegarían a afirmar que a Ratajkowski se le habría prohibido el acceso a las localidades VIP de uso discrecional debido a lo que el propietario del recinto, James Dolan, considera un uso muy poco ejemplar de un privilegio. Mike Gunzelman, autor del artículo, se permitía el lujo de amonestar a la modelo con argumentos de un cierto populismo: “Una vez más, queda claro que los famosos son seres humanos normales salvo en las múltiples ocasiones en que dejan de serlo (…). Que tú también formes, de alguna manera, parte del espectáculo no te da derecho a entrar y salir del recinto como si el partido que se disputa en él no tuviese importancia. No, Emily, por patéticos que resulten en ocasiones los partidos de los Knicks, debes quedarte hasta el final, como hacemos los plebeyos que ocupamos las otras 300 filas”. Lo dicho, una ceremonia religiosa no se abandona antes de tiempo con desdén olímpico. El resto de feligreses no va a tolerar de buen grado que exhibas tu insultante falta de fe.

Ratajkowski quiso escudarse en una supuesta alarma relacionada con la salud de su hijo de dos años, Sylvester Apollo Bear, pero la ristra de fotos con Shayk que se hizo en los alrededores del estadio tras su deserción intempestiva no la deja en buen lugar. Brian Gallagher precisa en, The Daily Mail, que a Emily “no se le ha prohibido el acceso al Garden”, pero sí se la ha “exhortado” a pagar por sus entradas, como todo el mundo. Es decir, se la ha despojado de su estatus de suma sacerdotisa del culto de los Knicks para convertirla, de nuevo, en una simple mortal.

Aquí no hay sitio para todos

La NBA tiene una peculiar relación con sus celebrity row. A todos los equipos les interesa la pátina de glamour que proporciona un nutrido apoyo VIP en las gradas, pero solo dos equipos lo han convertido en uno de sus principales argumentos de marketing: los Knicks y Los Angeles Lakers.

El equipo angelino es el más exitoso de la NBA con permiso de los Boston Celtics, cuenta en su fila con el atleta supremo del último par de décadas, Lebron James, y nunca le ha faltado el apoyo de una élite de Hollywood para la que el baloncesto suele ser el deporte de cabecera, de Mark Wahlberg a Tobey Maguire, Kanye West, Leo DiCaprio, Zac Efron, Jennifer Garner, Timothy Chalamet, Tom Cuise, Drew Barrymore o Justin Timberlake, sin olvidar a su fan número uno, Jack Nicholson, que lleva décadas sufriendo a pie de pista sin perder la sonrisa.

Menos obvio resulta el caso de los neoyorquinos, un equipo más bien modesto en términos históricos, con solo un par de lejanísimos títulos en su haber, incapaz incluso de alzarse con el anillo en el largo periodo, entre 1985 y 2000, en que contó en sus filas con uno de los mejores pívots de la historia, Patrick Ewing. Pero, claro, son el equipo de Manhattan, juegan en el histórico Garden, resultan tan genuinamente neoyorquinos como los cannoli de Little Italy, los bagel o los sándwiches de pastrami y son, una vez más, objeto de adoración por parte de una hinchada entusiasta. Basta que tengan en nómina a algún jugador de alto nivel, como ahora mismo Brunson y Randle o en su día el formidable acróbata Jeremy Lin, para que se disparen las expectativas.

Walt Frazier, el jugador franquicia que les llevó a la cima en 1970 y 1973, explicaba hace seis años, en entrevista con ICON, que los Knicks, pese a su trayectoria con frecuencia frustrante, alejada casi siempre de la absoluta excelencia, son más “un sentimiento y una identidad colectiva” que un equipo de baloncesto. Suele ser el argumento de las escuadras con más mística y relato que verdadero palmarés, pero los seguidores de los Knicks creen en ello a pies juntillas. Eso explica que cualquier indicio de brotes verdes, como ese balance de 16 victorias por 12 derrotas de este año, que augura que el equipo tendrá muy serias opciones de, como mínimo, meterse en el play off, sea acogido con el fervor de costumbre y sirva para poner de moda a los Knicks.

Criterios escurridizos

Ya la pasada primavera, Kristen Fleming explicaba en el New York Post que los administradores del Garden se estaban viendo desbordados por el altísimo número de solicitudes para la celebrity row que estaban recibiendo. Tras un par de temporadas en que a Spike Lee y John McEnroe les había tocado enarbolar el estandarte VIP casi en solitario, Tracy Morgan, Jessica Alba, Chris Rock, Dave Chappelle, Jerry Ferrara o Roger Federer empezaron a disputarse los asientos de privilegio con exjugadores como Carmelo Anthony o el propio Frazier.

En estos periodos en que la celebrity row se convierte de nuevo en la alfombra roja del Nueva York más exquisito, los famosos que aspiran a hacerse un hueco en ella son sometidos a un casting cuyos criterios resultan discrecionales y no del todo transparentes. Eso sí, según explicaba Dan Feldman en NBC Sports, todos deben pasar por un trámite que se activa en cuanto solicitan este tipo de entradas por primera vez. Los que reciben respuesta, acceden a la condición de “amigos” del Garden y pueden, en consecuencia, entrar al pabellón por accesos reservados y disponer libremente de salas de catering, tribunas de invitados y zonas VIP.

A partir de ahí, un comité de sabios evalúa hasta qué punto cada uno de esos “amigos” es lo bastante célebre como para que su presencia a pie de pista sea considerada más un “activo” para el recinto que un acto de cortesía. A algunos de ellos se les da la oportunidad de sentarse en la celebrity row al menos una vez para comprobar cuál es la repercusión entre el público asistente cuando les enfoca la celebrity cam. Uno de los últimos en someterse al veredicto del público ha sido Timothée Chalamet, cuya primera presencia entre los elegidos fue saludada con fervor. Chalamet tuvo incluso el detalle de cubrirse púdicamente el rostro cuando le enfocaba la cámara… con una gorra de los Knicks.

En cualquier caso, la invitación a la fila más codiciada del deporte profesional estadunidense viene a ser un contrato que también comporta obligaciones, como la de participar en la ronda de entrevistas que se produce en descansos y tiempos muertes, interactuar con naturalidad con el resto de celebrities, transmitir una imagen cercana y positiva, ser amable con el resto del público y, apoyar al equipo local con un cierto fervor y, por supuesto, quedarse hasta el final, sobre todo cuando el partido está igualado.

Knicks
Elliott Gould, Donald Trump y Marla Maples en el campo en 1991. Eran otros tiempos.Steve Freeman (AP)

Después de todo, quien se sienta en la celebrity row durante un partido de los Knicks está integrándose en toda una estirpe de fans de lujo de la que han formado parte Lou Reed, Rihanna, John Stewart, Liam Neeson, Howard Stern, David Duchovny, Chloe Sevigny, Katie Holmes, 50 Cent, Emmy Rossum, Woody Allen, Howard Stern, Jerry Senfield, Woody Allen o Alicia Keys. Incluso Donald Trump fue un asiduo de los partidos del equipo de Manhattan antes de que su enfrentamiento con las principales estrellas de la NBA a propósito del Black Lives Matter le convirtiese en un firme detractor del baloncesto. Sentarse tan cerca de la pista en semejante escenario y con esos antecedentes supone, como diría Stan Lee, uno de esos grandes poderes que implican grandes responsabilidades. Ese es la lógica que Emily Ratajkowski no acabó de entender. Y por eso ha perdido uno de los privilegios más exclusivos que concede el mundo del deporte.

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Sobre la firma

Miquel Echarri
Periodista especializado en cultura, ocio y tendencias. Empezó a colaborar con EL PAÍS en 2004. Ha sido director de las revistas Primera Línea, Cinevisión y PC Juegos y jugadores y coordinador de la edición española de PORT Magazine. También es profesor de Historia del cine y análisis fílmico.

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