Baile, banquete, mojitos sin ron y cerveza 0,0: ¿son posibles las bodas sin alcohol en España?
Las llamadas ‘dry weddings’ son una tendencia al alza en el mundo anglosajón y, aunque en España son por ahora puntuales, forman parte de una nueva forma de celebrar que también incluye las bodas vegetarianas o de un solo plato
Lola Pérez, del cáterin El Laurel, montó una boda abstemia en 2017. Fue por motivos religiosos: la novia era española y el marido, musulmán. “Servimos cervezas y vinos sin alcohol. También pusimos cócteles como el San Francisco, que carecen de graduación, o mojitos que no llevaran ron”. Ayudó que los convidados estuvieran avisados de antemano. “Algunos preguntaron, claro. Pero no hubo reproches ni altercados. La discoteca duró lo mismo y el pinchadiscos, que era muy bueno, logró mantener los ánimos arriba. Ahora, fue una fiesta diferente. Hubo diversión, pero no desfase. Servir la barra fue fácil, de hecho. No echamos de menos al típico que dio la nota”, recuerda Pérez.
Aquella fue la única celebración de este tipo en toda su trayectoria, aunque desde hace un tiempo le preguntan si tendrá bebidas sin alcohol en la barra, para tener en cuenta a los niños o las mujeres embarazadas. Y las ginebras 0,0 asoman más entre las peticiones. Aunque las llamadas dry weddings, o uniones 0,0, o bodas sin alcohol, existen en algunos países anglófonos, estas aún no han llegado a España como tendencia. Una mera búsqueda en Google aporta datos bastante reveladores: 212 millones de entradas en las búsquedas si tecleamos los términos en inglés, ocho millones de resultados entre España y Latinoamérica si lo hacemos en español. No son tendencia aquí, todavía. Pero existen.
Porque España es como es, pero cada vez menos. Hace un año, la wedding planner Arancha Moreno escribió sobre las bodas sin alcohol en su blog. Sabía que estas existían en Norteamérica y Australia, así que quiso presentárselas al público español y ofrecer esta variante en su catálogo. Ella misma ha recibido algunas peticiones como esta, aunque no cree que lleguen al 2% de sus trabajos: “Es una demanda puntual, aunque creciente. Ahora hay más parejas abstemias, al igual que las hay vegetarianas o que prefieren un solo plato en el banquete, para evitar tirar comida”. Como cuenta, es importante que la falta de licor no imponga, como consecuencia, una falta de estilo. Moreno ofrece aguas perfumadas con frutas o flores, zumos recién exprimidos y cócteles de autor, aunque no lleven alcohol. “No todos los invitados lo aceptan con alegría, como también se resistieron a las leyes contra el tabaco. Pero recordemos que es el día de los novios y son ellos quienes deben elegirlo todo, sin presiones”.
Victoria Luguera lleva 17 años preparando bodas y jamás, en toda su carrera, un solo cliente le ha encargado un banquete sin alcohol. “Y mira que me han pedido de todo. Un novio que llega en moto, una prometida que aparece en globo, ¡hasta un pasacalles! Pero los licores siempre están presentes. En España, los enlaces se celebran bebiendo”, reflexiona esta wedding planner. Como mucho, alguna pareja le ha pedido organizar una ceremonia breve, sin comida ni fiesta. Pero ya está.
“No sé ni cómo respondería la empresa a cargo del banquete. Imagino que pondrían alguna pega, o quizá querrían cobrar lo mismo que en un servicio cualquiera”, aventura Luguera. Y no anda muy desencaminada. Celia García-Tomé, que dirige la firma de restauración Casseroles, tampoco ha recibido un encargo abstemio “en la vida”. Aunque este negocio de cáterin lleva en marcha nueve años, ella nunca se había planteado colocar algo así en el catálogo. “Ahora, creo que reaccionaríamos bien si alguien nos lo pidiera. Tendríamos que valorarlo, pero quizá haríamos un descuento. Por lo demás, guardaríamos el alcohol y punto. Lo importante es que lo sepan los invitados, que suelen ser los más interesados en la barra libre”, comenta entre risas García-Tomé. Del presupuesto de una boda, la restauración suele llevarse la mitad del dinero. Y según diferentes estudios, el alcohol puede llevarse desde el 10 hasta el 25% del presupuesto total.
María Ramos, traductora de apenas 24 años, ha pasado el último de ellos preparando su boda con Andoni. Ella nunca prueba el alcohol y él, muy poco. Cuando pensaron en el banquete, siempre aceptaron que se bebiera con la comida, y que se pusiera un vino blanco con el pescado y un tinto con la carne. “Fermentados, jamás destilados” era su lema. Ahora, nada de barra libre: “El recuerdo que guardo de otras bodas a las que he ido como invitada era algo triste. Parecía que el protagonismo lo tenían las copas y no los novios. Nuestra ceremonia será familiar y cercana, y queremos poner el acento en la compañía, no en la borrachera. Deseo que la gente esté serena y creo que esto lo agradeceremos todos, quienes beben y quienes no”.
Pero Ramos, a pesar de razonar su deseo con tanta lógica, se vio chocando contra un muro. Algunos amigos se sorprendían y la familia, que le ayudaba a pagar el enlace, se negó. Así que, finalmente, esta pareja pondrá la barra libre que tanto pretendía esquivar. En lo económico, no será una gran diferencia: unos 16 € más por invitado. Y aunque el champán aflore alrededor, ella brindará con algún refresco, o quizá con algún sorbete, siempre que no lleve una gota de alcohol. La novia sí logró mantener alguna condición, como que ningún licor de alta graduación se sirva hasta acabada la comida. Después tocará cruzar los dedos: “Voy a dar a mi gente ese voto de confianza. Que no me toque andar detrás de nadie, porque lleve siete copas y vaya a por la octava. No quiero pensar en mi boda y recordar un vestido precioso, una comida impecable y a mi tío, el que se estampó contra una mesa”.
Puedes seguir ICON en Facebook, Twitter, Instagram, o suscribirte aquí a la Newsletter.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.