Cómo vestir para la apertura de una tumba en Egipto
Si te equivocas con la indumentaria es una virtud ser capaz de convertirla en tendencia
La apertura al público el pasado 9 de febrero de las tumbas de los nobles del Antiguo Egipto Djehuty y Hery en la necrópolis de Dra Abu el-Naga, en Luxor, tras su excavación, estudio y puesta a punto por una misión capitaneada por José Manuel Galán, ha sido un buen observatorio para ver cómo hay que vestir en un evento de estas características. Vamos, que todos conocemos el dresscode de un cóctel o un guateque (siempre de indio, como Peter Sellers), pero ¿qué te pones para la inauguración por todo lo alto de un sepulcro de época faraónica? El tema de las singulares conexiones entre moda y egiptología lo hemos tratado varias veces ya en esta sección (¿dónde si no?) pero haber asistido a un acto señero de la disciplina como el del otro día en el West Bank de Luxor significó disponer de una atalaya privilegiada para observar (y comentar) la actualidad de la indumentaria egiptológica.
El anfitrión, Galán, eligió para la ocasión vestir una versión en limpio y planchado de su habitual atuendo en las excavaciones, que es el uniforme oficial del Proyecto Djehuty (y que nadie lleva con tanto chic como el cámara de la misión, Javier Trueba, que añade siempre fular, usado a lo beduino): camisa y pantalón outback tipo Coronel Tapioca con chaleco estilo bushvest de muchos bolsillos, y botas de paracaidista, todo en tonos caquis, más sombrero de alas plegables. Es un conjunto con el que igual haces de ranger en el Serengueti que te bates con los talibanes en Kandahar (o te metes con seguridad en un pozo de momias). Vestir así evita además que te confundan con un turista y te franquea a menudo el paso gratis a los monumentos de la zona. Su sombrero —el de Galán— hubo de competir (y perdió, ay) con el más icónico de la egiptología mundial, el fedora de Zahi Hawass, que asistió a la celebración y optó por combinarlo con una camisa azul a lo David Attenborough, que siempre te da buena imagen mediática.
Destacó en el acto la sobria elegancia masculina del embajador español, Álvaro Iranzo, con pantalones chinos beige, camisa blanca, americana azul marina y una inesperada gorra de béisbol, destinada a marcar tendencia (de hecho, Galán se puso una al día siguiente para la tradicional paella en el hotelito Marsam). El mismo Iranzo sorprendió esa segunda jornada usando sin ningún complejo un sombrero de paja de mujer que le prestaron para protegerse de la soleada en la visita al templo de Medinet Habu y que hizo alzar una ceja a los sobrios restauradores de la capilla de Hapshepsut, la gente del Oriental Institute de la Universidad de Chicago.
El secretario general del Consejo Supremo de Antigüedades Mostafa Waziri, máxima autoridad egipcia presente en la inauguración de las tumbas, no hizo ninguna concesión y apareció (con dos horas de retraso) ataviado con vaqueros, gafas oscuras y un chaquetón negro almohadillado que no hubiera desentonado en una fiesta en el Venom Khaliji Club de El Cairo. Afortunadamente, la elegancia egipcia estuvo estupendamente representada por el ubicuo rais (capataz) de Galán, Alí Farouk, vestido como un derviche de alta gama y elegantísimo con su galabiya de fiesta y turbante acorde. A Alí se le pudo ver desembarcar hecho un brazo de mar en el yacimiento mientras un acólito le rociaba colonia. Los trabajadores del equipo lucieron también sus mejores galas (a retener que la galabiya de domingo, o más bien de viernes, es oscura, a diferencia de la blanca del día a día). El sentir ante el inesperado despliegue de elegancia tradicional lo sintetizó una integrante de la misión con un espontáneo: “¡Qué guapo está Ibrahim!”.
A todas estas, el acto principal de la celebración se desarrolló en una inmensa carpa montada esforzadamente por operarios acróbatas dignos del Cirque du Soleil y que, con decoraciones orientalizantes y altas butacas para los asistentes, parecía el pabellón del cartero real. Entre el vestuario de los invitados hay que destacar los preciosos pantalones azul fayenza de la egiptóloga Mari Carmen Pérez-Die.
Reservo para el final la indumentaria de este enviado especial a las tumbas, que de nuevo ha dado prueba de originalidad al lucir un jersey de cashmere negro de Zadig & Voltaire. “Desde luego, no había visto a nadie bajar a un pozo funerario en Egipto con jersey negro de cashmere”, expresó otra miembro de la misión con lo que me pareció sólo un poco menos de admiración que por Ibrahim. En realidad, mi vestuario respondía a un fallo a la hora de hacer la maleta: pensando que iba a un lugar cálido metí sólo prendas veraniegas y a la hora de la verdad estábamos a mínimas de 8 grados y las máximas no subían de 14. Pasaban frío hasta los camellos. Así que sólo contaba con el jersey del viaje y hube de usarlo toute occasion. Pero, como siempre, si haces de la necesidad virtud y vistes algo con convencimiento, la gente lo respeta. “Lateef bulofaar, nice sweater!”, me espetó Alí Farouk, el Petronio de Tebas, atusándose con clase una guía del bigote. Y así he entrado en el club más elegante de los excavadores de Egipto. ¡Tiembla, Lord Carnarvon!
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