Lo que sea pero bonito
Creo que fue hacia 1993 cuando descubrí el poder de atracción de la fotografía de moda, que hoy defiendo como una de las formas más agradables que existen de hacer periodismo
De 1993 solo recuerdo que tenía 13 años, no escuchaba Nirvana sino Wham! y me mandaron en agosto a Irlanda, algo que aborrecía. El 1993 de Steven Meisel está mucho mejor documentado. Fue el año que fotografió 28 portadas de Vogue, publicó 100 reportajes y consagró una categoría de ser humano de belleza imposible: las supermodelos. La exposición Meisel 1993: A Year In Photographs, recién inaugurada en el Muelle de la Batería de A Coruña, recoge este expansivo momento, a la vez lleno de inocencia: fue antes de los móviles, antes de las redes sociales, antes de que el lujo se convirtiera en una gran industria. “¡Haz lo que te dé la gana, pero bonito!”, dicen que le pedía a Meisel Franca Sozzani, directora de Vogue Italia. Entonces él volvía con imágenes en blanco y negro de una jovencísima y desconocida Stella Tennant con ropa de peluche y un anillo en la nariz, o de unas más que incipientes Naomi Campbell, Linda Evangelista y Carla Bruni como amazonas trillizas con minifaldas pastel. Lo gracioso es que muchas de ellas no trabajaban mucho porque no las consideraban lo suficientemente guapas; eran apuestas personales de Meisel, que les enseñaba cómo posar y qué cara poner.
También retrataba hombres. Entre la multitud de cosas que Steven Meisel tuvo tiempo de hacer en 1993, también disparó un especial de 60 páginas de moda masculina para Per Lui en el que, como señala Michael Benson en el estupendo catálogo de la exposición, no había rastro ni del hombre Marlboro ni del viril vecino del quinto, tipologías que dominaban los anuncios y las revistas de entonces. El hombre de Meisel era más joven y tenía la testosterona más controlada o, al menos, sabía jugar con ella: un adelanto del bendito lío de masculinidades dispersas que estaba por venir.
Creo que fue hacia 1993 cuando descubrí el poder de atracción de la fotografía de moda, que hoy defiendo como una de las formas más agradables que existen de hacer periodismo. En este número de ICON, las imágenes con las que Fausto Elizalde ha retratado la eclosión de la alta costura para hombre registran un instante; son un documento, pero bonito, como diría Franca Sozzani. Lo mismo se podría decir del tema de portada, protagonizada por Peter Lanzani: un actor que muchos hemos descubierto gracias a Argentina 1985, película que arrasó en el festival de San Sebastián y ha sido preseleccionada para los Oscar (se puede ver en Amazon Prime Video). “Es muy lindo ver su transformación de personaje a personaje”, dice sobre Lanzani Chino Darín, coproductor del filme, en la entrevista de la página 54. El enorme talento de Lanzani para meterse en un papel (y para sostener sobre su cabeza extrañas esculturas) también se ve en nuestras fotos.
Volviendo a Steven Meisel, aparentemente fue él quien le susurró a Madonna la idea de reinvención. El fotógrafo colaboró en Sex, el escandaloso libro erótico donde la cantante plasmaba sus fantasías sexuales y con el que —parece que empiezo a recordar más cosas— nos dejó pasmados a sus fans adolescentes. A principios de noviembre asistí a la inauguración de Meisel 93 y mi yo de aquel año habría vibrado: nunca has visto fotografía de moda tan lujosamente expuesta, por no mencionar que había más supermodelos por metro cuadrado que cualquier persona sería capaz de asimilar. A través de la Fundación MOP, Marta Ortega ha creado un centro dedicado a la fotografía de moda en el puerto de A Coruña. Una disciplina que, en su mejor manifestación, solo es frívola en apariencia. El propio Meisel lo ha dicho sobre su talento para la variedad: “Estos retratos soy yo”.
Puedes seguir ICON en Facebook, Twitter, Instagram,o suscribirte aquí a la Newsletter.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.