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‘Movement’, la instalación artística que apuesta por volar sin quemar combustible

El invento de Tomás Saraceno no se limita al vuelo sin carga, también ha permitido transportar seres humanos. Pero el artista prefiere rebajar las expectativas: “Lo importante es que la gente quiera de verdad cambiar las cosas”

“El color negro del tejido absorbe temperatura. Y cuando el aire interior se calienta un grado, la escultura toma vida y se eleva”, explica el artista desde su estudio en Berlín.Foto: © PHOTOGRAPHY BY STUDIO TOMÁS SARACENO; 2017
Ianko López

Un grado, nada más, puede ser definitivo. Poco más de un grado es lo que en los últimos treinta años ha aumentado la temperatura en la región francesa de Champaña, lo que ha anticipado las cosechas de uva y complicado la producción de los vinos espumosos más apreciados del mundo. Un solo grado es también lo que permite que Movement, la instalación que el artista argentino Tomás Saraceno (San Miguel de Tucumán, 48 años) ha realizado para los viñedos de la Maison Ruinart, alce el vuelo y se ponga en funcionamiento. Cuando está inactivada, su apariencia es la de una mochila negra de nylon. Al desplegarse en el exterior, el viento y el calor del sol incidiendo sobre el material hacen su efecto. “El color negro del tejido absorbe temperatura. Y cuando el aire interior se calienta un grado, la escultura toma vida y se eleva”, explica a ICON Design el artista desde su estudio en Berlín, ciudad en la que reside. “¡Cuán fuerte es el cambio, con un solo grado! Es algo muy sencillo y ni siquiera lo inventé yo, ya que lleva experimentándose con ello desde los años setenta″.

El propósito de todo esto es acercarnos a la posibilidad de volar sin quemar combustible, una práctica que daña el medio ambiente y acelera ese cambio climático que aumenta la temperatura global. “En la historia de la aviación, desde los globos de los hermanos Mongolfier hasta los hermanos Wright y lo que ha venido después, nuestra forma de flotar en el océano del aire ha sido quemando combustibles. Ha habido una eterna necesidad de quemar recursos. Y tenemos que decirnos: keep them on the ground, mantenlos en el suelo, no los extraigas y los quemes”.

'Movement', la instalación que Tomás Saraceno ha realizado para los viñedos de la Maison Ruinart. Cuando está inactivada, su apariencia es la de una mochila negra de nylon.
'Movement', la instalación que Tomás Saraceno ha realizado para los viñedos de la Maison Ruinart. Cuando está inactivada, su apariencia es la de una mochila negra de nylon.

En su vuelo, el dispositivo describe sobre los viñedos una trayectoria que no deja trazas materiales, pero que puede visualizarse digitalmente a través de la aplicación Aerocene, desarrollada por el estudio de Saraceno. Esos aeroglifos (del griego “aer”, aire, y “glýphein”, tallar o grabar; así los llama su autor) pueden interpretarse de muchas maneras: remiten de manera expresa a nuestra huella de carbono, pero también hablan de la tensión que en todo existe entre lo efímero y lo permanente, o de cómo convertimos eso que llamamos paisaje en un escenario para la actividad humana. Saraceno no descarta ninguna de ellas, y añade otras que tienen que ver con la covid-19, pero también con cuestiones sociales y políticas: “Aerocene nos indica cómo podemos inventar una época del tiempo que nos lleve a acciones y formas de vida que sean distintas a las que estamos acostumbrados. La escritora Rebecca Solnit apuntó en un artículo que durante los primeros 15 meses de la pandemia murieron 2,8 millones de personas, pero por la mala calidad del aire mueren en el mundo 8,7 millones de personas cada año. Y eso viene en gran medida de nuestra adicción a los combustibles fósiles. Durante la pandemia se hizo presente la injusticia de quién tiene el privilegio de respirar según qué clase de aire. En los Estados Unidos, por ejemplo, la población de color estaba más afectada. Y ya no es solo qué calidad de aire, es la posibilidad misma de respirar: ahí tenemos el I can’t breathe de George Floyd, que dio lugar al movimiento Black Lives Matter”.

El propósito de Saraceno (en la imagen) es acercarnos a la posibilidad de volar sin quemar combustible, una práctica que daña el medio ambiente y acelera ese cambio climático que aumenta la temperatura global.
El propósito de Saraceno (en la imagen) es acercarnos a la posibilidad de volar sin quemar combustible, una práctica que daña el medio ambiente y acelera ese cambio climático que aumenta la temperatura global.

Su invento no se limita al vuelo sin carga, también ha permitido transportar seres humanos. Un globo solar de Aerocene batió, en 16 minutos de vuelo, varios récords de la FAI (Federación Aeronáutica Internacional). Pero cuando se le pregunta a Saraceno sobre las posibilidades prácticas que en el futuro, propone una rebaja de las expectativas: “Siempre nos parece que es el próximo invento tecnológico lo que nos va a solucionar los problemas, cuando lo importante es la gente, que la gente quiera de verdad cambiar las cosas. Y aquí la idea es tener tiempo de viajar más lento. Inventemos otra moda que cambie la historia moderna de que cuanto más rápido mejor. Movámonos con los ritmos planetarios, con la velocidad del viento. Esto es antitecnología”.

Entre tanto trabaja en un nuevo proyecto, una gran instalación para el mirador que la próxima primavera se abrirá en la Torre Glòries de Barcelona (antes conocida como Torre Agbar, diseñada por el francés Jean Nouvel) sobre la que aún no puede adelantar nada pero que, ubicada a unos 120 metros de altura, no necesitará volar para mirarnos desde el cielo.

En su vuelo, el dispositivo describe sobre los viñedos una trayectoria que no deja trazas materiales, pero que puede visualizarse digitalmente a través de la aplicación Aerocene, desarrollada por el estudio de Saraceno.
En su vuelo, el dispositivo describe sobre los viñedos una trayectoria que no deja trazas materiales, pero que puede visualizarse digitalmente a través de la aplicación Aerocene, desarrollada por el estudio de Saraceno.

“Mi formación es en arquitectura, y siempre me fascinaron las estructuras catenarias de Gaudí en Barcelona”, apunta Saraceno. “Cuando vi la Torre Glóries pensé que era como un homenaje a él, pero también al arquitecto alemán Frei Otto y a las arquitecturas en suspenso en general. Y a las nubes. Me encanta mirar las nubes, me inspiran, por eso quise intervenir el mirador”.

Otra inspiración que le proporciona la naturaleza es la que proviene de las arañas, que está presente en algunos de sus trabajos más conocidos. Aparece en sus esculturas formadas por filamentos que recuerdan a las telarañas, y constituyó el núcleo de sus piezas en la exposición Más-que-humanas junto a Dominique Gonzalez-Foerster en el Thyssen-Bornemisza de Madrid en 2019. Hay algo obsesivo en esa fijación por los arácnidos, que se confirma cuando los equipara con arquitectos o artistas: “Las telas de las arañas son unas obras geniales que pueden generar cambio y hacernos aprender muchas cosas. Yo considero que las arañas me han elegido para representarlas y darles espacio en museos y galerías, así que es como si me hubieran contratado y yo trabajara para ellas. ¡Y espero estar haciendo un buen trabajo!”.

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Ianko López
Es gestor, redactor y crítico especializado en cultura y artes visuales, y también ha trabajado en el ámbito de la consultoría. Colabora habitualmente en diversos medios de comunicación escribiendo sobre arte, diseño, arquitectura y cultura.

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