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Cuando los vecinos ganan la partida: los espacios públicos autogestionados que demuestran que otra ciudad es posible

Más allá del asfalto y la gentrificación existen zonas urbanas que han sido diseñadas de manera cooperativa. Hacemos un recorrido por algunos de estos lugares de la mano de tres colectivos de arquitectos que los vieron nacer: Zuloark, Pezestudio y Todo por la Praxis

El Campo de la Cebada nació en el año 2009 gracias al vacío urbano generado tras la demolición del polideportivo de La Latina.
El Campo de la Cebada nació en el año 2009 gracias al vacío urbano generado tras la demolición del polideportivo de La Latina.

Los espacios públicos de las ciudades y el capitalismo han demostrado tener una relación conflictiva. Madrid es buen ejemplo de ello. En las últimas décadas la urbe ha recibido el aterrizaje de la economía global, un aumento del turismo y con ello un proceso de gentrificación exponencial que pone en riesgo la vida de los barrios. Además se ha propiciado un tipo de urbanismo que permite la primacía del vehículo privado frente al peatón, cayendo en imposiciones sobre el espacio público que dictaminan cómo usarlo e interpretarlo.

Para revertir esta realidad existen prácticas –menos ortodoxas y más independientes– que plantean las herramientas necesarias para que los ciudadanos adquieran un rol activo en el desarrollo urbano mediante procesos participativos. El resultado físico de estas iniciativas son arquitecturas que interfieren los códigos de la ciudad para recuperar y reactivar espacios urbanos abandonados y cubrir así las necesidades –lúdicas, afectivas y funcionales– de sus habitantes.

Este tipo de proyectos llevan produciéndose en la capital desde hace varias décadas y tuvieron una etapa muy fructífera que se inició a raíz de la crisis española de 2008. “Durante la crisis hubo un parón en la arquitectura y muchos proyectos se quedaron a medias dejando espacios en los que intervenir. Fue el escenario perfecto para repensar las formas de hacer ciudad desde la profesión”, comenta Maé Durant, cofundadora de Pezestudio. De este modo, se dio una situación excepcional en la que una generación de arquitectos, con inquietudes menos especulativas y más sociales, tuvieron que repensar su profesión y alejarla de la construcción tectónica. “En ese momento en Madrid existían muchos espacios urbanos estigmatizados y desordenados. Desde el diseño y la arquitectura había mucho que aportar”, añade Durant.

Otro elemento que contribuyó al auge de este tipo de prácticas fue el Movimiento 15M, la reivindicación urbana espontánea y pacífica surgida en 2011. “Iniciativas ciudadanas y vecinales más subterráneas con el 15M adquirieron protagonismo y fueron popularizadas”, afirma el arquitecto Diego Peris, cofundador del colectivo artístico Todo por la Praxis. En ese momento fue notorio el repunte de ayudas y programas promovidos por las administraciones para apoyar este tipo de prácticas arquitectónicas de carácter social. “Gracias al apoyo institucional tuvimos la capacidad de profundizar en estas prácticas y llevarlas a cabo en el centro de Madrid”, recuerda Maé Durant haciendo alusión a las periferias a las que suelen estar relegadas este tipo iniciativas.

La siguiente década experimentó un paulatino descenso de los programas institucionales vinculados a estos proyectos. “En el ámbito político se ha reducido el apoyo brindado. Muchas iniciativas están casi en extinción”, lamenta Diego Peris. Por extraer la parte positiva, los espacios ya desaparecidos han asentado las bases de una arquitectura con un enfoque más social. “Estas prácticas han sido la semilla para una generación de arquitectos que se ha ido profesionalizado y ha seguido llevando a cabo este tipo de proyectos mucho más atomizados por toda la ciudad”, concluye Pascual.

Desde ICON Design hacemos un recorrido urbano por cuatro de estos espacios:

El Campo de la Cebada

El Campo de la Cebada nació en 2009 gracias al vacío urbano generado tras la demolición del polideportivo de La Latina. El inicio de la crisis paralizó la construcción de un futuro equipamiento dejando un solar de 5.500 metros cuadrados sin uso en medio del casco histórico madrileño. Después de un año de abandono, el espacio se abrió al público gracias una instalación efímera enmarcada dentro del festival La Noche en Blanco. Tras el éxito que suscitó esta intervención, que planteaba una piscina descubierta, zonas de estar y un bar, un grupo de vecinos, arquitectos y agentes culturales del barrio se organizó para lidiar con trámites burocráticos y legales con el ayuntamiento y así mantener el uso comunitario del espacio hasta que no se iniciasen las obras del futuro equipamiento.

Una vez concedida la cesión del solar se produjo un trabajo colaborativo para mejorar el espacio y crear una plaza compartida en la que se desarrolló una extensa programación cultural que incluía festivales de cine al aire libre, talleres de fotografía, juegos, poesía y teatro. Además, se destinó un espacio para albergar pistas e instalaciones deportivas y se construyó un huerto urbano. “Para nosotros el Campo de la Cebada fue una universidad”, comenta el arquitecto Manuel Pascual haciendo alusión al aprendizaje que desarrolló Zuloark, junto a otros colectivos, durante en el acompañamiento técnico para el diseño de las infraestructuras necesarias para el correcto uso del solar.

Este enclave urbano tuvo una vida útil de seis años ya que en 2017 fue desmantelado al ser aprobada por el Ayuntamiento de Madrid la construcción de un nuevo polideportivo. Inicialmente el proyecto del nuevo equipamiento recogía algunas de las enseñanzas aprendidas en El Campo de la Cebada y proponía una zona arbolada en el acceso y una plaza de uso público en la cubierta para acoger actividades culturales e iniciativas vecinales. Finalmente el proyecto construido –inaugurado en noviembre de 2022– ha asfaltado todo el solar y en la cubierta ha instalado una pista de atletismo con acceso restringido para los usuarios del polideportivo.

Esta es una plaza empezó en el año 2008 cuando un grupo de vecinos del barrio de Lavapiés transformaron un solar de 1.400 metros cuadrados en un espacio ajardinado para el disfrute colectivo.
Esta es una plaza empezó en el año 2008 cuando un grupo de vecinos del barrio de Lavapiés transformaron un solar de 1.400 metros cuadrados en un espacio ajardinado para el disfrute colectivo.

Esta es una plaza

Esta es una plaza es un acontecimiento diario, un espacio, una comunidad, un proyecto. Todo ello empezó en 2008 cuando un grupo de vecinos del barrio de Lavapiés transformaron un solar de 1.400 metros cuadrados de superficie, que se encontraba vacío desde hacía 30 años, en un espacio ajardinado para el disfrute colectivo. Gracias al éxito que tuvo la iniciativa vecinal, se emprendieron los trámites pertinentes para la obtención de una cesión de uso del solar por parte del Ayuntamiento de Madrid.

15 años después, Esta es una plaza sigue más viva que nunca: se desarrolla mensualmente una extensa programación de actividades culturales y talleres. “El éxito de estos espacios radica en su capacidad para generar salud comunitaria”, afirma Maé Durant de Pezestudio. Actualmente son más de 100 los implicados en la continuidad del proyecto que, además de abrir y cerrar el espacio diariamente y mantenerlo en condiciones óptimas, se reúnen una vez al mes para decidir de manera consensuada todos los aspectos relativos a la gestión de Esta es una plaza.

Un equipo formado por vecinos del barrio, arquitectos, artistas y asociaciones creó Cinema Usera: una infraestructura temporal situada en un descampado abandonado que acogió una programación cultural de distintos formatos. Durante los meses de verano se proyectaron películas y documentales, se realizaron conciertos, talleres de danza y fotografía.
Un equipo formado por vecinos del barrio, arquitectos, artistas y asociaciones creó Cinema Usera: una infraestructura temporal situada en un descampado abandonado que acogió una programación cultural de distintos formatos. Durante los meses de verano se proyectaron películas y documentales, se realizaron conciertos, talleres de danza y fotografía.

Cinema Usera

En 2013 el Ayuntamiento de Madrid lanzó Paisaje Sur, un proyecto para mejorar el entorno urbano de los distritos de Usera y Villaverde. Un año más tarde, enmarcado en esta iniciativa, un equipo formado por vecinos, arquitectos, artistas y asociaciones creó Cinema Usera. Era una infraestructura temporal situada en un descampado abandonado que acogió una programación cultural de distintos formatos. Durante los meses de verano se proyectaron películas y documentales, se realizaron conciertos, talleres de danza y fotografía.

El proyecto funcionó durante seis años mediante un sistema de gestión cooperativo entre la administración y las asociaciones vecinales y culturales del barrio. Posteriormente, en 2021, cambió el gobierno municipal y se cedió la gestión de Cinema Usera a una empresa privada. “Fue ahí donde empezó a decaer el proyecto hasta que con el tiempo se abandonó, llegando incluso a quemarse una parte del mismo”, lamenta el arquitecto Diego Peris, uno de los responsables del diseño funcional del espacio. “Lo idóneo es que las instituciones apoyen económicamente y burocráticamente este tipo de iniciativas pero también es imprescindible que cedan la gestión a las comunidades implicadas”, concluye Peris haciendo alusión a las dificultades con las que este tipo de prácticas se encuentran.

La huerta de Tetuán está orientada a la visibilidad y revalorización de artistas emergentes y por otro la adecuación de un espacio verde de uso colectivo.
La huerta de Tetuán está orientada a la visibilidad y revalorización de artistas emergentes y por otro la adecuación de un espacio verde de uso colectivo.

La Huerta de Tetuán

La huerta de Tetuán nació en 2014, fruto de la cesión del uso de un solar de titularidad municipal en el marco del proyecto Paisaje Tetuán. La iniciativa, promovida por Ayuntamiento de Madrid en colaboración con diversos colectivos y vecinos del barrio, tenía como objetivo explorar las posibilidades de mejora del paisaje urbano mediante intervenciones de carácter artístico. De este modo, el proyecto cooperativo resultante planteó dos ámbitos de trabajo: por un lado el orientado a visibilidad y revalorización de artistas emergentes y sus intervenciones y por otro la adecuación de un espacio verde de uso colectivo.

El proyecto ha perdurado en el tiempo y sigue activo gracias a las redes que ha creado con el barrio proponiendo usos y actividades para todos los públicos, haciendo que la comunidad se sienta parte del proyecto. “Esta forma de diseñar –desde las necesidades y con los futuros usuarios– tiene una durabilidad mayor ya que no estás imponiendo ni presuponiendo nada”, concluye Maé Durant recordando los procesos participativos que Pezestudio llevó a cabo en el solar para diseñar una cubierta de madera multiusos.

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