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Astrid Gil-Casares, la escritora que desnuda a la clase alta española: “Todos preferirían que me callase”

En 2016 se separó de Rafael del Pino, el segundo hombre más rico de España, y empezó a escribir novelas que retratan a su clase. En su último libro, ‘No digas nada’, vuelve a explorar ese mundo. “El dinero sigue controlando la vida de muchas parejas y de muchas mujeres, más de lo que la gente está dispuesta a hablar”, afirma

Astrid Gil-Casares
Astrid Gil-Casares, autora de 'No digas nada', el 29 de enero en su casa de Madrid.Jaime Villanueva
Martín Bianchi

Las señoras de La Moraleja protegen su intimidad levantando muros, instalando cámaras de seguridad y contratando a guardias con perros adiestrados. Las vecinas de esta exclusiva urbanización en la zona norte de Madrid no suelen abrir las puertas de sus casas a extraños, menos si son periodistas. Tampoco dan entrevistas ni escriben libros sobre sus vidas de lujo. Astrid Gil-Casares Marlier (Madrid, 51 años) vive en La Moraleja, pero no es la típica señora de La Moraleja. En 2016, solicitó el divorcio de Rafael del Pino Calvo-Sotelo, presidente de Ferrovial y segundo hombre más rico de España, causando un sisma en la alta sociedad madrileña. Después de un proceso judicial muy público, empezó a escribir novelas que dicen mucho sobre ella y sobre su clase. También empezó a hablar con los medios sobre sus vivencias como miembro de ese hermético 1% que concentra más del 20% de la renta española.

“Todo el mundo preferiría que me callase. Todos en mi entorno, los que me quieren y los que no me quieren, preferirían que no hablase”, explica la escritora en conversación con EL PAÍS. Gil-Casares se dirige a sus hijas en francés y al servicio en inglés, pero con este periódico habla en castellano. La entrevista transcurre en uno de los salones de su casa. Es una casa grande, moderna, luminosa, con grandes ventanales que dan a un jardín con piscina. “Para todos sería mucho más fácil si yo me quedara aquí y no hiciera nada. O si volviera a trabajar en banca, haciendo negocios, que es lo que hacen todos a mi alrededor. Siempre me hacen la misma recomendación: ‘Astrid, no hables, no escribas”, reconoce.

Por ahora no tiene planes de callarse ni de dejar de escribir. Se define como una rebelde. Lo achaca a su infancia. Dice que cuando era niña la tildaban de “diferente y difícil” y que cuando llegó a la adolescencia le colgaron el sambenito de “la fácil”. “Me salía de la norma. Así que un día dejé de escuchar lo que me decían y empecé a ser yo”, asegura.

En su nueva novela, No digas nada (Huso Editorial), que llega a las librerías este miércoles 5 de febrero, cuenta la historia de Alana, una mujer de clase alta, de más de 55 años, divorciada y solitaria, que se enfrenta a la pérdida de su madre. El personaje tiene que lidiar con el duelo, con la madurez, con las embestidas de la vida y con el deseo de ser amada. Alana, al igual que Astrid, tiene ojos azules, pelo rubio, piernas largas, cuerpo esbelto, facilidad para los idiomas, proviene de una familia acomodada conectada con la jet set, ha trabajado en el mundo de las finanzas y está llena de tatuajes.

“La gente dice que el dinero no da la felicidad. Yo te puedo decir que el dinero te permite mucho más fácilmente ser feliz”, afirma Gil-Casares.
“La gente dice que el dinero no da la felicidad. Yo te puedo decir que el dinero te permite mucho más fácilmente ser feliz”, afirma Gil-Casares.Jaime Villanueva

“Alana no es Astrid. Alana tiene una vida pasada parecida a la de Astrid, pero su presente no es el mío. No hay nada exactamente real y casi todo es inventado”, aclara. No se atreve a escribir su autobiografía, pero en cada una de sus novelas cuenta algo sobre ella. En la primera, Nadie me contó, publicada en 2020, narraba la historia de Gaelle, una mujer rica que sufre un divorcio devastador. En la segunda, Ese jueves al anochecer me subí al tren, que salió en 2022, contaba la vida de Lena, una mujer que tenía que reinventarse profesionalmente. En No digas nada, el personaje principal debe hacer frente a la muerte de su madre y a su propia soledad, tal como le ocurrió a la autora.

Es difícil saber dónde termina la ficción y empieza la realidad en sus libros. “Crecí asumiendo como normal lo que no era normal. Tuve suerte. La lotería de la vida”, admite la protagonista de su nueva novela. Ella también ha vivido muchos años asumiendo como normal una vida extraordinaria. Hija del ingeniero naval Santiago Gil-Casares Armada, sobrino del general golpista Alfonso Armada, y de la aristócrata francesa Catherine Marlier, creció en la urbanización de Puerta de Hierro, donde viven ricos y famosos como Isabel Preysler o miembros de dinastías financieras como los Villar Mir y los Fernández Tapias. Veraneaba en Sotogrande, estudió en el colegio de monjas Saint Chaumond y en el Liceo Francés, cursó la carrera de Económicas en ESADE y se fue a trabajar a París, a la banca Rothschild. Luego se mudó a Londres, donde continuó su carrera en los bancos CSB y HSBC.

En el Reino Unido conoció a Rafael del Pino, heredero de Ferrovial, gigante de las infraestructuras que gestiona superestructuras tan variadas como la AP-7 o los aeropuertos de Heathrow y Gatwick. Empezaron a salir en 2004. Eran la pareja de moda de la alta sociedad. Ella, una atractiva treintañera y exitosa economista. Él, un cincuentón muy rico, viudo y con tres hijos. Su boda, celebrada en junio de 2006, ocupó las páginas de la revista ¡Hola!. Entre los invitados estaban el príncipe Kyril de Bulgaria, Isabel Preysler, Miguel Boyer, Isabel Sartorius y medio Ibex: Florentino Pérez, César Alierta, los Albertos, los Andic, los Puig…

La autora conoce bien la “lotería de la vida” de la que habla en su novela. Ella disfrutó los premios de esa rifa durante la década que duró su matrimonio. Vivía entre una casa en El Viso, una finca en Extremadura y una mansión en Formentera, y viajaba por el mundo en avión privado, yate, velero y helicóptero. “La gente dice que el dinero no da la felicidad. Yo te puedo decir que el dinero te permite mucho más fácilmente ser feliz. La felicidad no es el avión privado o el barco, pero el avión y el barco te dan un abanico de posibilidades”, reflexiona. “La falta de dinero estruja, y cuando estás estrujado es mucho más difícil ser feliz”.

Lo que menos le gustaba de su vida anterior eran los actos sociales. Cada día tenía un cóctel o una cena. Cada día tenía que conversar y ser agradable, sonreír y complacer. “Eso es más difícil de lo que parece. Tienes a mucha gente que intenta hacerte feliz de la forma que ellos saben. Te preparan una comida especial, te regalan lo más bonito de su colección… y tú no has hecho nada para merecerlo. Me sentía siempre en deuda”.

Diez años y tres hijos en común después, se separó. “Eso dio vértigo”. No se lo pusieron fácil. La gente de su entorno le dijo que no dejara a su marido, que hiciera la vista gorda, que todo lo que tenía era gracias a él, que debería haberse quedado y haberse callado. “El machismo sigue siendo un tabú en mi clase. El dinero sigue controlando la vida de muchas parejas y de muchas mujeres, más de lo que la gente está dispuesta a hablar. Muchas dejamos de trabajar cuando nos casamos. Y cuando te divorcias, te das cuenta de que no tienes nada”.

Astrid Gil-Casares publica su tercera novela, 'No digas nada', este 5 de febrero.
Astrid Gil-Casares publica su tercera novela, 'No digas nada', este 5 de febrero.Jaime Villanueva

Durante su separación, los que decían ser sus amigos dejaron de saludarla. La misma sociedad que la había agasajado le dio la espalda. “Fue una época dura, pero forma parte del pasado. Ahora nos ignoramos amigablemente”, dice. Intentó volver a trabajar en banca, pero ya no había sitio para ella en ese mundo. “Había conflictos de interés”, señala. “Además, durante el divorcio estuve completamente desorientada. El golpe fue tan fuerte que no sabía dónde estaba”. Fue entonces cuando empezó a tatuarse. Cada tatuaje representa un momento difícil del divorcio: un revés judicial, una decepción personal... “Me sentía extremadamente vulnerable y eran mi protección”, explica. Hoy tiene más de 20 figuras, números y palabras repartidas por su cuerpo. La última, trust, confianza en inglés, en uno de sus brazos.

Además de tatuarse, empezó a escribir. “No sé cantar, no sé pintar, no sé de jardinería, no sé cocinar, pero sé gestionar las palabras. Básicamente, empecé a escribir por falta de opciones”, apunta entre risas. Escribe sobre lo que conoce. En su nueva novela, la protagonista se hospeda en el Lorünser, un lujoso hotel en la estación de esquí austríaca de Zürs; cena en el Ritz de Madrid; y se escapa a exóticos riads en Marruecos. El libro está plagado de reflexiones sobre su clase. “Vivo en un mundo, en un extracto social, en el que la mayoría de los que me rodean saben que están a dos llamadas de teléfono de tener la mejor mesa del mejor restaurante, la habitación preferida del hotel preferido, la cena que se antoje, el billete del avión ya overbooked, las entradas para el concierto ya sold out…”, dice Alana. “Pero, de repente, un día te das cuenta de que nadie puede conseguir que tu madre no esté enferma de la cabeza. Nadie puede conseguir que tu madre no tenga cáncer y nadie puede evitar que deje de respirar”, continúa el personaje.

Detalle de los brazos tatuados de Astrid Gil-Casares, fotografiada durante su asistencia a un estreno en el cine Capitol de Madrid, en marzo de 2019.
Detalle de los brazos tatuados de Astrid Gil-Casares, fotografiada durante su asistencia a un estreno en el cine Capitol de Madrid, en marzo de 2019.Eduardo Parra (Getty Images)

La autora empezó a escribir este libro después de la muerte de su madre. “Se me rompió la vida”, recuerda. “Me gustaría decir que esta novela fue catártica, que me ayudó, pero no fue así. Fueron mis tres hijas, mis tres adolescentes, las que me ayudaron a salir del agujero. Un día me dijeron: ‘Mamá, no puedes seguir así. Tienes que hacer algo”. Ese “algo” es No digas nada, una historia llena de tristeza, aunque también de erotismo.

En los agradecimientos del libro, Gil-Casares ha escrito: “A ese hombre que me ha ayudado a escribir las escenas de sexo. Él sabe quién es”. Pero aclara que no está enamorada. No digas nada no es una novela romántica. La vida de su autora, tampoco. “Ahora soy muy feliz sola”, afirma. Lleva desde 2019 sin hacerse un tatuaje. “Eso es una buena señal”.

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Sobre la firma

Martín Bianchi
Martín Bianchi Tasso es coordinador de Estilo de Vida en El País Semanal y además colabora con la sección de Gente de EL PAÍS. Fue redactor jefe de la revista ¡Hola!, jefe de Sociedad en Vanity Fair y jefe de Gente y Estilo en Abc.
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