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La fiesta más lujosa del 4 de julio la paga Michael Rubin: el todopoderoso empresario que hospeda a Beyoncé y las Kardashian

El visionario hombre de negocios centrado en los deportes y dueño de Fanatics, con una fortuna de 11.500 millones de dólares, se ha convertido en amigo de decenas de famosos, a quienes invitará el próximo Día de la Independencia de EE UU a su mansión de los Hamptons

Michael Rubin y Kim Kardashian
Michael Rubin y Kim Kardashian se toman una foto con LaLa Anthony en una gala en favor de la organización benéfica Reform, fundada por Rubin, en septiembre de 2023 en Atlantic City, Nueva Jersey.Dimitrios Kambouris (Getty Images)
María Porcel

Para la mayoría de los mortales, invitar a una fiesta implica simplemente enviar un mensaje a sus amigos o, en el mejor de los casos, una tarjetita con la fecha, lugar y un “confírmame, por favor”. Pero claro, Michael Rubin no está entre la mayoría de los mortales. Ni sus fiestas tampoco. Los eventos del empresario estadounidense, de 51 años y con una fortuna estimada en más de 11.500 millones de dólares, según Forbes, no son de este mundo, ni tampoco sus invitaciones, sus localizaciones o la lista de estrellas que responden a su llamada. Y si hay una fiesta que en su país natal que se celebra con amigos, y hasta que el cuerpo aguante, esa es el 4 de julio, Día de la Independencia de Estados Unidos. Y en la mansión de Rubin ya está todo preparado para el gran evento del año, al que acudirán de Kim Kardashian a Tom Brady y Emily Ratajkowski.

Como lleva haciendo desde hace ya cuatro años, Rubin celebrará una magnífica fiesta en su casa de East Hampton, a unas tres horas de Nueva York (o a menos de una hora en helicóptero, como a él le gusta desplazarse). Vestidos de blanco, el año pasado acudieron, entre otros, Beyoncé y Jay Z, Leonardo DiCaprio, Jennifer Lopez y Ben Affleck, Justin y Hailey Bieber, Mbappé o Kendall Jenner. Este año, las invitaciones llevan enviadas desde mediados de mayo: una obra original y personalizada de George Condo, artista que expone en el MoMA y el Met, y cuyo valor se calcula en 35.000 dólares. Además, esta semana ha enviado a cada invitado unas zapatillas Nike blancas, numeradas y customizadas en un maletín; se calcula que pueden costar 50.000 dólares cada par. Van acompañadas de un mensaje: “¡No vomites sobre ellas! Ni las vendas... sé quién eres”. Pero, ¿en qué momento un empresario deportivo de Filadelfia y orígenes humildes se ha convertido en el gran anfitrión americano?

Lo cierto es que el nombre de Rubin lleva años sonando entre la farándula. Sobre todo gracias a su dinero, porque aunque ahora es multimillonario, hace ya un cuarto de siglo que lleva siendo muy rico. Y lo es gracias a una de sus pasiones: el deporte. Hace 13 años fundó Fanatics, una compañía que licencia y vende por internet el merchandising de casi un millar de equipos deportivos de EE UU, tanto profesionales como universitarios: desde camisetas de la NBA hasta gorras de hockey o figuritas de jugadores de béisbol y, ahora, equipación de la Eurocopa o los Juegos Olímpicos de París. Como ellos mismos manufacturan más de la mitad de lo que venden, son muy ágiles a la hora de darle al mercado lo que pide, y han logrado un crecimiento disparado. El pasado diciembre, The Wall Street Journal valoraba la empresa, privada y con socios inversores como Jay Z, en 31.000 millones de dólares, en un artículo que la propia Fanatics colgaba en su web, por lo que la cifra no debe andar lejos.

Michael Rubin, entre su hija Kylie Rubin (izquierda) y su pareja Camille Fishel, en una fiesta de la Super Bowl organizada por su empresa Fanatics en el club Marquee del hotel The Cosmopolitan de Las Vegas el 10 de febrero de 2024.
Michael Rubin, entre su hija Kylie Rubin (izquierda) y su pareja Camille Fishel, en una fiesta de la Super Bowl organizada por su empresa Fanatics en el club Marquee del hotel The Cosmopolitan de Las Vegas el 10 de febrero de 2024.Ethan Miller (Getty Images)

Como tanto gusta en la narrativa estadounidense, el de Rubin es uno de esos casos de hombre hecho a sí mismo. Viene de una familia judía de clase media, de madre psiquiatra y padre veterinario, y desde que era niño empezó a ganarse su dinerillo. Con 12 años montó una tiendecita de reparación de artículos de esquí en el sótano de casa y con sus beneficios y lo recaudado en su bar mitzvah, unos 10.000 dólares, a los 14 años y con la firma de su padre abrió un establecimiento real. Debía 200.000 dólares con solo 16 años, pero su familia le prestó dinero para un abogado, ganó el pleito y acabó convirtiéndose en el propietario de cinco tiendas de esquí con unas ventas de 2,5 millones de dólares anuales, como recogía una revista de su ciudad.

Su educación formal es escasa. Durante menos de un semestre acudió a la universidad de Villanova, católica, en Pensilvania, porque sus padres, preocupados, pensaban que esas empresas le arruinarían la vida. Siempre estaba en el aparcamiento, haciendo negocios por teléfono y faltando a clase, y vio pronto que no era lo suyo. Siguió perdiendo un poco, ganando mucho, creó una empresa de zapatillas de deporte, otra de logística, vio que internet era la plataforma del futuro y ayudó a muchas marcas a entrar en el e-commerce, triunfó con diversas empresas, especialmente con Fanatics, y acabó convertido en millonario.

El deporte siempre ha sido la clave de sus negocios. Cada año, Fanatics organiza grandes fiestas, y son especialmente importantes dos: antes y después de la Super Bowl. Además, entre 2011 y 2022 tuvo participaciones en los equipos Philadelphia 76ers, de baloncesto, y los New Jersey Devils, de hockey sobre hielo. Todo ello le ha hecho codearse con grandes nombres de las principales ligas de EE UU, de empresarios a jugadores, y de ahí a dar el salto a celebridades como las hermanas Kardashians, actores, modelos... lo que a su vez le ha hecho convertirse en un rostro habitual de entrevistas, programas de televisión y fiestas. A la mayor parte de ellas acude con su pareja, la modelo Camille Fishel, de 33 años, con quien tiene dos hijas pequeñas, Rumi y Gema. Pero también es padre de Kylie, que acaba de cumplir 18, fruto de su matrimonio con una instructora de baile llamada Meegan Spector, de quien se separó en 2011. Ella entonces se declaraba “cansada”, “harta de la presión” y del intenso ritmo de trabajo de su marido.

El hecho de estar entre las 175 personas más ricas del mundo —según Forbes— también le ayuda a la hora de dar luz proyectos filantrópicos. Durante la pandemia, gracias a distintas subastas de objetos y experiencias con famosos recaudó más de 60 millones de dólares que destinó a organizaciones para luchar contra el hambre. Y especial cariño le ha puesto a Reform Alliance, una organización que fundó con Jay Z cuando un amigo común entró en prisión en 2017 por un delito que consideraron injusto y que, de hecho, acabó anulado. Juntos buscan dar oportunidades a personas que están en libertad condicional (que consideran poco útil, cara e ineficiente), especialmente a gente con pocos recursos.

Contaba su novia en un perfil suyo en The New York Times que, como bien decía su exmujer, “Michael trabaja mucho”, pero que logra cerrar tratos y pasar tiempo con su familia. “Luego, en cuanto cierra ese trato, siempre llega otro”. El próximo será de cara a este 4 de julio donde, como el año pasado, contará en su exclusiva fiesta con invitados de excepción y actuaciones del calibre de Usher o Travis Scott, estrellas de 2023. Entonces se sirvió pizza recién traída de Lucali, un célebre local de Brooklyn, con los más selectos champanes y coñacs, o con el tequila de Kevin Hart, que el propio actor acabó sirviendo en chupitos a los invitados. Y con un remate de fuegos artificiales que corrieron a cargo de la misma empresa que organiza los del desfile de los almacenes Macy’s. Este año, sus 350 invitados vestidos de blancos volverán a contemplarlos desde su mansión de 50 millones de dólares.

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Sobre la firma

María Porcel
Es corresponsal en Los Ángeles (California), donde vive en y escribe sobre Hollywood y sus rutilantes estrellas. En Madrid ha coordinado la sección de Gente y Estilo de Vida. Licenciada en Periodismo y Comunicación Audiovisual, Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, lleva más de una década vinculada a Prisa, pasando por Cadena Ser, SModa y ElHuffPost.
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