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Los ricos y famosos vuelven, un año más, a San Bartolomé

Desde que el multimillonario David Rockefeller se enamorase de la pequeña isla caribeña en 1957, numerosas celebridades escogen este “paraíso en la tierra” como destino vacacional, especialmente en los meses más fríos del año. Heidi Klum, Jennifer Lopez y Ben Affleck o Jeff Bezos ya han realizado su escapada anual

Mariah Carey, dándose un baño en una playa de San Bartolomé, en 2019.
Mariah Carey, dándose un baño en una playa de San Bartolomé, en 2019.ABACA (ABACA / Cordon Press)

El pasado 26 de diciembre, Heidi Klum compartió un vídeo en su cuenta de Instagram en el que aparecía en toples, tostándose al sol en una playa semidesierta de San Bartolomé. No es el primero ni el último vídeo que la supermodelo alemana ha colgado durante sus vacaciones navideñas desde esta isla caribeña que, desde hace años, sirve de atracción invernal para los ricos y famosos. Por supuesto, no es la única cara conocida que ya ha aterrizado en el popular destino: Jennifer Lopez y Ben Affleck han sido vistos al volante de un vehículo eléctrico, también comprando joyas en uno de los numerosos establecimientos dedicados al lujo de la isla, o bañándose en el mar en una playa privada. Lauren Sanchez, prometida de Jeff Bezos, ha escogido este enclave para celebrar su 54 cumpleaños en compañía de sus amigas y de su futuro marido. Mike Tyson o Michael Jordan ya han salido a navegar a bordo de sus yates. Otros habituales de esta isla son el actor Leonardo DiCaprio, Beyoncé, Jerry Seinfeld, Paris Hilton, Paul McCartney, Ivanka Trump o Mariah Carey. ¿Qué tiene San Bartolomé que no tenga otro enclave para atraer a estas grandes fortunas? La exclusividad y la privacidad son, como no podía ser de otra forma, dos de los signos más distintivos de la isla.

San Bartolomé, conocida también como Saint-Barthélemy o St. Barths, es el lugar donde Hollywood descansa. Apenas 24 kilómetros cuadrados en las Antillas francesas, en el noreste del Caribe, 22 playas de arena blanca y aguas cristalinas, una población de tan solo 10.289 habitantes (según el censo de 2019), un reducido número de hoteles de lujo — siete, en concreto— y otras tantas villas privadas ofrecen la suficiente intimidad como para que una supermodelo pueda hacer toples sin aparecer en la portada de un tabloide. No siempre fue así, sino que la isla se puso de moda a finales de la década de los cincuenta del pasado siglo: “Su suerte cambió en 1957, cuando David Rockefeller se enamoró de la isla y construyó una casa encaramada al borde de una playa. Pronto le seguiría un flujo continuo de grandes fortunas americanas que buscaban su parcela de paraíso”, explicaba la periodista Mónica Montero en una pieza sobre este lugar en El País Semanal. Antes de que los ricos buscasen su parcela de paraíso, San Bartolomé era una isla humilde, tal y como explicaban en una pieza en The New York Times: “Hasta hace 40 años, los empleos eran tan escasos que los residentes se fueron a otras islas, principalmente a Santo Tomás, donde los trabajadores de San Bartolomé fundaron un pueblo de pescadores en el siglo XIX por motivos laborales. La propia San Bartolomé no tuvo electricidad hasta 1980″.

Casi 70 años después, todo ha cambiado en San Bartolomé. Internet está plagado de listas de los llamados hotspots donde uno puede codearse entre celebridades en los escasos 24 kilómetros de la isla: J. Lo, sin ir más lejos, se aloja en el lujoso hotel de estilo colonial Cheval Blanc, que ofrece habitaciones, suites y villas por las que también han pasado Beyoncé y Jay-Z, Sean Diddy Combs, Ryan Seacrest, Madonna o Marc Jacobs. Algunas de las playas más populares son Flamands, Eden Rock o St. Jean, donde se encuentra el famoso club Nikki Beach. El puerto de Gustavia suele llenarse de actores, cantantes o empresarios que vienen y van en sus yates. Y precisamente Gustavia, con sus cafés, sus restaurantes de alta cocina francesa o caribeña —Bonito, Le Ti St. Barth, o Maya’s son algunos de los más conocidos— y sus numerosas tiendas, es otra de las zonas donde los famosos pueden ser vistos realizando compras.

Tiene sentido, otro de los grandes atractivos de San Bartolomé es que tiene estatus duty free, eso quiere decir que los productos de lujo son significativamente más baratos, ya que pueden desgravarse los impuestos correspondientes. Hermès, Louis Vuitton, Dolce & Gabbana, o Prada (esta última con una boutique única en el mundo, inspirada en el ambiente colonial de 1950) son algunas de las marcas de lujo que tienen franquicia en San Bartolomé, además de firmas de alta joyería como Cartier. Por si esto fuera poco, la isla también es conocida por sus tratamientos de belleza: en el popular Hotel Guanahani se encuentra el spa de Clarins, considerado uno de los mejores de todo el Caribe. La vida nocturna es otro de los atractivos de la isla, que cuenta con un gran número de clubs lo suficientemente privados como para que famosos de la talla del ya mencionado DiCaprio o su compañero de juergas, el también actor Tobey Maguire, puedan salir de fiesta sin miedo a los paparazis.

Además de los encantos como paraíso terrenal y miniparaíso fiscal, otro de los atractivos de la isla para la beautiful people es su mencionada privacidad, que da comienzo con la dificultad para llegar. ¿Lo más sencillo? Llegar en yate o en avión privado. Para quien quiera llegar en vuelo comercial, tendrá que volar primero a San Martín, la isla más próxima, situada a 22 kilómetros, y tomar después un avión —por alrededor de 250 dólares— o un ferry — por 70—. El precio de los hoteles y de los resorts también es disuasorio para la mayoría de los bolsillos: una habitación en uno de los establecimientos comienza con un precio de 800 dólares de la noche y, en la mayoría de ellos, existe la obligatoriedad de permanecer, como mínimo, una semana. Hace unos años, el jugador de béisbol Justin Verlander y su esposa, la modelo Kate Upton, fueron noticia por alquilar una villa de más de 1.000 metros cuadrados que costaba la friolera de 450.000 dólares a la semana.

No es oro todo lo que reluce en San Bartolomé. Tal y como explicaba la periodista Nina Burleigh en el citado artículo de The New York Times, desde 2022 existe una disputa legal que enfrenta a los (cada vez menos) locales que buscan preservar la frágil naturaleza de la isla contra los empresarios hoteleros que quieren seguir ampliando sus dominios para el disfrute del 1%. El gobierno local considera que el 60% de la isla es zona verde no edificable, y, sin embargo, “abundan las historias de personas ricas o famosas que compran propiedades en zonas verdes y mueven las líneas fronterizas. Los isleños bromean diciendo que la verdadera zona verde en San Bartolomé es el dólar americano y que el símbolo oficial es la grúa de construcción”.

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