Saint Barth, donde Hollywood descansa
Un paraíso, en invierno y verano, para los ricos y famosos enamorados de un enclave excepcional por sus exclusivas playas
La imagen de Leonardo DiCaprio, con su larga barba, fumando de su cigarrillo de vapor mientras le rodean cuatro modelos en biquini en las playas de Saint Barth dice más que todos los eslóganes que pueda utilizar esta isla volcánica caribeña para describir sus encantos. Un paraíso de ricos y famosos enamorados, en invierno y en verano, de la veintena de playas de la que también es conocida como la Babilonia del Caribe. Poco más de 2.000 hectáreas de terreno volcánico con playas convertidas en el club francés más selecto del Caribe y frecuentado por millonarios estadounidenses, pálidos profesionales parisinos y lo más granado de Hollywood, como recita la oficina de turismo.
A Beyoncé, Gwen Stefani, Gavin Rossdale, Paris Hilton, Ivanka Trump o Mariah Carey les gusta especialmente Nikki Beach, una playa conocida como “el lugar más sexy del mundo”. DiCaprio prefiere las de Eden Rock, donde disfruta de la misma arena cálida y del mismo mar turquesa y, además, está a tiro de piedra del lujoso hotel del mismo nombre que se asienta en una roca expuesta al océano y llena de arrecifes de corales.
Hay escasamente dos docenas de hoteles, todos de lujo, en la isla, un lugar que como indica la revista Forbes te hace sentir millonario por asociación. El resto son villas caribeñas privadas, como la de cuatro dormitorios y dos piscinas sin fin que vendió recientemente Steve Martin por 9 millones de euros tras vivir en ella desde 2008. O yates como el que acostumbra a amarrar en la isla el empresario discográfico Sean Combs, valorado en 65 millones de euros. Con él puede acercarse a la playa Colombier, a la que es imposible acceder desde tierra. El cantante Jimmy Buffet también utiliza la tranquilidad de esta isla para su descanso estival, un lugar donde no sólo tiene casa sino un restaurante que hace honor a una de sus canciones más populares, Cheeseburger in Paradise. Mick Jagger no necesita ninguna canción para sentirse atraído por la joya de St. Barth, Anse de Grande Saline, descrita el año pasado por la CNN como la quinta mejor playa del mundo.
La lista de ilustres turistas incluye desde modelos como Alessandra Ambrosio a leyendas del cine como Harrison Ford, deportistas como Derek Jeter o diseñadoras como Stella McCartney, enfants terribles de Hollywood como Lindsay Lohan o veteranos felizmente casados como Denzel Washington. Playas todas ellas donde desde Lana del Rey a Tobey Maguire, Jon Bon Jovi, Salma Hayek, Marc Jacobs o Rihanna, por citar algunos nombres de esta hermandad de Hollywood, vienen a disfrutar abiertamente sin ser vistos. Algo no siempre posible, como le ocurrió a Beyoncé tras el controvertido concierto de fin de año que le ofreció al hijo del líder libio Muammar el Gadafi y que le costó la repulsa internacional. O quizá fue pura envidia por poder hacerlo a la orilla de las relajantes olas que besan la arena de Niki Beach en la isla de San Bartolomé.
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