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Pamela Anderson no necesita redención: “Fueron mis tetas las que tuvieron una carrera, yo simplemente iba en el ‘pack”

En el documental que Netflix estrena el 31 de enero, ‘Pamela Anderson, una historia de amor’, la actriz de ‘Los vigilantes de la playa’ repasa su trayectoria y su caída en desgracia a causa de un vídeo sexual robado

Pamela Anderson y Tommy Lee en una foto de archivo en un bar de Hollywood, California.Foto: JOHN SCIULLI (GETTY)

Pamela Anderson introduce un VHS en el reproductor y dice con picardía: “Dios, qué miedo, espero no salir desnuda”. Es la primera escena de su documental Pamela Anderson, una historia de amor, que estrena Netflix el próximo 31 de enero. La actriz hace referencia al vídeo sexual junto a su entonces pareja, Tommy Lee, que destruyó su carrera, cambió internet y la convirtió en un icono, en el primer minuto de los 173 que dura el metraje. Si había un elefante en la habitación, queda claro desde el principio que la idea es meterlo en una cacharrería.

La historia forma parte de la cultura pop y ha sido reflejada recientemente en la miniserie de Hulu (emitida en España en Disney+) Pam y Tommy. Pero ahora es la propia Anderson la que quiere ajustar cuentas con su pasado. Lo hará con Love, Pamela una mezcla entre autobiografía y libro de poemas que saldrá a la venta en Estados Unidos este mes. Pero sobre todo con el documental de Netflix, sobre el que ha tenido un control total, pues uno de sus dos hijos, Brandon Lee, es productor.

Esto no es necesariamente algo positivo, al menos no para el espectador. En el documental —al que ha tenido ya acceso este periódico—, Anderson ofrece una versión edulcorada, amable, casi idealizada de sí misma. Pero también hace que se suelte y profundice en historias personales que van desde lo trágico (la violación que sufrió con 12 años, el aborto mientras rodaba Barb Wire y la agresión de Tommy Lee y posterior denuncia por maltrato) hasta lo divertido. Tiene sentido del humor y saber reírse de todo, especialmente de sí misma. “Salvo el tinte, las tetas y los zapatos, soy de verdad”, dice. Lo es, o al menos lo parece en estas imágenes.

Pamela Anderson pasó de un pequeño pueblo de su Canadá natal a las portadas —y la mansión— de Playboy. Y de ahí a convertirse en la socorrista más famosa de la historia, gracias, desde 1992, a Los vigilantes de la playa. Sin apenas experiencia se convirtió en el principal reclamo de una serie que apostaba más por el físico de sus protagonistas que por los guiones. La propia Anderson es bastante consciente y no pretende reivindicar su legado. Por eso, al recordarlo, suelta perlas como: “No sé si era buena actriz, no sabía lo que hacía. El director nos decía: ‘Fingid que es real. ¡Acción!” o “Si una escena no funcionaba decían: ‘Más gaviotas’ y alguien lanzaba galletas”. Aun así, ella lo recuerda como una experiencia divertida y estimulante. Se pasaba el día en la playa. Ganó mucho dinero. Salió con sus compañeros de reparto David Charvet y el famoso surfista Kelly Slater.

Pamela Anderson junto a un par de gaviotas durante el rodaje de la serie 'Los vigilantes de la playa'.
Pamela Anderson junto a un par de gaviotas durante el rodaje de la serie 'Los vigilantes de la playa'.James Aylott (Getty Images)

En todas sus escenas salía con un bañador minúsculo, en todas las entrevistas le preguntaban sobre sus pechos. “Siempre digo que fueron mis tetas las que tuvieron una carrera, yo simplemente iba en el pack”, bromea ahora la actriz. Pamela Anderson era sexo. O al menos una versión oxigenada, plástica, depilada y satinada del mismo. El tipo de sexo que no huele y no mancha. El tipo de sexo que vende. Hasta que se filtró un vídeo casero en el que se la veía manteniendo relaciones con quien era entonces su marido, el rockero Tommy Lee. Era sexo real. El tipo de sexo que hunde una carrera.

Según Rolling Stone, que publicó en 2014 la historia definitiva sobre la cinta, fue un albañil descontento quien robó la caja fuerte de la pareja y al descubrir el vídeo intentó lucrarse. Estos detalles son omitidos en el documental. En un primer momento, Anderson y Lee denunciaron (su abogado fue el jefe de la famosa Erin Brockovich) pero, cansados de la exposición mediática y el juicio paralelo, acabaron llegando a un acuerdo: frenaron la posibilidad de que nadie vendiera la cinta física, pero a cambio podrían hacerlo en internet. Era 1995 y nadie conocía el potencial de la Red. Según las estimaciones de Rolling Stone, este material hizo ganar a los sitios web para adultos y a los distribuidores unos 77 millones de dólares (71 millones de euros) en sus primeros 12 meses. Solo en ventas legales. Pamela Anderson y Tommy Lee aseguran no haber visto un céntimo.

Fue el primer vídeo viral de la historia, redefinió la forma en que el sexo era consumido, sentenciando las revistas y los DVD y convirtiendo internet en el nuevo oasis del porno. Hubo otros vídeos después (los de Paris Hilton, Kim Kardashian o Colin Farrell, sin ir más lejos) pero ninguno tuvo el impacto social del de Pamela y Tommy Lee. Las ramificaciones legales y de privacidad del caso siguen siendo escalofriantes décadas después.

Para la prensa, él se convirtió en una estrella de rock con una vida alocada y un pene enorme. Ella, en una golfa. Pamela Anderson cayó en desgracia y pasó a ser, como ella misma explica, “un chiste en los late nights, un personaje de dibujos animados, una caricatura”. La fama fue orillándola, no supo gestionar su fortuna y a los pocos años acabó arruinada. “No soy buena con el dinero. Solo quiero que mi tarjeta de crédito funcione y poder hacerme las uñas”, reconoce en el documental.

Con los años, la actriz se ha reconvertido en activista medioambiental. Y el año pasado protagonizó el musical de Chicago en Broadway con críticas bastante halagüeñas. Estos dos detalles son usados en el documental con una música atronadoramente emotiva para subrayar el happy ending que tanto gusta en Hollywood, la redención final de Pamela Anderson, que ha pasado de golfa a actriz seria y comprometida.

Tommy Lee y Pamela Anderson en una foto de archivo.
Tommy Lee y Pamela Anderson en una foto de archivo.Denise Truscello (WireImage / Getty Images)

Hay en los últimos años una tendencia a documentar las etapas turbulentas de mujeres caídas en desgracia, a ofrecerles una oportunidad de redención —de su alcoholismo, sus problemas mentales o su naturaleza casquivana— siempre que esta sea pública. Quizá porque no sean ellas, sino la sociedad la que necesita un perdón, o al menos una justificación; una recreación del contexto social que explique por qué participamos en el circo y nos haga concluir con indulgencia: “¡Hay que ver! ¡Cuánto hemos cambiado!”. Sucedió de forma póstuma con el terrible documental sobre Amy Winehouse (Amy, 2015). Con el que se hizo sobre la tutela judicial de Britney Spears (Britney vs Spears, 2021). Y sucede ahora con Pamela Anderson.

Pamela Anderson convertía a hombres adultos en versiones adolescentes y cachondas de sí mismos. Larry King le preguntaba por sus tetas en la CNN. Jay Leno (modelo confeso en el que se basó Pablo Motos para crear El Hormiguero) la usaba como broma recurrente cuando no estaba o como invitada sexi a la que hacer bromas subidas de tono cuando la tenía delante. En el documental se la puede ver en repetidas ocasiones en escenas que han envejecido francamente mal. Entonces nadie levantó la voz. Todo el mundo rio la gracia. Incluso Anderson.

Ella entró al juego. Se cosificó como una forma de empoderamiento femenino, explica. “Fue la primera vez en la que me sentí libre”, dice sobre su debut en 1989 en la revista (y la portada) de Playboy. Lo hizo 13 veces más, convirtiéndose en la mujer que más portadas de la revista ha protagonizado en su historia. Ella hablaba con naturalidad de sus operaciones, de sus desnudos y su relación con el sexo. Pero eso no hizo que la cosa parara. La magnificó. Se veía hablando de sus tetas una y otra vez. “Pensaba: “¿en serio? ¿de esto estamos hablando otra vez? Pero les seguí la corriente. Fui muy naíf”.

Pamela y los hombres

Pamela Anderson, una historia de amor también habla de su relación con los hombres. Y para entenderla nos retrotrae a su pasado. Antes de ser un icono sexual, fue una niña traumatizada. Hay tres historias que marcan su infancia y adolescencia. La primera tiene tintes de realismo mágico. Anderson habla de cómo tramó la venganza de una niñera que la maltrataba. “Intenté matarla apuñalándola con un bastón de caramelo en el corazón”, explica la actriz, que parece, en ese punto, estar contando un cuento. No lo consiguió, pero le echó una maldición que surtió efecto: “Le dije que ojalá muriera y murió al día siguiente en un accidente de tráfico. Creí que era culpa mía”.

Anderson también habla de un novio que la lanzó de un coche en marcha, acabando ella en una zanja. Esta sería la primera de una serie de relaciones tormentosas con los hombres. Pero la historia más traumática es la de su primera experiencia sexual. “Él tenía 25, yo tenía 12. Me violó”, explica. “Creí que era mi culpa. Mi madre siempre estaba llorando por mi padre, no quería hacerle más daño. Así que no se lo dije a ella ni a nadie”.

Pamela Anderson y sus hijos Dylan y Brandon Lee.
Pamela Anderson y sus hijos Dylan y Brandon Lee.GETTY

Su padre era jugador de póker y deshollinador, además de alcohólico. Se separó y reconcilió con su madre un millón de veces. Ella le solía decir a Pamela: “Soy un mal ejemplo, tu padre es un imbécil pero lo quiero. Tú no quieres a esos imbéciles, ellos tampoco te quieren como me quiere tu padre. Deshazte de ellos”. Le hizo caso. Pamela se ha divorciado cinco veces, la última durante el rodaje de este documental.

En él, va enumerando todas estas relaciones y pasos por el altar y el juzgado con gracejo e ironía. Especialmente memorable es el resumen que hace de su matrimonio con Rick Salomon, jugador de póker profesional (como su padre) y adicto. “Resultó ser un drogadicto, encontramos una pipa de crack bajo el árbol de Navidad. Él sigue negando que fuera suya, pero ¿quién va a esconder una pipa de crack en nuestro árbol de Navidad? Yo no fui”, dice Anderson.

Después de repasar todas sus historias, deja claro que Tommy Lee ha sido el gran amor de su vida. “Creo que prefiero estar sola a no estar con el padre de mis hijos. Es imposible estar con nadie más. Pero es imposible estar con Tommy tampoco, es casi como un castigo”, reflexiona. El romance empezó con una velada de champán y éxtasis en Cancún (México). Ambos acabaron tan colocados que pasaron la noche enrollándose y planificando su boda. Se casaron cuatro días más tarde, en bañador, en la playa. “Yo estaba saliendo con Kelly Slater [compañero en Los vigilantes de la playa]. Había quedado en que a la vuelta de Cancún iría a Florida para visitar a su familia, así que cuando le llamé para decirle que me había casado se quedó como: ‘¿Queéee?”.

La historia terminó con una denuncia por malos tratos y Tommy Lee en la cárcel, donde estuvo seis meses por pegarle una patada a la que entonces era su esposa. Anderson fue tajante: denunció y desapareció. Siguió el consejo de su madre y se deshizo de Tommy Lee. Después se casó unas cuantas veces más. Y las que le quedan. ”Le encanta casarse, quizá su cosa favorita en el mundo es enamorarse”, dice su hijo en el documental. “Y supongo que también le gusta la idea de desenamorarse”.

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Sobre la firma

Enrique Alpañés
Licenciado en Derecho, máster en Periodismo. Ha pasado por las redacciones de la Cadena SER, Onda Cero, Vanity Fair y Yorokobu. En EL PAÍS escribe en la sección de Salud y Bienestar

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