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“Esto ya lo hizo David”: lo que la moda española le debe a David Delfín

El diseñador malagueño, fallecido ahora hace cuatro años, rompió con prejuicios heredados, anticipó tendencias e inspiró a una nueva generación de creativos

David Delfín, durante un desfile en la pasarela Cibeles en 2016.
David Delfín, durante un desfile en la pasarela Cibeles en 2016.Bernardo Pérez Tovar

David Delfín (Ronda,1970-Madrid, 2017) idolatraba a pocos diseñadores de moda, pero admiraba profundamente a Martin Margiela. “Hubo un momento en que me sentía como se debieron sentir en Margiela en sus inicios”, cuenta Macarena Blanchón, quien fuera su directora de comunicación durante una década. No se refiere a la similitud de las prendas, sino al entorno; esa comunidad de creativos de distintas disciplinas unidos por la firme creencia de que están haciendo algo realmente rompedor. De hecho, lo hicieron. El núcleo duro de Davidelfín, la marca, lo componían los hermanos Gorka, Diego y Déborah Postigo, Bimba Bosé, Blanchón o Sara Cerro, rodeados siempre de amigos, artistas, arquitectos, actores y guionistas que ponían su talento al servicio, también por amor al arte, de las ideas rompedoras del diseñador malagueño.

Rompedoras y visionarias, porque lo que Delfín hizo en España en la pasada década se ha visto replicado mucho más tarde en las pasarelas internacionales. De hecho, empezó su andadura, hace más de 20 años, reciclando indumentaria militar, algo muy recurrente en la escena actual, y diseñando su propia tipografía para estamparla en camisetas con mensajes de su gran ídolo, el artista Joseph Beuys. “Recuerdo, cuando ya estaba enfermo, que hizo la colección con aquellas bufandas de fútbol. Él no sabía si presentar, porque no la había preparado completamente, y sin embargo un par de años después las puso de moda Balenciaga”, rememora Blanchón. Pepa Bueno, directora ejecutiva de la Asociación de Creadores de Moda de España, hace hincapié en ese don del diseñador para anticiparse a los tiempos: “La de veces que he pensado: ‘esto ya lo hizo David’. Como el tema de la ropa sin género, por ejemplo, que ahora está en la palestra. Él ya lo hacía, básicamente porque era su día a día, lo que vivía”.

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Por eso, quizá, su círculo coincide en que no se lo supo entender en su momento. “Nunca entenderé cómo en este país la prensa se muere por un diseñador internacional y dejan pasar a un artista tan único”, cuenta una de sus amigas íntimas, Melania Pan, exdirectora de Harper’s Bazaar. Macarena Blanchón añade: “Era muy difícil que las revistas incluyeran sus prendas”. De hecho, el reconocimiento mediático de David Delfín fue fruto de la incomprensión. Tras desfilar en la pasarela Circuit de Barcelona, germen de la vanguardia de la moda durante el cambio de siglo, el malagueño aterrizó en Cibeles en 2002 con una colección que homenajeaba a Magritte y a Buñuel. Modelos encapuchadas como en el cuadro Los Amores y sogas al cuello como en Viridiana o Belle du Jour. Pero el público quiso ver una referencia a la violencia de género o incluso a la Guerra de Irak. “Recuerdo que hubo gente que se levantó y se fue. Y claro, él no entendía nada. Se quedó frustradísimo”, rememora Pepa Bueno. Tras ese desfile, el diseñador malagueño envió un comunicado de prensa en el que declaraba: “No me arrepiento de la cultura”.

La cultura, en sentido amplio, era el alimento de David Delfín. Como su admirado Beuys, no se ataba a ninguna disciplina. Bailaba, pintaba, actuaba... (trabajó, entre otros, en la dirección artística de V.O., un cortometraje nominado al Goya en 2001, e hizo parte del vestuario de Los amantes pasajeros), pero en la moda encontró su canal para expresar sus referencias y, sobre todo, sus vivencias. Tomando ejemplo de otro de sus grandes ídolos, Louise Bourgeoise, creía en el arte como un modo de exorcizar traumas y demonios. De ahí sus características vendas-accesorio, aquel desfile fúnebre, In loving memory que le valió al premio al mejor creador joven de Cibeles en 2003 o la trilogía Inferno, un viaje en tres colecciones para narrar la pérdida de la identidad, el luto y el alivio. “El último regalo que me hizo fue el tatuaje de mi brazo, con su tipografía, y una frase de Louise Bourgeois: ‘He estado en el infierno, he vuelto, y déjame decirte que fue maravilloso”, relata Melania Pan.

Diseño de la colección que Delfín presentó en la pasarela Cibeles en 2002.
Diseño de la colección que Delfín presentó en la pasarela Cibeles en 2002. Desmond Boylan (Reuters)

El trabajo del diseñador rompió moldes en la escena nacional. Enseñó al país algo que era común en las grandes capitales del sector: que la moda, más que una herramienta para embellecer, es un canal para expresar emociones muy diversas y no siempre positivas. Pero también rompió prejuicios: su figura aunaba las obsesiones propias del intelectual con el carácter jovial y divertido del artista pop. Macarena Blanchón recuerda cómo le fascinaba “lo siniestro a la hora de crear”, pero que, en la vida diaria “era la persona más divertida del mundo, pura gracia andaluza”. Rompió, también, con otro estereotipo: el que sentencia que la moda de vanguardia no tiene un reflejo real en la calle. Mientras la opinión pública no sabía muy bien cómo ni dónde encasillarlo, él vendía sus camisetas con las frases de Beuys y sus bolsos deconstruidos. Hubo un tiempo en que, para algunos, llevar algo de David Delfín era casi un rito de iniciación a la modernidad. También para una nueva generación de diseñadores que crecieron viendo sus desfiles y descubriendo que otra moda era posible. “Lo conocí porque quise que me hiciera el traje para la boda de mi hermano”, recuerda desde París Jaime Álvarez, creador de Mans Concept, una de las firmas españolas con mayor proyección internacional. “Para mí fue un mentor. Me aconsejó cómo empezar, me ayudó con el proyecto de fin de carrera, me dejaba sus talleres… David Delfín fue el gran revolucionario; la mejor mente que ha dado de la moda española”.

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