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La última excentricidad de Bad Bunny, el cantante que hace lo que le da la gana

El músico puertorriqueño ha cumplido un sueño infantil y al proclamarse campeón de lucha libre en WrestleMania para después regresar a su música y anunciar gira en 2022

Bad Bunny en la gala de los Premios Grammy en Los Ángeles el pasado 14 de marzo.
Bad Bunny en la gala de los Premios Grammy en Los Ángeles el pasado 14 de marzo.Jordan Strauss (GTRES)
Maite Nieto

El ritmo trepidante de la música a veces descoloca y cuando un personaje ya ha quedado grabado en el chip reservado a esos nombres que no hay que olvidar para estar en la onda, va Bad Bunny y vuelve a descolocar a todos saliéndose de registro y proclamándose campeón de lucha libre profesional en WrestleMania, un evento de pago por visión producido por la WWE desde 1985. Ocurrió el pasado sábado día 10 y a algunos se les cruzaron los cables: ¿pero Bud Bunny no es reguetonero, compositor? ¿No ha ganado el Grammy a mejor álbum de pop latino o urbano del año con YHLQMDLG? Todo eso es cierto pero también lo es que parece seguir a rajatabla el acrónimo que da título a ese laureado trabajo y que no responde a otra cosa que a una auténtica declaración de intenciones porque YHLQMDLG significa “Yo hago lo que me da la gana”. ¿Queda claro?

Benito Antonio Martínez Ocasio (su verdadero nombre), nació en Vega Baja, Puerto Rico, hace 27 años. Su padre, Tito, era conductor de camiones, y su madre, Lysaurie, maestra de inglés. La salsa, el merengue y las baladas que entretenían a la madre le convirtieron en su corista casero en un “hogar feliz”, donde también crecían otros dos hermanos más pequeños, Bernie y Bysael, que siguen siendo los mejores amigos del cantante además de familia. La suya es de esas vocaciones que comienzan en la infancia, desde que empezó a formar parte del coro de la iglesia a los cinco años. Lo dejó a los 13 cuando por edad viró los ritmos eclesiásticos por los de artistas que escuchaba en la radio, como Daddy Yankee o Héctor Lavoe. De aquella época también proviene su afición por la lucha libre profesional y el skate, aunque lo que terminó por decidirse a estudiar fue Comunicación Audiovisual en la Universidad de Puerto Rico. Pero la música siempre estaba ahí, incluso mientras trabajaba como empaquetador en un supermercado y en paralelo iba subiendo canciones a la plataforma SoundCloud.

Así empezó la mística de Benito convertido en Bad Bunny (traducido como “conejito malo”), el nombre que adoptó viéndose en una fotografía de la infancia en la que aparecía con unas orejas de conejo y cara de pocos amigos. En cinco años escasos el rapero ha escalado y conquistados récords sin parar y lo ha hecho como le ha dado la gana, a su estilo, cambiando el son cuando ha querido y convirtiendo su estética en parte del juego. En 2020 fue el artista más escuchado del mundo en streaming con 8.300 millones de reproducciones y su álbum fue también el más escuchado, solo seguido por Drake y J Balvin.

Ahora puede gastar en lo que quiera, conduce coches de lujo pero mantiene su propio estilo, ese que incluso llevó a muchos de sus seguidores al límite del paroxismo cuando pensaron que se retiraba. Estrategia de marketing o una verdad a medias, la realidad es que lo que anunciaba era otra resurrección: adiós al antiguo Bad Bunny, bienvenido el nuevo, sea lo que sea lo que eso signifique. Lo cierto es que tanto si es uno u otro se rodea de los de siempre, entre ellos dos de sus amigos de la escuela secundaria, Janthony Olivares que funciona como hombre orquesta y mano derecha de Benito y Ormani Pérez, dj en sus giras. Los dos disfrutan de los lujos de la fama del compañero, entre ellos enormes sortijas con diamantes que deletrean el nombre del primer álbum de Bad Bunny, X100PRE, como observó el periodista que entrevistó al músico para la portada de The New York Times Magazine.

Habla un español puertorriqueño particular que ha convertido sus canciones en iconos en medio mundo, esas que crea sin estudio fijo y para la que puede utilizar su teléfono o su ordenador durante tantos ratos gastados en la carretera, en aviones o habitaciones de hotel. Pero la fama ya le ha llevado a tener un estudio portátil en un tráiler en el terreno de la casa de su representante, el lugar elegido hasta que el artista decida dónde quiere construirse su primera mansión. Algo muy alejado de la familia en la que creció, del “chamaquito humilde, de campo”, que dice era y que ahora no puede acercarse al río en el que se bañaba sin que le asalte una cohorte de admiradores. Tampoco anda el muchacho precisamente falto de ego y afirma sin complejos que YHLQMDLG es “el disco de reguetón que se merecía el reguetón”.

Le gusta rendir homenajes a los clásicos del género pero también apuntarse el tanto de ser creador por libre. Ni siquiera sus colaboradores conocen la versión final de sus trabajos hasta que se lanza públicamente una canción y así dice conservar la sorpresa y probablemente también la seguridad de que nadie se aprovechará de lo que no es suyo. Porque la fama, esa que llegó de repente y parece lo ha hecho para quedarse, también tiene esas cosas y ha exacerbado la tensión que Benito siente entre comprender lo que pasa en el mundo y su tendencia al hermetismo. La pandemia le ha servido para apagar el teléfono, conectar con el artista y volver con energía para anunciar una gira para 2022 que grandilocuentemente han bautizado El último tour del mundo, igual que su último disco, el primero completamente en español que debutó en el primer puesto de la lista Billboard 200.

Benito va creciendo al mismo tiempo que lo hace el éxito de Bad Bunny, sin un gran sello musical detrás y cantando en su lengua natal. Eso puede romper a la persona, como ha ocurrido con otras leyendas tempranas, o hacerla crecer refinando incluso su exuberante puesta en escena tan característica. Mientras se espera el resultado el mundo sigue bailando a sus pies. Él mientras piensa que “algunos días es difícil no estar loco”, pero parece que triunfa la felicidad de ver cómo hace disfrutar con su música. Aunque el escándalo acompañe a veces al éxito y abunden las críticas sobre sus letras explícitamente sexuales y machistas que él trata de equilibrar con gestos que reivindican el feminismo y la tolerancia.

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Sobre la firma

Maite Nieto
Redactora que cubre información en la sección de Sociedad. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora de información local de Madrid, subjefa en 'El País Semanal' y en la sección de Gente y Estilo donde formó parte del equipo de columnistas. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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