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La maldición de los bailaores: escándalos, drogas y cárcel

Los problemas de Rafael Amargo con la justicia no son los únicos en el mundo de las tablas. Antonio Canales y Farruquito protagonizaron otros en el pasado

Desde la izquierda: Rafael Amargo, en 2014; Antonio Canales, en Mérida en 2000; y Farruquito, en Madrid en 2016.
Desde la izquierda: Rafael Amargo, en 2014; Antonio Canales, en Mérida en 2000; y Farruquito, en Madrid en 2016.EFE (Agencias)
María Porcel

Martes, 1 de diciembre. En un día soleado en Madrid, a las puertas del invierno, saltaba una noticia inesperada. El bailarín granadino Rafael Amargo, de 45 años, era detenido en la capital en una operación policial, acusado de delitos de organización criminal y tráfico de drogas. Cayeron él, su actual esposa, su productor y un amigo. Los agentes llevaban tras su pista casi un año. La Fiscalía pidió prisión para él pero el jueves 3 de diciembre, tras declarar ante el juez, el bailaor y su pareja fueron puestos en libertad, aunque están obligados a comparecer en un juzgado los días 1 y 15 de cada mes y no pueden salir de España ya que se les han retirado los pasaportes. El caso no ha terminado.

Amargo y los otros tres detenidos han evitado la prisión por tener “domicilio conocido y arraigo”, pero siguen estando acusados de un delito contra la salud pública (tráfico de drogas) y otro de pertenencia a organización criminal. No es el primer escándalo al que se enfrenta el bailaor, acostumbrado a ser carne de la prensa no solo por su arte, sino también por sus salidas de tono. De hecho, al salir del juzgado, calificó de “poca vergüenza y poca humanidad” haber pasado dos días “tirado en el suelo” de un “calabozo comido de mierda”. Al final, el estreno de Yerma, su adaptación del clásico de Lorca que estaba previsto para esa semana, pasó del jueves al viernes con una rueda de prensa antes en las que aportó su versión de los hechos.

Conocen la fama, bailan en los mejores teatros y, los más poderosos, forman parte de sagas que triunfan de abuelos a nietos, pero sus vidas las marcan tragedias, drogas, relaciones complicadas e incluso muertes. Jesús García (nombre real de Amargo), que se ha autodefinido como “políticamente incorrecto y emocionalmente promiscuo”, ha sido el último en caer. El bailaor vive su tercer matrimonio, ahora con Luciana Bongianino, su asistente de producción, tras pasar seis años (2003-2009) con Yolanda Jiménez, madre de sus dos hijos, y uno (2012-2013), con Silvia Calvet. También ha mantenido relaciones con hombres como uno muy poderoso del mundo del arte del que nunca ha querido desvelar su identidad y el modisto Stephane Rolland.

“No me he casado con un hombre porque no lo he encontrado. No lo descarto. Pero es muy difícil. Es más fácil armar una familia con una mujer que con un hombre. Con un hombre es complicado. Existe mucha promiscuidad. Tendría que encontrar un tipo como yo. Igual con alguien que también tenga hijos. Tengo que buscar otro formato, inventarme otro tipo de pareja. Están los heterosexuales, los homosexuales... Y luego yo: hombre que ha tenido mujer e hijos y que a la hora de la verdad vive mejor con hombres. Pero ahora estoy soltero y en la gloria”, decía hace un par de años a ICON.

Sus polémicas por ser el primer hombre en posar con un desnudo integral en Interviú, por querer proclamar un “día del orgullo hetero”, por denostar el uso de la palabra maricón y compararla con “ser terrorista” o por querer participar en GH VIP 7 y ofenderse por el rechazo del programa le han puesto en la palestra y han ensombrecido sus méritos como el premio Max o las medallas de Andalucía y de Oro al Mérito de las Bellas Artes en 2016.

En la rueda de prensa posterior a su liberación, sin citarlo, Amargo tuvo presente a otro compañero de tablas: Antonio Canales. A sus 58 años, el trianero iba a ser parte de Yerma, pero al final salió del espectáculo. “Esa persona a mí no me ha llamado todavía”, dijo de él Amargo, sin querer siquiera citar su nombre. “Me hubiera gustado que estuviera aquí conmigo”.

La historia de Canales también ha sido, cuando menos, agitada. En el año 2000 sufrió un incidente en un aeropuerto de Nueva York, cuando pasó horas, según su versión, retenido, semidesnudo y atado a otras personas con grilletes. El motivo de su detención se debió a que unos años antes la policía de Miami le había encontrado hachís en un bolsillo.

También bisexual y también unido a una mujer (“Malen lo sabía cuando se casó conmigo”, se ha visto obligado a explicar). En 2011 estaba en una playa nudista gay de Sitges (Barcelona) cuando fue grabado practicándole una felación a su novio. Le avisó su hijo cuando vio por televisión las imágenes en la habitación del hotel en el que se alojaban. Canales se vio incapaz de soportarlo: su pareja le había vendido por apenas 14.000 euros. “Pensé en suicidarme y he tardado casi cuatro años en remontar”, contaba a este diario en 2015, “pero ahora estoy en mi segunda juventud”.

En sus días de mayor fama, allá a primeros de los 2000, el bailarín de moda era Joaquín Cortés. Acostumbrado a los escenarios desde niño, logró popularizar el flamenco y llevar el nombre de España por todos los rincones del planeta con su trabajo y su capacidad vanguardista. Pero no sin polémica. En 2010 fue condenado a un año de prisión (que no tuvo que cumplir) por quedarse con 700.000 euros de unos socios y en 2012 fue acusado de apropiación indebida por una supuesta estafa en una discoteca, aunque resultó ser inocente. Ha sido novio de modelos como Marisa Jara, María Pineda e incluso de Naomi Campbell (que se tomó una sobredosis de barbitúricos en Las Palmas tras una pelea con él), y se ha quejado de ser perseguido por la prensa. Ahora, el cordobés, de 51 años, lleva 10 años con su pareja, la psicóloga Mónica Moreno, juntos esperan a su segundo hijo y está a punto de estrenar en Madrid.

Mucho más trágica ha sido la historia de uno de los mejores bailaores del país. Juan Manuel Fernández Montoya, Farruquito, debutó en Broadway con cinco años junto a su abuelo, que se había casado con 14 años, fue padre con 15 y se quedó viudo a los 16.

El padre de Farruquito murió a los 42 fulminado en Argentina por un infarto cerebral en plena actuación. Su hijo se convirtió en su heredero, pero vivió su hecatombe en 2003, cuando conducía sin carné por Sevilla y atropelló a un hombre de 35 años, que murió a las pocas horas. Confesó el bailaor haber urdido un plan para librarse, pero finalmente se declaró culpable y fue condenado a tres años de cárcel. Cumplió 14 meses por buena conducta.

La carrera de Farruquito, como la de Canales, se vio afectada por sus baches personales. Como artistas han sido creadores, visionarios e innovadores, pero su deriva personal les ha pasado factura. “Quiero seguir bailando, que es lo mío”, exclamaba Amargo tras su detención, logrando finalmente estrenar su obra. “Y no es que vaya a dar un paso atrás, sino que doy tres adelante”, remachó. Para ello, sin embargo, habrá que esperar.

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Sobre la firma

María Porcel
Es corresponsal en Los Ángeles (California), donde vive en y escribe sobre Hollywood y sus rutilantes estrellas. En Madrid ha coordinado la sección de Gente y Estilo de Vida. Licenciada en Periodismo y Comunicación Audiovisual, Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, lleva más de una década vinculada a Prisa, pasando por Cadena Ser, SModa y ElHuffPost.

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