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La paradoja y el estilo
Columna
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Carolina no dijo eso

La polémica podría pecar de, precisamente, lo que quiere inculcarle a la diseñadora: atacar a una persona por su edad y su aspecto

La diseñadora Carolina Herrera, en Nueva York en febrero de 2019.
La diseñadora Carolina Herrera, en Nueva York en febrero de 2019.Gilbert Carrasquillo (GC Images)
Boris Izaguirre

Carolina Herrera, nuestra allegada y famosa diseñadora de origen venezolano, ha afirmado que jamás ha dicho que ponerse minifalda y llevar pelo largo después de los 40 años resta clase a quien lo haga. En Instagram, donde se originó la controversia, y en los programas de televisión matutinos manifiestan que sí lo dijo en una entrevista al Daily Mail por motivo de sus 80 años. He releído la entrevista y en ella Herrera comparte sus herramientas para mantener su estilo “por encima de los años y la edad”. Según esas declaraciones, la diseñadora sostiene que no es buena idea aparentar una edad que ya no tienes, que algunas prendas pueden dar esa sensación. Y que la elegancia es mucho más que estar bien vestido. “Es una actitud, una manera de pensar, una educación”. Y agrega su famoso dictum: “El mejor aliado para una mujer es un espejo de cuerpo entero, para que veas qué te falta y qué te sobra”. No hay mención de que vestir vaqueros, minifaldas o melenas largas reste clase a las mujeres de ninguna edad. “Los vaqueros son para una cierta edad, cuando llegas a otra, prueba algo diferente”, es lo que dice en la citada entrevista.

La polémica podría pecar de, precisamente, lo que quiere inculcarle a la diseñadora: atacar a una persona por su edad. Y su aspecto. Y trastocar el deseo de Herrera de que la mujer no se vea obligada a engañarse para complacer a los demás. “No me gusta dar consejos”, ha explicado Herrera en una conversación reciente. “Creo que mi trabajo es ayudar a que la mujer se sienta bien consigo misma. Me asombra que esta polémica suceda justo en un momento tan difícil como el que estamos viviendo”. A mí también, por eso decidí llamarla, pero Carolina, con su característica suavidad y firmeza, prefirió deslizar su característico humor: “He visto un meme donde salgo bien peinada y seria diciendo: ‘¡A partir de ahora hay que comer las empanadillas con cuchillo y tenedor!”.

Quizás sea más importante el sentido del humor que la elegancia, en un mundo atrapado por las redes sociales parece más fácil ofender que divertir. Tendríamos que estar felices porque las mujeres hayan superado los prejuicios sobre la edad y cómo deben de vestirse. Si Amaia Montero aparece ahora con tipazo y una figura guitarra, lo hace porque le hace feliz. Si hace 40 años no podías cumplir 40 alegremente, pues ¡enhorabuena! “Yo he llevado el pelo corto durante los 40 años de mi actividad porque me ayuda mucho. Pero no pretendo que sea una imposición”, ha dicho Herrera en otras entrevistas.

La vida impone y descompone, como el ambicioso y fraudulento historial del europarlamentario húngaro, József Szájer, homófobo y mano derecha del ultraconservador presidente Viktor Orbán, que intentó escapar de una orgía de 25 hombres por la ventana de un apartamento coqueto y bien situado en el centro de Bruselas cuando llegó la policía porque estaban saltándose el confinamiento. El ultraconservador y orgiástico europarlamentario ha dimitido, pero tendrá más difícil divorciarse de su esposa por los firmes valores tradicionales de ambos. Si le sirve de algo, podría explicar su participación en la orgía mayoritariamente masculina, asumiendo estas celebraciones como un valor tradicional. Desde luego no son censurables, pero tampoco son una moda pasajera. Porque esas felices fiestas sexuales vienen de culturas ancestrales y hay que saber encajarlas. Lo sorprendente es que Szájer condene las uniones legales entre hombres, pero participe, activa o pasivamente, en las ilegales. Quizás ese eurodiputado ambicioso e hipócrita podría defenderse aduciendo que son gajes del oficio, que estaba realizando trabajo diplomático.

Diplomacia hace Semana con un titular impagable, Alquilan Ambiciones, mezclando ambición y poesía. Ocurre que la célebre finca propiedad de Jesulín de Ubrique busca sanearse económicamente y podrá alquilarse para eventos. Una boda ambiciosa, una noche larga con allegados o una fiesta sexual con su pizca de morbo y minifaldas a gogó.

Se podrá ver la puerta por la que despacharon a Belén Esteban junto a su hija con el torero. Las pusieron de patitas en la calle. Deslizar la mano por esos kilómetros de balaustrada blanca que dominan la ambiciosa estética de la propiedad. Pero yo quisiera acercarme al lugar donde reposa para siempre Currupipi, el tigre al que Jesulín estuvo muy allegado durante los años noventa. Jamás superé el día en que Belén Esteban, vía telefónica, me comunicó que Currupipi había fallecido. Muchos estamos convencidos de que su deceso, junto al de aquel elefante en Bostwana, fue el principio de esta loca y rocambolesca época.

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