Reinventarse, el último gran truco del Mago Pop
Antonio Díaz, su verdadero nombre, trabaja en un nuevo proyecto para televisión, entra en Netflix y gestiona su propio teatro de Barcelona, el Victòria, a la espera de dar el salto a Broadway
Todo lo que hace el Mago Pop (Badía del Vallès, Barcelona, 1986) lo hace a lo grande. A nivel mundial, globalizador. Acumula registros de récord: es el mago europeo más taquillero del mundo; es el artista español que más entradas ha vendido durante los tres últimos años (más de 800.000 de La gran ilusión); es el primer ilusionista europeo en tener un programa de televisión (El mago Pop) que se emite en 148 países a través de Discovery Max; el año pasado se compró un teatro (sic) y, si no llega a ser por la covid, ahora mismo estaría en Broadway con su espectáculo ¡Nada es imposible! Desde el pasado 28 de octubre su magia también ha llegado a Netflix con La gran ilusión, el montaje que lo catapultó a la fama, en el que se pasea por todo el planeta sorprendiendo a transeúntes y a famosos.
Este mago, actor y empresario, de nombre Antonio Díaz y originario de un pueblo de la periferia norte de Barcelona, se ha codeado con el famoseo mundial. Él, que siempre se ha definido como un chico tímido, ha dejado boquiabiertos a actores, a cantantes, a deportistas… y, le encanta recordarlo, al mismísimo Stephen Hawking, máximo exponente de la racionalidad humana, ante el que hizo flotar una bola de papel arrugado y, con una llamarada, la convirtió en una manzana. “Asombroso”, claudicó el mago… de la física.
Pero Antonio Díaz sabe de dónde viene y ha presumido de espíritu solidario al ofrecer galas benéficas, también, por todo el mundo, o colaborar con iniciativas como ChasCar, una asociación sin ánimo de lucro que lucha contra las enfermedades infantiles. Ese espíritu encaja, en realidad, en su carácter reservado: reconoce que fue “el niño más friqui del planeta” y que lo de ligar nunca se le ha dado bien, que no renunciaría a una cita con Maribel Verdú o con Scarlett Johansson, dos de sus actrices preferidas, y que espera poder vacilar a Coldplay, de los que se declara fan. Un tipo discreto, con cara de niño, que siempre agradece a su familia y a sus amigos el apoyo que le han brindado. Tan normal que asegura que por la calle no lo suelen reconocer si no va vestido de Mago Pop (un lujo, desde luego).
Alguien que dice que la ilusión de su vida era tener un teatro propio y lo consigue no es que sea un mago, es que es un empresario. Un año antes de la pandemia, en marzo de 2019, Antonio Díaz, sin ningún socio detrás, sin ningún partenaire, compró a Tres X Tres (que forman la productora artística Dagoll Dagom, la compañía El Tricicle y el grupo Anexa) uno de los mitos del Paral·lel, que fue el Pavelló Soriano en los primerísimos años del siglo pasado y, desde 1916, Teatre Victòria. Mantenerse al frente de un teatro él solo es un reto que ya había comenzado con buen pie: “Basta con ver que en dos horas ha vendido más de 100.000 euros de entradas de su espectáculo”, dijo Rosa Cisquella, de Dagoll Dagom, el día de la presentación de la operación de venta, de la que no han trascendido cifras.
De la pandemia, entonces, todavía no había noticias. Pero la trayectoria en la gestión del teatro era francamente buena: cuando se declaró el estado de alarma, en el mes de marzo de este año, y se cerraron los espacios culturales y de ocio, el Teatre Victòria tenía todas las entradas vendidas de su espectáculo ¡Nada es imposible! hasta junio. Las 1.200 localidades iban a estar ocupadas todos los días de función hasta el verano. Pero no hubo magia para evitar que el telón cayera como una losa también allí, claro. Así que lo que se sacó de la chistera el Mago Pop fue un programa en TV3 en el que famosos de todos los ámbitos lo visitaban en el jardín de su casa. Y quedaban boquiabiertos, como el público presente y como los telespectadores. Ahora Antonio Díaz está “desaparecido” preparando un misterioso proyecto para televisión.
Hay quien dice que el Mago Pop es el único en España con potencial para montar un espectáculo en Broadway. De hecho, estaba previsto que ¡Nada es imposible! hubiera pasado por aquella calle de Nueva York este verano. El espectáculo, que en 2019 batió récords de preventa (por encima de El Rey León, ahí es nada) tiene toda la maquinaria de un gran espectáculo, no solo a nivel empresarial sino a nivel artístico. Antonio Díaz es licenciado en el Institut del Teatre de Barcelona e imprime a sus obras una mínima dramaturgia, el sueño de volar (en el caso de este espectáculo), que hilvana toda la función, por la que pasan sorprendentes números de prestidigitación, de manipulación y multiplicación de cartas, de asombrosos trucos de magia hasta que, no es ningún spoiler, en una caja de metacrilato, vuela.
En la cresta de la ola desde hace años, le ha caído también alguna crítica del sector. La prestigiosa revista Genii lo acusó de utilizar trucos de otros colegas sin permiso. Teniendo en cuenta que patentar (y documentar, claro) un truco de magia es complicado, cuando no sacrílego, el problema es, más bien, de ética. “Soy un intérprete de la magia”, se limitó a defenderse, “versionar a los clásicos es casi una obligación”.
“Los próximos 10 años van a ser mi gran momento”, declaró a este diario hace dos años. Restan, pues, ocho años de momento-Mago Pop. Tal vez su próxima parada no lo aleje, precisamente, del Paral·lel: “Me encantaría que sea nuestro Broadway o nuestro West End”, confesó cuando compró el Victòria. Recuperar lo que fue esta avenida hace un siglo es una de las asignaturas culturales pendientes que arrastra Barcelona.
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