Risotto sin mover un dedo (o casi)
¿Te gusta el risotto pero te da pereza remover el arroz como un poseso durante un cuarto de hora? Aquí tienes la fórmula mágica para obtener el mismo resultado cremoso sin dar ni golpe.
El risotto me gusta por tres motivos: por su cremosidad, por su capacidad para encajar todo tipo de ingredientes y porque para mí siempre será un plato noventero (mis disculpas a los italianos, pero en España se puso de moda en esa década). Lo que no me pone tanto es la matraca de ir añadiendo el caldo poco a poco y de remover el arroz sin parar durante toda la cocción. Esa es la manera tradicional de lograr que quede en su punto, que incluye como bonus track la amenaza permanente de que los granos se peguen a la cazuela. Un estrés.
Por suerte para los histéricos a la par que vagos como yo, existe otra forma de hacer risotto mucho más cómoda y relajada. La descubrí en The Food Lab, una de mis secciones favoritas de la web Serious Eats. En este laboratorio de la comida han sometido a pruebas científicas la elaboración de un montón de platos, y se suelen llevar por delante muchos mitos culinarios que todo el mundo daba por buenos. Sus ensayos sobre el risotto son la base del vídeo de hoy, y doy fe que el resultado de su fórmula está igual de bueno (o más) que el tradicional.
La receta de The Food Lab es básica a más no poder, pero la idea es que la adaptes como te venga en gana. O que la dejes tal cual, que tampoco es ninguna mala idea si dispones de un buen caldo, un vino blanco decente y un parmesano o queso similar de alta calidad.
Dificultad: Para influencers de moda.
Ingredientes
- 400 g de arroz bomba, arborio o carnaroli
- 1 l de caldo de pollo
- 250 ml de vino blanco
- 200 ml de nata líquida
- 85 g de queso parmesano rallado (o un queso curado similar)
- 1 cebolleta pequeña
- 1 diente de ajo
- 2 cucharadas de mantequilla
- 2 cucharadas de aceite de oliva
- Sal, pimienta y tomillo fresco
Instrucciones
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