Limones helados
Poseídos por Karina sacamos del baúl de los recuerdos los limones rellenos, un postre injustamente relegado a los lineales de congelados más inmundos. Es fácil, rico y resultón a su manera.
Los pobres limones rellenos ven la vida pasar con tristeza desde el fondo de un congelador. Ya sea dentro de un arcón sellado en el año 1987 o en un refrigerador de postres incorruptos para bares de carretera y chinos de barrio, los limones lloran amargamente. Igual que la Comtessa o la tarta al whisky, son un juguete roto de la industria heladera. Un postre que vivió sus momentos más felices en sobremesas de chiringuito junto al humo de tabaco negro, los cócteles valencianos y los chupitos de Fundador.
Aunque no causaban la misma fascinación infantil que el pijama o los batidos con bengala, los limones helados contaban con la emoción que suscitaba la “comida matrioska”, o lo que es lo mismo, la comida dentro de comida. La ensaladilla servida en aguacates o la piña rellena eran algunas de sus manifestaciones, pero ninguna tan lúdica como ese limón con sombrerete que te hacía guiños desde el armario heladero del restaurante. Luego, ya se sabe, vino la modernidad y los limones helados acabaron en el arroyo del lineal de congelados, marginados en el sector del lumpen y la cascarria en compañía de la barra de corte tres sabores.
Toca pues decirles eso tan ochentero de “no permitiré que nadie te arrincone” y sacarlos a bailar. En sus tiempos se rellenaban de sorbete más duro que la pata de un santo, así que yo he optado por una receta cremosa. Más aún, y os lo digo yo que los he hecho unas cuantas veces, quedan mejor sin congelar el relleno. En caso contrario hay que cogerlos con la mano para poder sacar el helado con la cucharilla o dejar que se derritan un buen rato, aguando el resultado.
La simple cáscara congelada del limón es un recipiente perfecto, aromático y frío, para comer esta especie de mousse veraniega hecha con leche evaporada. Sí, esa leche concentrada que dejas pasar siempre en el supermercado se puede montar igual que la nata y solamente con un 6% de grasa: tan sólo necesita estar muy fría y algo de paciencia con el batido.
En caso de que no la tengáis a mano o de que no os dé la gana aligerar nada, se puede sustituir por nata para montar. La leche condensada ayuda a que el helado no se cristalice -por si los queréis congelar- y a conseguir un mayor espesor, porque las proteínas que contiene se cuajan en contacto con el ácido del zumo de limón. El toque maestro se consigue dándole aún mayor frescor al conjunto con un poco de menta o hierbabuena, infusionada previamente con la leche evaporada antes de montarla.
Dificultad: Mucho más fácil que recordar a Karina de joven.
Ingredientes
Para 4 personas
- 4 limones grandes
- 150 g de leche condensada
- 200 ml de leche evaporada muy fría (o nata para montar)
- Opcional: un puñado de hojas de hierbabuena o menta
Instrucciones
Toque maestro opcional: infusionar previamente la leche evaporada (o nata) con hojas de menta o hierbabuena, hirviéndola con ellas y dejando reposar durante 15 minutos. Colar y enfriar para poder montarla tal como dice la receta. También se pueden picar finamente las hierbas y añadirlas directamente a la crema.
¿Has intentado hacer esta receta u otras de El Comidista, y no te han salido bien? Quéjate a la Defensora del Cocinero enviando un mail a defensoracomidista@gmail.com
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