Galletas de jengibre, cardamomo y mantequilla
Suaves, especiadas, mantecosas, dulces y peligrosas, porque te puedes comer 20 sin darte cuenta. Así son estas galletas, perfectas para acompañar un té o un chocolate una tarde fría de invierno.
Te lo digo desde ya: no te van a quedar perfectas. No te lo tomes como un insulto, todo lo contrario. No te van a quedar perfectas, pero, por otro lado, ¿quién lo quiere? Lo bonito de preparar galletas en casa es —al menos para mí, que las hago a lo salvaje, sin moldes— tener la certeza de que cada vez que te vayas a llevar una a la boca será diferente. A veces quedan más finas y crujientes, a veces quedan más gruesas y blandas, y nunca son exactamente iguales en su forma. Una maravilla.
Hace años descubrí en el Reino Unido las galletas de jengibre. Además, compraba las más baratas que encontraba en el súper, a unos 40 peniques el paquete. Lo que más me sorprendió de ellas fue, sin duda, el ligero picor que dejaban en la lengua después de unos segundos, algo impactante para mí por aquel entonces —y estamos hablando de 2009—, pues había probado el picante en salado, nunca en dulce. Una maravilla.
Y aquí estoy, con mantequilla por todas partes y, como decía Ibán Yarza en su libro Pan casero (Larousse, 2013), «con la cara pegada al horno». Si no te va tanto el jengibre como a mí, prueba a meterles canela, piel de lima, vainilla o cualquier aromático que te guste. Si quieres darles una vueltecita de tuerca, añade tres cucharadas soperas de sésamo tostado.
Dificultad: Baja. De primero de galletería.
Ingredientes
Para unas 18 galletas hermosas
- 250 g de mantequilla
- 150 g de azúcar moreno
- 2 huevos
- 400 g de harina de trigo
- 1/2 cucharadita de levadura química
- 40 g de jengibre fresco
- 3 vainas de cardamomo
- Una pizca de sal
Instrucciones
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