Cerveza de jengibre de los cinco
La cerveza apta para todos los públicos que refrescaba a los ídolos de la infancia de los nacidos en los setenta. Para acompañarla, los míticos emparedados de huevo y jamón.
“Se sentaron a tomar el té, ¡ojalá no hubieran almorzado tanto! Sobre la mesa había un gran jamón, crujientes rebanadas de pan, lechugas frescas, rábanos y en el aparador un enorme pastel y una fuente llena de ricas tortitas. También había bloques de mantequilla y jarras de leche, además de miel y mermelada casera.”
Los libros de Los Cinco fueron un claro tormento y fuente de muchos traumas infantiles. No por sus aventuras inverosímiles ni por su entrañable traducción latina, sino porque los chavales protagonistas se pasaban el argumento entero zampando sin parar. Los muy puñeteros te hacían mirar con tristeza y desesperación el bocadillo de chorizo de Pamplona (o de mortadela con Tulipán) que te daban para merendar.
Daba igual que fuera con Los Cinco, los Siete Secretos o Torres de Malory; la pérfida Enid Blyton nos hacía soñar con montañas de emparedados y botellas frías de cerveza de jengibre. En casa, con suerte, los días que tu madre se levantaba rumbera te ponía bocata de pralín de Zahor. Y el té, en vez de estar asociado a pasteles de fruta y bollos era signo de gastroenteritis. Lo de la cerveza de jengibre sonaba exótico y misterioso, sí, pero no era alarmante. Al fin y al cabo estábamos acostumbrados a los tragos de Quina Santa Catalina y otros espirituosos familiares.
Seguramente ahora las ediciones revisadas de Los Cinco hayan aligerado las cuchipandas y usen la palabra “sándwiches” en vez de la sacrosanta “emparedados”. Pero el poso se nos ha quedado dentro y por fin, varias décadas después podéis daros el capricho friki de beber este mejunje y descubrir a qué porras sabe. Es una bebida carbonatada con sabor a jengibre y limón, básicamente. Está sorprendentemente buena una vez se han bebido un vaso o dos, aunque depende de si sois amantes confesos del jengibre. Si no lo sois, optad por un emparedado de jamón, huevo y tomate y un chute de Tang.
El efecto burbujeante se puede conseguir mediante fermentación con levadura de cerveza, relativamente fácil de encontrar ahora que vivimos el boom de las cervezas caseras. Tampoco penséis que nos va a salir un géiser de la botella, es un gas ligerillo. Si no dais con la levadura (ojo que no es la de dietética que da lustre al cabello), no os queréis complicar o no deseáis exponer a los niños al efecto del ínfimo alcohol producido por la fermentación, se puede hacer un apaño. La versión light requiere de polvos de gaseosa (unos sobres con bicarbonato y acidulante) para gasificar la bebida antes de tomarla a razón de dos sobres de cada color por litro de agua. Otra opción es recortar el agua a la mitad para elaborar un concentrado y añadir a cada vaso un chorro generoso de sifón o soda.
En caso de que os haya entrado un perrenque nostálgico, podéis incluso organizar una comida temática con las recetas blytonianas que circulan por internet e incluso comprobar qué y cuánto comían Ana, Jorge, Julián, Dick y Tim.
Dificultad: Apta para parvulitos.
Ingredientes
Para 2 litros de bebida:
- 1 limón grande
- 200 g de azúcar
- 30 g de jengibre fresco y pelado
- 2 l de agua
- 1 cucharada de levadura para cerveza S33 (la que a mí me recomendaron)
Instrucciones
¿Has intentado hacer esta receta u otras de El Comidista, y no te han salido bien? Quéjate a la Defensora del Cocinero enviando un mail a defensoracomidista@gmail.com
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