Estos son los tipos que quieren hundir tus comidas de Navidad
Salvemos a las grasientas cenas festivas de veganos radicales, 'foodies', enemigos del gluten y gastrónomos de medio pelo: todos quieren aguarnos la fiesta (y la ingesta).
Alerta roja: lo que está en juego no es otra cosa que el prestigio del colesterol navideño nacional. La cena o la comida de Navidad, dos pilares del cólico español de toda la vida, corren serio peligro de sumirse en el papanatismo.
No hace mucho, estos encuentros eran bacanales suicidas en comunión, pero los mal llamados 'nuevos tiempos' están convirtiéndolos en ingestas fragmentadas y aguafiestas. La neurosis gastronómica, el postureo, la obsesión por comer sano, Instagram, Dabiz Muñoz, los foodtrucks… La era gastro-foodie-millennial ha generado una colección interminable de injerencias que pretenden sustituir el lomo embuchado, los canelones y el cochinillo por cachos de tofu, baos, rollitos de quinoa y ceviches varios. Si renunciamos al vértigo de despeñarnos junto a toda la familia por un acantilado de sobrepeso, malestar y reflujo, ¿qué otra diversión autodestructiva nos queda el resto del año?
En caso de que te toque preparar una de estas comidas durante las fiestas, asúmelo: tendrás que confeccionar varios menús a gusto de cada neura y lidiarás con personajes que intentarán amargarte esa ingesta de 3.000 calorías con las que has estado soñando todo la temporada. Como dice el anuncio: devuelve en casa por Navidad.
Veganos radicales
Al vegano radical se la sopla que hayas estado seis horas encerrado en la cocina, rellenando capones con una mano y removiendo la bechamel con la otra. No te dará una sola concesión, y apartará esas lonchas de longaniza como si estuvieran rociadas con polonio.
Así pues, tendrás que prepararle una degustación a la carta, porque no tenías planeado incluir hummus de tupinambo y turrón de kale en el menú. Puede ser que el sujeto, amargado por los gemidos de placer de la Liga Grasienta, la emprenda con los otros a golpe de proselitismo y superioridad moral. Si comienza a echar la bronca al personal por engullir animales muertos, le quitas el vino, el cava, los chupitos de orujo y el SingStar, y volverá a ser dócil como ese corderito que jamás se comería.
Vegetarianos, flexitarianos, macriobióticos…
El veganismo no es el único quebradero de cabeza que deberás superar en una cena navideña. De hecho, tendrás que hacerte una chuleta a boli en el antebrazo con el resto de códigos. Tu sobrino de repente es vegetariano; en lugar de capón, quiere lasaña de espinacas: y tú quieres hacerle daño, claro. Resulta que ahora tu tía es flexitariana; seguramente ni ella misma sabe lo que significa eso, dile que las pechugas son de gallinas en libertad que escuchan música clásica y a lo mejor cuela. ¿La novia de tu hermano sigue una dieta macrobiótica y tú sin saberlo? Coge un par de hojas de escarola y espolvoréalas con semillas de sésamo y comida para peces. ¿Qué diablos dice tu cuñada? Que es crudivegana o algo parecido… Y así ad infinitum.
Falsos veganos
Se coge antes a un falso vegano que a un cojo, y el postureo contra la proteína animal no suele aguantarle la mirada a una cena navideña española. Acerca la bandeja con jamón ibérico y foie a escasos centímetros del falso vegano, y espera que los efluvios del berraco curado y el hígado de oca hagan efecto. A la que se haya aburrido masticando pepino, soltará aquello de: "Venga, va, un día es un día", y acabarás amenazándole con un objeto contundente para quitarle a el plato de torreznos de las manos.
Flipados de la paleo dieta
Tu cuñado se flipó con el libro de paleo dieta que le tocó en un sorteo radiofónico. Te han avisado de que le hicieras algo que estuviera en su línea nutricional, pero no tienes carne de mamut en el congelador y después de preparar 258 canelones no estás para tanta pijada. De modo que le pones un cogote de cordero crudo pinchando en un palo y dos nabos hundidos en una maceta. Si recela, le muestras un vídeo de En Busca del Fuego y le sueltas: "¿Crees que ellos comían mejor?".
Foodies
Si quieres que el novio foodie de tu hija esté calladito, tendrás que aplicar un extra de creatividad a tu obra. Ten por seguro que todo lo que le sirvas aparecerá detallado en su cuenta de Instagram, así que epátale con idas de olla en la composición: tiras de zanahoria muy locas, trazos impresionistas de salsa, lascas de pizarra en lugar de platos, alguna flor lanzada ahí, a la sopa boba…El tipo estará todo el rato con la nariz pegada al móvil y no tendrás que escucharle hablar sobre baos, ceviches, ramen, pokes, Bon Iver y otras palabrejas que no entiendes.
Nuevos gastrónomos
El sueño de la cocina produce gastrónomos. Cada vez en mayor número y cada vez más crecidos. El nuevo gastrónomo es como el nuevo rico, siempre dispuesto a alardear de su superioridad culinaria adquirida por fascículos. Cualquier excusa le servirá para recordarte la experiencia religiosa que vivió en Sacha; o ese colibrí alirroto liofilizado que se zampó en un tres estrellas Michelin de Nueva Zelanda; o esa visita al ABaC y su encuentro con Jordi Cruz: "Es más bajito en la vida real".
Trappers
¿Sobrino adolescente con grupo de trap? ¿El novio de tu hija se hace llamar Papi Diablo y hace movimientos extraños con los dedos cuando os sacáis una foto? Doritos Tex Mex de primero. Pizza hawaiana congelada de segundo. Galletas con canabinoides de postre. Menú solucionado.
Paranoicos del gluten
Nadie te había preparado para unas navidades sin gluten, pero está pasando. En un momento de delirio anti gluten en el que ya no sabes quién es celiaco o alérgico de verdad y quién es un paranoico, tan solo te queda una vía: exigir al sujeto antigluten un certificado médico conforme es intolerante a dicho ingrediente. Si no hay un papel de por medio, se comerá el mismo pienso que todos o se enfrentará a una Nochebuena de inanición. Mano dura.
"Yo lo haría mejor"
La era de las redes ha encumbrado la figura del "yo lo haría mejor". Siempre hay alguien convencido de que hace las cosas mejor que el resto de la humanidad, y lo comunica sin complejos, como si estuviera en Facebook. Tu cordero está rico, pero tendrías que haber apostado por una cocción menos agresiva. A ese consomé le habría ido de perlas un hueso de pichón feliz. El limoncello estaría más bueno si los limones fueran de la Costa Amalfitana. Lo más indicado es decirle que el año que viene prepare él la comida navideña y solo volverá a abrir la boca para pedir más orujo. Un orujo que no es tan bueno como el que él compra en la campiña gallega y tal.
Los detox
El sanote-detox utilizará su obsesión por el deporte y la comida saludable para mirar por encima del hombro a los borregos del colesterol. ¿Su misión? Hacer sentir al resto de comensales como focas hambrientas en un sprint enloquecido hacia la insuficiencia coronaria. El sanote no baja la guardia ni en Navidad: prepárate para hacerle batidos de espinacas y apio, meterle superalimentos hasta en la copa de cava y embadurnar de açai todo lo que se mueva. Si al final del ágape se pone chulo y enseña tableta, infla la panza hasta que se salga disparado el primer botón del tejano: a lo mejor hay suerte y le da en el entrecejo.
La brigada de la leche
La hora del café era un todos a una. Ya no. La tríada cortado-café solo-carajillo es ahora una quiniela complejísima por culpa de la leche. Si no quieres fallar a tus invitados tendrás que proveerte con 15 tipos diferentes: unos querrán leche de soja, otros leche sin lactosa, el de la leche de avena nunca falla y no te extrañe que haya infiltrado en la mesa algún fanático de la leche de almendra. Seguramente entrarás en una espiral de pánico intentando recordar a quién le corresponde cada leche, de modo que para evitar quejas ante el posible cruce indeseado de lácteos alternativos, haz que corran antes los chupitos y nadie chistará… Bueno, seguro que alguien te pide de licor de melocotón sin lactosa. Ni caso.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.