Modas gastronómicas que deberían terminar en 2017
2016 ha sido el año de Trump, el brexit y las estupideces en general. La gastronomía también ha tenido su particular subidón de tontería, por lo que invocamos al 2017 para que frene estas 15 tendencias.
Nuestro compañero John Carlin lo explicó bien clarito: 2016 ha sido el año en el que vivimos estúpidamente. Él hablaba del brexit, el triunfo del no en el referendum colombiano y la victoria de Trump en Estados Unidos, pero yo he venido aquí a hablar de España. No, no de la perpetuación sine die de Mariano Rajoy en el poder, sino del aluvión de modas alimentarias que han arraigado en nuestros bares, restaurantes, tiendas y redes sociales en el añito de marras.
Algunas vienen de años atrás; otras han explotado hace poco, pero todas tienen algo en común: resultan cargantes porque aparecen allá donde vayas. No es que tenga nada contra muchos de los alimentos que se citan a continuación; lo que me abruma es que se hayan comportado como especies invasoras, ocupándolo todo y exterminando lo que había antes. Eso por no hablar de su degeneración a medida que se hacían más y más populares. Por eso rogamos a este 2017 que ya está a la vuelta de la esquina que nos libre de todos estos males, o que al menos racionalice su consumo. Ah, y no están en la lista lacras de las que ya habíamos hablado anteriormente, y que ya casi son comida viejuna, como la reducción de vinagre balsámico, la cebolla caramelizada, el rulo de cabra o el tataki de atún.
Los baos
Madrid, año 2025. Todos los bares y restaurantes de la ciudad se han rendido a la moda y sirven hasta los callos y la oreja dentro de baos. ¿Todos? No, queda un bar Manolo en Moratalaz que resiste y continúa poniendo los calamares en pan normal.
Este escenario de pesadilla podría cumplirse y replicarse en otras ciudades de España si no se pone freno al auge de los bollitos chinos blandos y dulzones. Baos. Buns. BASTA.
He visto cosas que vosotros no creeríais. He visto baos en estaciones de servicio. En Castilla.
— Marta Miranda 🧄 (@ratamala) December 6, 2016
El aceite de trufa
Voy a poner un plato en la carta. ¿Qué hago para que parezca lujoso y poder cobrar el triple por él? Echarle aceite de trufa. Pero del barato, ese que se fabrica con petróleo y para cuya elaboración ninguna trufa ha sido maltratada. Cualquier cosa a la que se lo ponga olerá y sabrá a gasolina, ¿pero qué más da si se creen que están comiendo algo sofis?
Las minihamburguesas
Querías taza, pues toma minitaza y media. Tras el boom de las hamburguesas gourmet, el formato pequeño de este plato se ha extendido como el virus zika por cócteles, picoteos, bodas, bautizos, comuniones y hasta entierros. Aaarg total: cuando están recocidas o tienen sospechosos trocitos duros.
Los cebiches
En manos de profesionales -generalmente peruanos-, el cebiche es un plato fresco y delicioso. En manazas de desaprensivos -generalmente españoles-, se convierte en KH7 para tu estómago: un bodrio ácido muy útil para camuflar pescado malo congelado.
Los superalimentos
Son como los elfos, los unicornios o las canciones feministas de Maluma: no existen. Si te has creído que la kale, el açaí, la chia, las bayas de goji y los demás presuntos “superalimentos” van a prolongar tu vida, purificar tu cutis, prolongar tus orgasmos o evitar que mueras de cáncer, tenemos malas noticias: es todo mentira.
Los autoengaños veganos
Falsos chorizos, salchichas, butifarras, quesos, hamburguesas y cualquier día de estos, la vaca entera hecha con soja texturizada. Si te has convertido al veganismo, adelante, ¿pero no sería más coherente comer productos frescos de origen vegetal en vez de toda esta morralla pseudocarnaca ultraprocesada?
El tartar de atún
Aviso importante para todos los empresarios de hostelería de España: se puede tener un restaurante sin tartar de atún en la carta. No es ilegal. No pasa nada. Los clientes no huirán despavoridos. También es legal no servir tartar de atún con aguacate. Gracias.
Los zumos detox
Ya lo dijo Jordi Luque en este artículo, pero nunca está de más repetirlo: los zumos detox son un timo que lo único que depura es tu bolsillo.
Los germinados
¿A alguien más le germina el odio en el corazón cada vez que le sirven un plato con un mondongo de estos brotecitos encima, sin que venga a cuento ni encaje con los demás sabores? Los germinados son el triunfo de la estética sobre el contenido. El signo de los tiempos.
Las carnes podridas, digo maduradas
Por si no tuviéramos suficiente con la plaga de falsos kobe, black angus, bueyes que son vacas y demás parientes, la moda del envejecimiento arrasa en el mundo del vacuno. No es sólo que algunas piezas sepan entre rarunas y rancias, es que la loca carrera por envejecerlas más y más en la que se han embarcado no pocos restaurantes nos acabará dando un disgusto algún día. Desconfía de los que marcan paquete con sus chuletones de diplodocus momificado desde el Jurásico superior: carne vieja no es igual a carne buena.
El plancton
Seguramente su descubridor, Ángel León, hizo maravillas con él. Pero en manos inexpertas, es material explosivo. El último plato que probé con plancton me hizo saber qué se siente chupando un alga de las que están pegadas en las rocas de un acantilado. Pero cuando les ha pegado el sol y empiezan a oler a chotuno.
El aguacate (en Instagram)
Imaginad un planeta en el que lo único que se cultiva es aguacate para satisfacer la insaciable demanda de las fudis instagrameras cuqui-jelcis. Pues bien, esa distopía puede convertirse en realidad si alguien no detiene antes la escalada de fotos de tostadas y batidos verdes en las redes sociales. Que también pensábamos que Trump no iba a ganar, y mira.
Las 'leches' vegetales
No son más sanas que la leche de verdad. Muchas llevan toneladas de azúcar y saben a aguachirri. Y encima son más caras. ¿En serio os sentís moralmente superiores tomándolas?
Bonus track 1: la quinua
A mí personalmente me encanta, pero por aclamación popular en este hilo de Twitter -gracias a todos por las ideas, dicho sea de paso- incluyo este pseudocereal andino y algo anodino en la lista negra. Un poco de quinua, bien. Quinua a cascoporro en todas las malditas ensaladas, mal.
Bonus track 2: los platos de pizarra
No se comen, pero despiertan una irritación que ni la reducción de vinagre balsámico y el rulo de queso de cabra juntos. Diosito, haz que volvamos al hondo y al llano de toda la vida, y a poder ser redondos.
¿Hay alguna moda gastronómica más que te gustaría condenar al destierro? Compártela en los comentarios.
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