Lo que hay que comer en invierno
Con esta entrada se cierra un ciclo. Tras los posts sobre los alimentos que hay que comer en primavera, verano y otoño, el invierno es la última estación que me quedaba por tratar. Como saben los que me conocen, soy un auténtico brasa con el asunto de las temporadas, y cual talibán a punto de inmolarse me niego a comer frutas y verduras fuera de su época natural. Ya sé que en los supermercados hay de todo todo el año, pero no soy tan tonto como para pagar más por un producto de peor calidad y encima nada simpático con el medio ambiente. Además, me gusta esperar a que llegue el tiempo de cada producto, porque lo cojo con más ganas y lo disfruto más.
Los meses de invierno no son los más exuberantes hortofrutícolamente hablando, porque el frío pone a buena parte de la naturaleza en periodo de reflexión. Pero algunas plantas, sobre todo las que hacen cosas interesantes bajo tierra, nos dan nuestras alegrías, acompañadas por ciertas verduras de hoja y una fruta tan excepcional como la naranja. Tampoco hay que olvidar que superstars del otoño como las espinacas, la acelgas, las mandarinas o las peras siguen en racha, y que las habas o las fresas pueden empezar a decir hola al final del invierno en algunas zonas.
Naranjas
Ellas, y en general todos los cítricos, son nuestra salvación frutera en el invierno. La naranja es un alimento tan maravilloso que casi podría suplir a todas las demás frutas: jugosa, dulce, nada empalagosa, cargada de toneladas de vitamina C... la única pega es el rollo de pelarla, para lo cual se recomienda tener una madre a mano que lo haga por ti. Más consejos: comprarlas directamente a productores levantinos por internet, a través de webs como Naranjas con Sabor, Naranjas Palau o Naranjas Lola. Y cocinar con ellas platos como la crema de zanahoria con naranja y yogur, el secreto glaseado con naranja, miel y romero, el sabayón con cítricos o las naranjas caramelizadas con cacao y canela.
Sabayón con cítricos. / EL COMIDISTA
Alcachofas
¿Qué decir de la verdura que tengo por logo? Me resultan incomprensibles los reparos de mucha gente ante las alcachofas, que para mí son uno de los productos cumbre de la gastronomía europea. Supongo que es cuestión de probarlas y de cogerle el gustillo a su peculiar sabor, capaz de transformar el de cualquier bebida que tomes con ellas. Las buenas alcachofas tienen las hojas pegadas y poco abiertas, y al palparlas deben estar firmes, no blandurrias ni huecas. De mis múltiples recetas con ellas, yo recomendaría las milagrosas alcachofas de la nonna Sara, las alcachofas rellenas de sobrasada, la ensalada de alcachofas con anchoa y huevo o la pasta con alcachofas y pesto de nueces.
Alcachofas con sobrasada. / EL COMIDISTA
Remolacha
La temporada de la bola granate que todo lo tiñe es larga y varía mucho en función de las zonas. Pero como no la he sacado en las entradas de otoño ni de primavera, debo rendirle homenaje ahora. Si le tienes un poco de manía, será porque la has probado en esa versión infame y avinagrada que suele venderse embotada rallada o en rodajas. Pero una remolacha natural cocida en su punto o, mejor aún, al horno, es pura gloria. Cortada en láminas muy finas, incluso se puede comer cruda. Personalmente, a mí me pirran la ensalada de remolacha y calabaza asadas, la de remolacha, boquerones y huevo, el carpaccio de remolacha y apionabo o la ensaladilla rosa.
Remolacha+boquerones+huevo=triunfo asegurado. / AINHOA GOMÀ
Coliflor y brécol
Imagino que doña Coliflor y don Brécol deben de mantener una relación difícil: son primos hermanos, pero me da que la primera, que es como de pueblo, debe de estar algo celosa del éxito del segundo, un señorito de ciudad. A mí me ponen tanto la una como el otro. Reconozco que el brécol es más digerible, pero encuentro que la coliflor es más rica en matices. En cualquier caso, los dos me gustan poco cocidos, porque si están pasados a) me saben a pedo y b) me sientan peor que una noticia sobre Bárcenas. ¿Cómo tomarlos para salirse del rollo habitual? Se puede hacer un cuscús de coliflor con naranja y anacardos, una coliflor tostada con pasas, o una coliflor asada con zanahoria y naranja. Y el brécol, gratinado con boniato.
Cuscús de coliflor. / AINHOA GOMÀ
Hinojo
El hinojo no es un bulbo demasiado popular en España, sobre todo si comparamos con países donde se consume masivamente como Italia. Cada vez se encuentra con más frecuencia en las fruterías, aunque me da la sensación de que la mayoría de la gente no tiene ni idea de qué hacer con él. Es simple: si se toma crudo, no hay más que cortarlo en láminas muy finas y usarlo en ensaladas. Cocido, funciona muy bien en sopas o en asados de carnes y pescados. Ahí van algunas recetas: crema de calabaza, hinojo y yogur, boquerones marinados con hinojo y la ensalada de hinojo, habas y parmesano.
Ensalada de hinojo, habas y parmesano. / ONDAKÍN
Lechuga, escarola y endibias
El invierno es la edad de oro de estas tres verduras de hoja habituales de las ensaladas. Las tres tienen posibles elaboraciones con calor, bastante habituales por cierto en otros países europeos. Pero a mí me gustan tanto crudas que, la verdad, no he sentido nunca el impulso irrefrenable de cocinarlas. En la ensalada verde con cítricos y aceitunas os encontraréis a las tres juntas. Por separado, propongo un xató de escarola, rábanos y anchoas, una auténtica ensalada césar o una ensalada de endibias, apionabo y queso azul.
Endibias de otra forma. / AINHOA GOMÀ
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