Restaurantes 'offline'
Un buen día decides ir a un restaurante del que te han hablado bien. Entras en Internet para ver dónde está, cuál es su teléfono, cuánto cuesta, qué platos ofrece, etcétera. Tecleas el nombre en un buscador. Y entonces empieza el vía crucis.
Cada vez son menos, pero por psicodélico que parezca, en pleno 2011 todavía existen restaurantes en España sin página web. Sus dueños no han considerado necesario crear una, a pesar de que la tecnología actual permite hacerlo con un gasto ínfimo. No se han debido de enterar de que muchos de sus potenciales clientes se informan desde hace años por la Red, y que el listín telefónico, el 003 y el tam-tam no viven sus mejores días.
Pero seamos positivos. Digamos que el restaurante en cuestión tiene su propio site. Entonces puede que demos con él... o no. ¿Por qué no sale cuando lo buscamos en Google? ¿O por qué aparecen tropecientas páginas de listados de locales, tan cutres de estética como rácanas en contenido, antes que la oficial? Lo más seguro es que la empresa que la hizo ni se preocupara en optimizarla para que el sistema del buscador la lea y la valore como como un resultado interesante para los usuarios.
En este punto llegamos de lleno al drama de este artículo: las webs de muchos restaurantes españoles son espantosas. No quiero decir que sean feas, que también, sino que no cumplen con su labor fundamental, la de ser encontradas y proporcionar información relevante de manera rápida y clara. En vez de páginas sencillas en las que veas fácilmente lo que sueles buscar -el menú, buenas fotos del local, los platos, los precios o, lo más elemental, la dirección y el teléfono-, te das con farragosos sitios hechos en flash con mucha tontería en movimiento, que además de cargar lento y mal constituyen un atentado a la usabilidad y son impracticables desde el móvil. Eso cuando no cometen un crimen que, en mis fantasías dictatoriales, castigo con la cadena perpetua: incluir rallantes musiquillas 'chill-out'.
Por supuesto, existen restaurantes en España con buenas webs, y como usuario habitual puedo afirmar que el nivel va subiendo. Sabedores de que gran parte de su público potencial vive fuera de España y de que se la juegan en la Red, bastantes chefs estrella cuentan con páginas decentes y propias del siglo XXI. Otros locales, como Mugaritz o Abastos 2.0, hasta saben mantener una comunicación fluida con la humanidad internauta a través de las redes sociales. Sin embargo, me sigue soprendiendo cómo negocios que no paran de llorar por lo mal que va todo se permiten el lujo de no estar o de estar como están en Internet.
Mucho me temo que los hosteleros, sobre todo los de cierta edad y/o poco digitalizados, se dejan engañar por empresas de diseño web sin demasiados escrúpulos, que les venden páginas tan impactantes a primera vista como inútiles para un uso efectivo. O quizá sea al revés: en su ignorancia, no quieren webs limpias y prácticas, sino floripondios online que les entren por los ojos.
Tranquiliza, eso sí, que en la cuna de Internet las cosas no vayan mucho mejor. Hace unos días, un artículo de Slate.com titulado '¿Por qué los sitios web de los restaurantes son tan horrorosamente malos?' glosaba los espantos de las páginas de los restaurantes estadounidenses. Mal de muchos...
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