Quiet, la vajilla silenciosa que aspira a crear comedores menos estresantes
Una pequeña empresa francesa diseña platos silenciosos para facilitar la vida en los comedores comunes y luchar contra una de las causas del agotamiento de los trabajadores: el ruido

En el comedor escolar del colegio Louise Weiss, en la ciudad francesa de Roanne, la hora del almuerzo suena diferente. Suenan las voces de los niños, claro, pero un ruido tradicional ha desaparecido. Aquí los platos no chocan, apenas resbalan, y los empleados de cocina ya no necesitan alzar la voz para hacerse oír. En el centro de esta calma inédita está Quiet, una empresa que ha decidido que el silencio también puede llevarse a la mesa. Sus platos silenciosos, fabricados en Francia con el respaldo del Centro Nacional de Investigación Científica y una técnica patentada, se extienden por comedores del país, residencias y otras cantinas atraídas por la mejora en la calidad de vida que prometen.
“Uno de los temas que más tensaba a los trabajadores era el ruido durante la comida”, explica Anas Berniche, responsable de educación en el Ayuntamiento de Roanne. Berniche descubrió la iniciativa en redes sociales y reaccionó con rapidez: al día siguiente, Pierre Busquet, uno de los fundadores de Quiet, estaba en su despacho presentándole a él y a sus colegas sus platos. “Parece una vajilla muy sencilla, pero en realidad es un producto nacido de la investigación más puntera. Diseñamos nuestro propio sistema de producción”, explica Sophie Moritel, directora de operaciones y cofundadora de la empresa, que se encuentra a las afueras de Burdeos. A primera vista, los tres platos que configuran la —de momento— escueta colección de Quiet parecen sacados de un antiguo aparador: son blancos, sólidos y sin motivos. La parte superior, en contacto con la comida, es de vidrio, y la inferior, antideslizante, de un polímero de silicona capaz de absorber las vibraciones sonoras.
“Todo empezó cuando Pierre, que trabajaba como vendedor de lavavajillas profesionales, se dio cuenta de que el ruido provocado por el choque de la vajilla era insoportable. Para el personal de cocina es agotador”, asegura Moritel. Busquet se asoció con Sébastien Chauvin, físico y exresponsable de radiofrecuencia y salud en una gran empresa de telecomunicaciones. Después, llegó Sophie, que realizó los primeros estudios de mercado: “No existía nada similar en el mundo. Fue una constatación sorprendente. Si no teníamos competencia, ¿quería decir que no era un producto interesante?, ¿que no había demanda?”.
Los sondeos confirmaron que el negocio tenía público. En los comedores, se pueden alcanzar hasta 100 decibelios, un ruido que eleva el estrés de trabajadores y comensales. Por esa promesa de aportar una mejora laboral, los laboratorios del CNRS los respaldaron en la búsqueda de una unión molecular de materiales capaz de superar el desafío: un plato resistente, ligero y sin pegamentos que pudieran desprenderse en los lavados a altas temperaturas. En total, dos años de investigación y cinco de desarrollo: los primeros platos, que hacían ellos mismos a mano, llevaban un trabajo de siete u ocho horas por pieza. Hoy, su fábrica saca un plato cada dos minutos y el objetivo final es llegar a producir tres veces más cada dos minutos para llegar a un público más amplio y estirar los márgenes.
Un impacto económico de 21.000 millones de euros al año
El ruido es un enemigo invisible en el trabajo: más de cinco millones de empleados franceses están expuestos a niveles sonoros dañinos, y la hipoacusia provocada por el ruido figura entre las enfermedades profesionales reconocidas por la Seguridad Social. Su impacto económico, unos 21.000 millones de euros anuales, según estimaciones oficiales, refleja también el peso del cansancio y la fatiga acumulada que genera el exceso de decibelios en sectores como la industria, pero también en el sector servicios, ámbito escolar y hospitalario, donde están los principales clientes de Quiet: unos 70 comedores en toda Francia desde 2023.

“Hace años que muchos de nuestros trabajadores piden tapones para los oídos porque el ruido les produce migrañas. Nosotros les incitamos a recurrir a medidas preventivas porque no queremos que sea un problema permanente más adelante, como pérdidas de audición y dolores de cabeza incapacitantes”, señala Lionel Poinas, responsable de restauración colectiva en la localidad de Roanne, en el departamento de Loira.
De los doce comedores escolares que gestionan, el de Louise Weiss es el primero que pone a prueba esta vajilla, de la que han adquirido unos 600 platos, 200 de cada modelo existente, para 170 comidas diarias. “De momento, comprobamos que todos los puntos beneficiosos que habíamos visto se cumplen: la reducción del ruido en cocina (que baja un 85 %, según la empresa), el hecho de que los platos son antideslizantes y que no se calientan con la comida. Los niños no se queman y los hacen caer menos”, comenta Berniche. Según el responsable de educación, el hecho de que sean más ligeros podría ser la puerta de entrada al uso de Quiet en el resto de comedores escolares de esta ciudad. “Estamos en un proceso de mejora de la calidad de vida de nuestros trabajadores y hemos pedido la validación de nuevas prácticas experimentales como la vajilla silenciosa, sillas adaptadas para el personal de escuelas infantiles en comedores y otras prácticas para que nuestros agentes no tengan problemas de espalda o articulares”, explica Berniche. Si aprueban el proyecto, continuarán la compra de estos platos que, pese al aumento del costo (más del doble que uno convencional), ven como una inversión para conservar en el tiempo a sus empleados y reducir las bajas.

En 2023, un estudio para una empresa de techos acústicos realizada por Institut OpinionWay revelaba que un 75 % de los encuestados buscaba restaurantes tranquilos para disfrutar de la comida y la compañía. Otro tanto aseguraba no volver a un restaurante ruidoso, pero Quiet sabe que su solución aún no seduce a los restaurantes. “Sabemos que a los chefs les gusta elegir sus propios platos. Hemos hecho algunas pruebas y de momento la restauración comercial no muestra mucho interés en nosotros, salvo algunas cadenas hoteleras”, dice Moritel. La ambición de mejorar el diseño está sobre la mesa, junto a una larga lista de tareas pendientes: sueñan con llegar a otros países y ofrecer la vajilla a particulares, interesante para personas con movilidad reducida o autismo. “Ahora tenemos desafíos más urgentes, como la introducción de platos hondos, el reciclaje y, sobre todo, el aumento de nuestro ritmo de producción. Quizás entonces seamos capaces de responder a la demanda de particulares, donde esperamos tener nuestro hueco”, confía Moritel, consciente de que, para hacer crecer este proyecto, necesitan más inversión. El silencio también necesita dinero para hacerse oír.
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