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La cultura agita la conciencia ambiental

Las obras artísticas que albergan ferias y museos evidencian que la crisis por el cambio climático inspira e implica

Mural del artista Banksy realizado el pasado mes de marzo en el distrito de Finsbury Park, en el norte de Londres.
Mural del artista Banksy realizado el pasado mes de marzo en el distrito de Finsbury Park, en el norte de Londres.Leon Neal (Getty Images)

La relación entre artista y naturaleza siempre ha estado ahí. ¿En qué época no se han pintado paisajes o escrito sobre ellos? Sin embargo, daban respuesta a muy distintas inquietudes, según el momento. Poco tienen que ver las obras de Smithson, Richard Long y otros representantes del Land Art de finales de los años sesenta con las que hoy se exhiben en galerías y museos, muchas de ellas cargadas de mensajes ecológicos por la crisis climática que vivimos.

Como adelanto, en la década de los años setenta y ochenta, Joseph Beuys ya buscaba trasformar conciencias con sus protestas y performances. Y como ejemplo reciente, podemos citar al muralista callejero Banksy, quien el pasado mes de marzo quiso sensibilizar sobre el trato urbano dado a los árboles derramando pintura verde sobre la pared de un solar londinense para simular la copa de un cerezo próximo podado sin ninguna piedad. “Es normal que desde el arte se emitan señales de emergencia. Debemos reformular el presente, pues nunca antes nos habíamos enfrentado a una situación tan límite, donde somos la amenaza y los amenazados. Tenemos que contarlo y ser contundentes”, opina el artista vallisoletano Eugenio Ampudia. Tras la pandemia, para mostrar su compromiso ecosocial propuso el Concierto para el Bioceno en el Liceo de Barcelona, con 2.000 plantas como espectadoras.

Ahora, ese interés suyo por las especies vegetales ha vuelto a quedar patente en la última edición de Arco Madrid; allí destacó su Árbol decons­truido, un móvil elaborado con palos de playa y hojas de limonero metalizadas “que, con una apariencia casi humana, recordaba que somos aquello que dejamos de ser. Porque, aunque no lo parezca, naturaleza y cultura son lo mismo”, opina Ampudia.

También llevó a la feria la iniciativa Be a Tree Now, acción online conjunta con Oxfam Intermón, igualmente basada en el movimiento “para que las personas puedan sentirse y verse como un árbol. Algo importante porque compartimos el 65% del ADN”, incide.

Sus mensajes no son una raya en el agua. Maribel López, directora de Arco Madrid, lo constata: “En la reflexión artística siempre imperan el presente y el ahora; es difícil dejar a un lado la preocupación por una realidad tan extrema como la actual, aunque unos lo expresen más formalmente y otros opten por lo conceptual”. Y acto seguido empieza a enumerar un sinfín de ejemplos de lo expuesto en este 2024: Adrian Balseca, “que se acerca a la naturaleza desde la economía extractivista”; los fotógrafos Jordi Bernadó y Olivier Render; el dueto Allora y Calzadilla, “quienes llevaron una gran instalación de hojas en diferentes grados de descomposición de un árbol caribeño”, o Emilia Azcárate, “con sus proyectos sobre la reutilización de materiales”, describe López.

Además, hace mención especial a Belén Rodríguez y sus telas tintadas con elementos naturales, “un trabajo que ha cristalizado en la compra de un bosque cántabro para protegerlo”, indica la experta.

“Hablamos de unos discursos que van a más, no solo en lo artístico, sino también en lo institucional. Si hace 10 años las reivindicaciones eran de tinte político, ahora, en esa preocupación por el futuro, priman las nuevas corrien­tes ecofeministas”, considera Óscar Manrique, curador de arte y codirector de la galería madrileña Ginsberg+Tzu.

Comparte tal opinión la también comisaria, historiadora de arte e investigadora Blanca de la Torre, que ya centró su tesis doctoral “en la intersección arte-ecología, ámbito donde puede visibilizarse mejor ese necesario cambio de relato y de cosmovisión. Debemos dibujar esos otros escenarios posibles desde lo positivo, desterrando el catastrofismo”. Considera esencial avanzar en la trazabilidad de los materiales y llegar a las estructuras internas, “nada de quedarse en la programación y lo epitelial. Urge fijar, desde la gobernanza, la hoja de ruta que exige el nuevo paradigma, incluyendo la fontanería, pero es lo que interesa menos por resultar menos estético”, afirma.

Continente y contenido

Precisamente, con intención de conseguir que este espíritu cuaje y que la comunidad artística se una contra el cambio climático, hace ya casi un año Gallery Climate Coalition (GCC) inauguró su división en España para implementar acciones efectivas. Esta organización londinense ofrece directrices sostenibles al sector cultural para que se descarbonice. Se trata de una transformación que afecta a continente y contenido, de ahí que ya no exista convocatoria artística al margen de un código de buenas prácticas que, entre otros detalles, han hecho desaparecer las moquetas.

“Hemos empezado a colaborar con GCC este año, en nuestro objetivo de reducir el impacto de la feria todo lo posible. Por suerte, tal y como destacó esta entidad, Ifema tiene una guía sostenible bien desarrollada”, comenta la directora de Arco Madrid. No obstante, el primer museo estatal en obtener el reconocimiento de GCC como Active Member 2022 fue el Guggenheim (Bilbao). “Ponemos la sostenibilidad ambiental en el centro del mismo plan estratégico y contamos con un equipo verde, el G-0, que desde los inicios implica a voluntarios de todos los departamentos”, subraya Ana López de Munain, su coordinadora de Comunicación.

Este año, “el hito de este edificio tan peculiar ha sido ampliar los paneles solares en las cubiertas. Y el año que viene ya calcularemos emisiones incluyendo todas las exposiciones y en los tres alcances. El objetivo es ser neutros en 2030″, anuncia. Todavía queda camino por recorrer, pero parece que en la industria cultural los brotes verdes ya han echado raíces. El arte se ha convertido en soporte clave para reivindicar un mundo más sostenible.

Cartoneras que venden libros

“La Feria del Libro de Madrid está obligada a ser sostenible por ocupar un parque como el Retiro, que es patrimonio mundial de la humanidad; además, coincide con la celebración del Día del Medio Ambiente, el 5 de junio. Casualidades, o no, que nos permiten demostrar que la industria editorial va mucho más allá de la tala de bosques”, explica Eva Orúe, su directora. 
Este año, el guiño a las renovables “ha dado un pasito más”, y en la próxima edición de 2025 esperan usar un solo generador. A la vez, la preocupación por la crisis medioambiental también se advierte en los títulos que venden los stands. Urúe destaca que incluso los hay que reciclan cartón para convertirlo en libros.

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