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El gran reto de adecuar los espacios a las necesidades de todos

Arquitectura e ingeniería civil apuestan por diseños versátiles, multiusos, e infraestructuras que se adelanten a los cambios demográficos

Un tramo de carril bici en la ciudad de Málaga.
Un tramo de carril bici en la ciudad de Málaga.Design Pics / Peter Zoeller (GET (Getty Images/Design Pics RF)
Selina Bárcena

Pensar en un colegio suele llevarnos a imaginar edificios de ladrillo distribuidos en bloques, patios que giran en torno una cancha o aulas de paredes blancas. Si imaginamos un puente solemos hacerlo surcado de vehículos, y cuando hablamos de hospitales se vienen a la mente espacios blancos con pasillos anchos o salas de espera llenas de hileras de asientos corridos. Pero estas pautas de construcción han dado paso a otras diferentes en las que caben enfoques personalizados y una mayor atención a las nuevas necesidades de los usuarios. “A día de hoy se está empezando a entender también que la calidad de los espacios, y no solo incluir X habitaciones en X superficie, es importante. Se valora la cualidad espacial, la sostenibilidad de los materiales, la reutilización y cómo se siente quién los utiliza”, explica la arquitecta Esther Roldán.

El diseño de infraestructuras cada vez se rinde más a la versatilidad y busca atender otras necesidades, más allá de la mera funcionalidad. “La especialización de usos en arquitectura y urbanismo lleva tiempo en tela de juicio, sobre todo en el ámbito de edificaciones de gran escala. Ejemplos recientes como la transformación del estadio Santiago Bernabéu, aún a la espera de saber si su intención multiusos se cumple, supone un buen ejemplo de una tendencia al alza”, explica Marcela Aragüez, arquitecta y directora del máster Habilitante en Arquitectura de la Escuela de Arquitectura y Diseño de IE University.

Un ejemplo de esta tendencia a la personalización de las edificaciones es el trabajo que la propia Esther Roldán y el también arquitecto Víctor Longo (Longo+Roldán Arquitectos) desarrollaron para la reforma de un colegio de educación especial en Gijón. “Era un edificio de los años 80 que no presentaba ningún tipo de deficiencia, ni estructural ni en cuanto a instalaciones, pero estaba obsoleto y no cubría las necesidades de los niños”, explica Roldán. Tras hablar con profesores y pedagogos el resultado terminó siendo un edificio casi personalizado. “Nos explicaron las carencias y también las necesidades de cada niño: sensibilidad a las vibraciones, a los olores, a la luz, en qué lugares incluir estímulos espaciales y en cuales evitarlos”, añade.

Ni rastro de la imagen típica que suelen ofrecer los colegios, pero ambos profesionales coinciden en que desde las administraciones públicas cada vez se trata de incentivar más la creación de infraestructuras personalizadas que encajen en el territorio y en los hábitos sociales que se enmarcan en él, huyendo de modelos replicables infinitamente.

Con esta intención nació en 2022 la iniciativa Nueva Bauhaus Europea, un proyecto que busca integrar la sostenibilidad ambiental, los desafíos sociales y la accesibilidad en las nuevas construcciones. La iniciativa se inspira en el legado de la Bauhaus original, una escuela de diseño fundada en Alemania en la década de 1910 que buscaba la integración de las artes, la artesanía y la tecnología.

Vida urbana de calidad

En el centro de esta propuesta esta, según recogen en su página web oficial, mejorar “la calidad de vida de las ciudades” y “vincular la sostenibilidad con el estilo de vida y la inclusión”. Para fomentar estas nuevas formas de construcción, la Nueva Bauhaus echó a andar con un presupuesto de 85 millones de euros que se destinarían a premiar formas de edificar más responsables con el entorno y con las particularidades de los usuarios.

Se contempla, por ejemplo, crear espacios para las nuevas formas de movilidad, la utilización de materiales de kilómetro cero o diseños que potencien la eficiencia energética. Pero pese a que la intención es clara, este es un camino que acaba de empezar a dibujarse. “La Administración sigue sacando determinados concursos donde se valora única y exclusivamente el precio más bajo y eso muchas veces va en detrimento de ese plus que se está buscando”, lamenta el arquitecto Víctor Longo.

En esa línea apunta Aragüez, que insiste en la necesidad de que esta tendencia a la personalización cale en las administraciones: “Es necesario promover que los usos flexibles no estén necesariamente ligados a actividades del sector privado, sino que sean espacios de disfrute público que se abran a la ciudad y proporcionen áreas de cuidados y cohesión social”, concluye.

De hecho, en el ámbito de las grandes infraestructuras también se tratan de evitar los modelos estandarizados. Carlos Javier Espín Rubio, decano de la zona de Aragón del Colegio de Ingenieros Técnicos de Obras Públicas, cuenta que su trabajo siempre ha consistido en adelantarse a las necesidades de la población. “Las carreteras, por ejemplo, se han ido adaptando a la democratización del vehículo privado y se han implantado nuevos materiales más sostenibles”. Y advierte que, además, muchas de estas infraestructuras presentan ciclos de vida de más de 50 años, por lo que es importante estar atento a las necesidades futuras de la sociedad.

Ahora, retos como el cambio climático o el envejecimiento de la población deben estar contemplados en los proyectos. “Se ha ido modelando el urbanismo a medida que las características de la población así lo han hecho: vuelven las ciudades de 15 minutos ante el envejecimiento de nuestros habitantes y se apuesta por el transporte verde y multimodal en áreas urbanas con cada vez más contaminación”, concluye Espín.

Centros Maggie: edificios contra el cáncer

Los Centros Maggie son otro ejemplo de cómo una infraestructura personalizada puede repercutir en algo a priori tan poco relacionado con la arquitectura como es la salud. Situados en Reino Unido, Japón, Países Bajos o España, entre otros países, estos edificios están destinados a pacientes oncológicos y se sitúan en entornos próximos a los hospitales con la intención de proporcionar a los usuarios un lugar en el que recibir visitas o desconectar de los ingresos.  
La persona que les da nombre es Maggie Keswick, una escritora y paisajista que tras sufrir un cáncer de mama y enfrentarse a la frialdad de los recintos hospitalarios decidió, con la ayuda de su marido, el arquitecto Charles Jencks, crear lugares que ayudasen a los pacientes a abstraerse del entorno clínico. Cada edificio está diseñado por un arquitecto diferente —algunos tan conocidos como Norman Foster o Steven Holl— pero todos sitúan en el centro las necesidades de los pacientes oncológicos, y son de uso gratuito, ya que forman parte de la red internacional de la Organización Benéfica Maggie. Espacios abiertos, luz natural, salas diseñadas para poder charlar o jardines y vegetación integrada son algunas de las características que comparten los centros, y con las que tratan de mejorar el bienestar emocional de los pacientes. 

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