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Extra Extremadura

Cuatro décadas de autonomía y pujanza

La región celebra el 40º aniversario del Estatuto de Autonomía, el marco que permitió la transformación de sus provincias, Cáceres y Badajoz, reivindicando el esfuerzo de su gente para avanzar en los índices de desarrollo

Imagen del puente Lusitania, en Mérida (Badajoz).
Imagen del puente Lusitania, en Mérida (Badajoz).Emilio Fraile
Juan Navarro

Paredes blancas, árboles verdes, frutos naranjas y cielo azul. La entrada a la Asamblea de Extremadura (Mérida) ofrece una rica gama cromática con colores sencillos y opuestos, sosiego solo interrumpido por el trasiego de trabajadores del Parlamento autonómico que entran y salen del edificio donde se han pergeñado las medidas políticas que han ido tirando de la comunidad. El edificio, sobre ruinas romanas de la antaño Emerita Augusta cuyos mosaicos adornan el hemiciclo, representa a los 1,06 millones de habitantes de una región que logró su Estatuto de Autonomía tras aprobarlo las Cortes el 25 de febrero de 1983. Así comenzó la carrera de un territorio históricamente devaluado y olvidado durante la dictadura de Franco para equipararse con las demás comunidades. El desarrollo educativo, de infraestructuras y socioeconómico han marcado el salto extremeño, que aún combate prejuicios que los números van gradualmente desmontando.

Extremadura se hizo realidad tras años de pugnas sobre el proceso autonómico. El catedrático de Historia en la Universidad de Extremadura Juan García explica que en 1977 comenzó la elaboración del Estatuto por parte de diputados y senadores de la región. El texto se definió como “la mejor forma de hacer efectiva la democracia a nivel territorial”, bajo “el principio irrenunciable de la solidaridad entre todos los pueblos de España”. “Fue un proceso lento y lleno de obstáculos, con siete años de avances y retrocesos, fuertes luchas políticas y la superación de escollos que llegaron a parecer insalvables”, sostiene García, que vio cómo “las frustraciones de otros tiempos daban paso a esperanza en el futuro”. El historiador señala que “la pura atonía, pasividad y conformismo” de la ciudadanía lastraron el impulso de Extremadura, con las gentes “de carácter escéptico y descreídas en materia política” fruto del “atraso económico y social que había acarreado el centralismo de Franco”. La consolidación de la comunidad se tradujo en la mayor articulación interna de su historia gracias a la mejora de las comunicaciones, aún con mucho margen de avance de infraestructuras, las " instituciones auténticamente regionales”, el fomento del conocimiento de los valores propios y que Mérida se haya convertido en un “centro de la administración símbolo de la identidad”. Estos 40 años, sostiene García, han remontado un “atraso histórico debido a un conjunto heterogéneo de factores geográficos, físicos, socioeconómicos y culturales”.

El presidente de la Junta, Guillermo Fernández Vara (PSOE), sostiene que la gran revolución consiste en “haber creado una comunidad sentida como tal”. El dirigente, nacido en Olivenza (Badajoz) hace 57 años, recuerda que en su juventud no existía un orgullo de pertenencia, un “sentimiento reivindicativo” que se ha ido forjando con el tiempo y ha asentado “el contexto para las bases del progreso”. “El abandono escolar era enorme, lo que transforma a un pueblo es la educación. El Estatuto nos ha puesto en el mapa y hemos creado nuestro destino”, afirma el político, que detalla que esa nueva era que lideró el también socialista Juan Carlos Rodríguez Ibarra (de 75 años, presidente entre 1983 y 2007) tenía una particularidad: el déficit demográfico. “No partíamos de cero, sino de menos 600.000, no hemos empezado desde el mismo punto que otras comunidades”, relata Vara, que asigna a ese fin de emigración masiva que la comunidad pudiera prosperar. Una vez taponada esa fuga, el saldo demográfico actual cuenta con datos similares a los de hace 40 años, aunque el riesgo de la despoblación sigue vigente como en otras comunidades periféricas amenazadas por la atracción ingente hacia la Comunidad de Madrid o la costa mediterránea. Ibarra insiste en que en sus tiempos había escenarios inauditos para los jóvenes: “Usted no puede entender que si abriera el grifo o la ducha no saliera agua, pasaba en 138 pueblos de los 388 pueblos de Extremadura. Tampoco que la población descendiera de forma vertiginosa. No había carreteras buenas. No éramos ni dueños del presente, ni pasado ni futuro, una región desesperada y sin futuro”. El primer dirigente autonómico alude al “arrojo” necesario para acometer este panorama pese a que “daban ganas de irse corriendo”. Él y su equipo afrontaron el reto de “cimentar un Estado del bienestar” forjando educación, sanidad y pensiones públicas. Todo con un comodín: “No había que pensar, cualquier cosa que hiciésemos estaría bien hecha”. El exmandatario socialista reivindica los avales económicos, con el respaldo de Europa, que facilitaron que la inversión “autóctona” catapultara al territorio. Así resume Ibarra estos 40 años: “Fuimos capaces de que una región que apenas tenía peso económico, sindical, empresarial, financiero y político pudiera tener voz en España y acaparar atención. Éramos éticamente los pobres de la nación, ahora tenemos escuelas y sanidad de primera división”.

Salón de plenos de la Asamblea de Extremadura, en Mérida (Badajoz).
Salón de plenos de la Asamblea de Extremadura, en Mérida (Badajoz).Emilio Fraile

Mejor, pero no lo suficiente

Las estadísticas avalan que Extremadura aún tiene trabajo, pero que ha corregido buena parte del déficit que arrastraba. Hace 40 años, el PIB per capita de sus habitantes era, de media, la mitad que el nacional; en 2021 ha ascendido hasta el 74,8%. Poco después del fin del franquismo, la región apenas tenía inscritas en la Seguridad Social a 11.344 empresas; ahora son casi el triple y dan empleo a más del doble de personas que entonces. También se han multiplicado las exportaciones y las entidades que miran al mercado exterior para impulsar su economía. En cuanto al desempleo, la comunidad terminó 2002, año en el que el Instituto Nacional de Estadística (INE) comenzó a medir este registro, con un 18,91% de paro contra el 11,61% español. En el último trimestre de 2022, la tasa ha bajado 1,29 puntos mientras que la media nacional ha crecido 1,26 puntos respecto a hace 20 años.

La doctora en Geografía Humana de la Universidad de Extremadura Ana Nieto, de 46 años, señala el lastre de la acusada pérdida demográfica previa a la Transición. “Hemos diseñado las políticas de las ayudas europeas, ya no estamos en el furgón de cola de la Unión aunque somos de las regiones con menos renta. Hemos sabido ver dónde emplear los fondos, el sector agrario históricamente atrasado tiene muchas mejoras con estas políticas para la mecanización del campo o incluso mejores condiciones para la población activa agraria”, analiza la especialista, que valora la “identidad territorial” labrada con el Estatuto: “Cáceres y Badajoz eran dos provincias sin apenas relación y ahora están muy enlazadas también por la Universidad. Nos ha llenado un poco de orgullo, la región puede desarrollarse y dar buen nivel de vida”. Nieto añade que la renta bruta de los hogares ha pasado del 71,4% en 1986 al 81,6% de la media española en 2020, algo que atribuye también a la importante incorporación femenina al mercado laboral: su tasa de empleo ha pasado del 17,8% en 1983 al 39,2% en 2022. Asimismo, advierte de que pese a que ninguno de los municipios extremeños se ha abandonado, hay un problema demográfico especialmente en la zona de la frontera con Portugal o en las áreas montañosas del norte. “Se ha mejorado muchísimo, pero queda por hacer”, zanja la experta, deseosa de más industria para propiciar empleo de calidad y que permita retener a la población con alta capacitación. El presidente Vara alude a la “simbología emocional” al recordar que hace décadas cientos de miles de extremeños se fueron a Alemania o al norte de España para emplearse en las fábricas de coches, pero que ahora hay proyectos para producir allí las baterías de los vehículos modernos. Navalmoral de la Mata (Cáceres, 17.000 habitantes) acogerá una factoría que supondrá “una sorpresa para España” ante los prejuicios que percibe Vara hacia sus dominios: “Durante años hemos pedido solidaridad y ahora queremos volar, que ya tenemos alas”. Jesús Prieto, de 79 años, representa a esa camada extremeña que migró hace décadas a Alemania y hoy, jubilado y charlando sobre los futbolistas Mbappé y Haaland con su amigo Saturnino Jiménez en el casco antiguo de Cáceres, patrimonio de la humanidad, cuela algún palabro teutón al describir el “cambio radical” entre su infancia y su vejez. “Antes estábamos a la cola de la nación, hemos subido ahora. Las políticas no han sido malas y Europa ha ayudado”, agregan.

Ejemplar del Estatuto de Autonomía de Extremadura en la Biblioteca de la Asamblea.
Ejemplar del Estatuto de Autonomía de Extremadura en la Biblioteca de la Asamblea.Emilio Fraile

Obra inacabada

Fernández Vara dedica buenas palabras a sus predecesores, un Ibarra al que considera un “padre” político y a José Antonio Monago, único alto cargo del PP en dirigir la comunidad en estos 40 años (2007-2011). Vara evoca sus tiempos de líder de la oposición en aquella legislatura y destaca que hoy es al revés, con Monago en ese puesto cuando el PSOE volvió a mandar. El expresidente por el PP, también de 57 años, cita a Ortega y Gasset para tildar a Extremadura de “obra inacabada”, con una notable evolución pero reivindicaciones por cumplir. “Hemos conseguido tener sentimiento de región, cuando el Estatuto se aprobó yo tenía 17 años y no teníamos la conciencia actual. Antes al salir daba cierto complejo decirlo, ahora hay identidad regional”, celebra el exmandatario, feliz porque “antes otros venían a hacer cosas y ahora hemos aprendido”, pese a ese talento que “no encuentra oportunidades aunque se ha formado aquí y tiene que irse, hay que agradecer a la Universidad que ha sido fundamental”. Monago ensalza la buena relación que tiene con sus homólogos y explica que solo así se puede hacer política: “Somos servidores públicos con una responsabilidad, cada cual con su ideología”.

Industrialización pendiente

La generación de Gabriel Moreno, profesor de Derecho Constitucional de 31 años, no conoció esa pobreza de la que hablan sus mayores. “Extremadura ha sido maltratada históricamente, antes de la democracia había casi subdesarrollo en infraestructuras o economía. No hay que ser autocomplaciente, pero ha pasado de una economía del sector primario al terciario, con población más estabilizada con cierto problema demográfico, como todo el interior. En lo económico ha sido extraordinario, seguimos en el furgón de cola pero hemos mejorado sustancialmente”, describe Moreno. Menos impulso ha tenido la industria, si bien la transición ecológica abre nuevas vías, como las energías renovables o procesos industriales verdes como el de las baterías, que para él supone una “oportunidad” capaz de animar a la juventud a revertir la tendencia compartida con otras comunidades cuyo talento debe migrar para encontrar puestos cualificados: “Es una comunidad con mucho por hacer y con margen de desarrollo privado o sinergias con lo público. Hay garantías, si hay compromiso con la tierra hay ciertas esperanzas. Se está apostando por mantener a los jóvenes y reforzar la satisfacción cultural hacia la vida en Extremadura, en lo rural y urbano, y el motor debe ser la educación”.

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Sobre la firma

Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, buscándose la vida y pisando calle. Grado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS. Autor de 'Los rescoldos de la Culebra'.

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