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Longevidad, propagación de la especie y otras peculiaridades que cuentan las hojas de las plantas

Sus funciones básicas son fundamentalmente tres: la fotosíntesis, la transpiración y la respiración. Pero las hojas son tanto ciencia como arte

Plantas

Recién comprado del vivero, un aglaonema ‘White Joy’ despliega sus hojas blancas en todas las direcciones. A medida que pasan las semanas, muchas se han girado, cada día un poquito más, para orientarse hacia la ventana. Ahora, cualquiera que mirara al aglaonema, se daría cuenta fácilmente de cómo su cuerpo entero se ha dirigido hacia la principal fuente de luz. En la mayoría de las ocasiones, la estructura encargada de que una hoja cambie de dirección es ese rabito que la une con el tallo, llamado correctamente como peciolo. Esta prolongación de la hoja no siempre está presente en cada especie, pero es tan frecuente que si a un niño se le pide que dibuje una hoja la pintará con uno de esos peciolos.

Las hojas tienen tantas cosas que contar de cada planta… Su longevidad también es otro de los temas frecuentes que ofrecen dudas a los amantes de la botánica. En una planta caduca, que renueva todo su follaje anualmente, la respuesta es clara: alrededor de nueve meses, aunque eso dependerá de diferentes factores, pudiéndose alargar o acortar según la especie. Pero, en una planta perenne, una hoja vive, como mínimo, una media de un par de años, aunque es bastante habitual que ese periodo vital se extienda a tres, cuatro o cinco años, como en el caso de muchos ficus (Ficus spp.), cultivados como plantas de interior. Esta longevidad dependerá de la cantidad de luz que reciba el ejemplar, así como de su estado energético en general.

Asimismo, la habilidad de cada especie para conformar nuevas hojas es muy llamativa. Cuando la planta es pequeña, el ritmo de creación de estos órganos es relativamente lento, pero, a medida que va creciendo, también aumenta la velocidad de formación de hojas. Una vez más, este parámetro está supeditado a la especie, ya que hay algunas cuya rapidez es proverbial, y casi a cada parpadeo desarrolla una hoja nueva, como hacen muchas plantas herbáceas; esto es lo que le ocurre a un poto (Epipremnum aureum) bien iluminado, hidratado y nutrido.

Las funciones básicas de las hojas son, primordialmente, tres. La primera, realizar la fotosíntesis, por medio de la cual la planta obtiene la energía necesaria para poner en marcha todo su metabolismo. La segunda, efectuar la transpiración, que es la pérdida de vapor de agua a través de los estomas, que son unas aperturas de la epidermis que permiten ese intercambio con la atmósfera; gracias a la transpiración, se favorece la subida de la savia por todo el vegetal. Por último, también llevan a cabo la mayor parte de la respiración, con la necesaria absorción de oxígeno, una función que se realiza tanto de día como de noche.

A estas tres tareas se añade alguna más en ciertas plantas, como es la de propagar la especie de forma vegetativa, asexual, sin que intervengan los órganos reproductores. Esta cualidad es conocida en suculentas como los sedum (Sedum spp.), madreperlas (Graptopetalum spp.) o crásulas (Crassula spp.). Cualquiera de estos y otros muchos géneros constituirán un nuevo ejemplar completo a partir de una sola hoja de la planta madre, en una genial estrategia para propagar su genética. Es conocido el caso de algunas especies que, al menor roce, se defolian tan fácilmente que solo se queda su tallo, como le ocurre a Sedum burrito. De cada una de esas hojas caídas se activará la formación de una raíz y de una nueva planta en un milagro reproductivo cautivador.

Además, dentro del mundo inabarcable de las plantas suculentas surge una adaptación muy curiosa relativa a las hojas, observable en unas cuantas especies del género Euphorbia, entre otras. Durante todo el año, esas euforbias mantienen tallos con sus correspondientes espinas; pero cuando en su lugar de origen llega la época de lluvias, las plantas forman unas hojas verdaderas, que aumentan la capacidad de realizar fotosíntesis. Cuando regrese el periodo seco, la planta reabsorberá el agua y los nutrientes de estas hojas efímeras, para concentrarse de nuevo en sus tallos y sobrevivir a los meses de sequía. Un ejemplo muy conocido de esta adaptación es el de Euphorbia trigona.

Otras funciones de las hojas aparecen cuando ya no están vivas, como en el género Yucca, donde las hojas viejas se secan progresivamente y se pliegan contra el tronco. El resultado es una capa protectora, una coraza que protege a la planta frente a las inclemencias del tiempo y la fluctuación de la temperatura, por ejemplo.

Una estructura particular es la que tienen las tillandsias (Tillandsia spp.), que muestran en sus hojas unas pequeñas prolongaciones que dan a la planta un aspecto plateado. Reciben el nombre de tricomas, y actúan como pequeñas esponjas que les permiten absorber agua y nutrientes de la propia atmósfera; igualmente, previenen la desecación del vegetal, al recubrir su epidermis y reflejar gran parte de la radiación solar.

Otra adaptación fascinante de las hojas se encuentra en la familia de las bromelias, a la que pertenecen las tillandsias. En este caso, nos detenemos en las neoregelias (Neoregelia spp.), cuyas rosetas de hojas prietas retienen la lluvia en una copa central, lo que facilita la captación de agua, líquido en el que ocurren procesos de descomposición de la materia orgánica, una fuente nutritiva que será aprovechable por la planta.

En este nuevo repaso sobre las funciones y adaptaciones de las hojas, y acorde con el momento del año, habría que mencionar cómo al caer al suelo enriquecen la tierra. No contentas con haber aportado oxígeno a la atmósfera y energía para el vegetal, con su escisión de la planta consiguen crear una cobertura protectora en el jardín. En primavera, cuando suba la temperatura, su descomposición formará el humus, la materia orgánica que pondrá en movimiento todo un universo subterráneo de animalillos y de raíces. Mientras llega ese momento, el color del otoño pinta los caminos y los arriates, porque las hojas son ciencia y arte.

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Sobre la firma

Eduardo Barba
Es jardinero, paisajista, profesor de Jardinería e investigador botánico en obras de arte. Ha escrito varios libros, así como artículos en catálogos para instituciones como el Museo del Prado. También habla de jardinería en su sección 'Meterse en un jardín' de la Cadena SER.
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