Prestar dinero a amigos, ¿sí o no?
En una sociedad que, por norma general, habla poco de dinero, cuando un amigo nos pide “una ayudita” surgen cuestiones inevitables: ¿Acepto? ¿En qué circunstancias debería negarme? ¿Se acabará nuestra amistad si nunca me lo devuelve? Y, sobre todo, ¿puedo juzgar lo que haga con su vida mientras tanto?
Todo lo que se cuenta a continuación son historias reales, pero los nombres de sus protagonistas han sido omitidos por cuestiones de decoro. Una chica le prestó dinero a una buena amiga: “En esos momentos ella estaba en paro y yo tenía una buena situación, así que me ofrecí a darle una ayudita porque lo estaba pasando mal”, le confiesa a esta periodista. “Me dijo que me lo devolvería y lo hizo en cuanto encontró trabajo, pero, entre medias, pasó el verano. No sé cómo decirte, pero cada vez que entraba en Instagram y la veía en la playa, la quería asesinar”. Un chico le prestó 100 euros a un conocido que, según le dijo, “estaba a dos velas”. Ese viernes coincidieron de fiesta en un garito. El conocido terminó pagándole las copas al chico que le había prestado el dinero con el dinero que este le había prestado. No volvieron a hablar de aquel asunto, pero el chico no volvió a hacerle ningún Bizum. Otra chica le prestó dinero a un colega que había tenido una avería en casa y no contaba con ahorros para asumir el coste del arreglo. Pasaron los meses y el colega seguía sin devolverle el dinero: “Al final, empezó a devolvérmelo con cuentagotas: este mes te ingreso 100 euros, el que viene, 150... incluso una tarde pagó una ronda de cañas y me dijo que le quitase esos euros de la deuda. Lo pasé fatal, porque yo tampoco estaba boyante. Yo solo quería mi dinero de vuelta tal y como yo se lo presté”.
No solo las personas con poca educación financiera sufren las consecuencias de prestar dinero a amigos o a conocidos. Michelle Singletary, nada más y nada menos que la columnista de finanzas personales de The Washington Post, le prestó dinero a unos amigos que no le devolvieron aquel préstamo en el tiempo pactado: “Un día me invitaron a una fiesta en su casa y vi su nuevo televisor de pantalla grande. Y pensé: ‘¿Entonces puedes comprar un televisor de 1.500 dólares, pero no puedes devolverme el dinero?”, contó en la National Public Radio. Dice el refranero español aquello de “buen amigo y compañero no nos pide dinero”, sin embargo, la precariedad laboral, los altos costes de vida y las facilidades modernas para ofrecer “ayuditas” en forma de transferencias instantáneas parecen haber dejado el refrán obsoleto, aunque el conflicto sigue siendo el mismo: ¿Presto o no presto dinero a un amigo? ¿En qué circunstancias? ¿Debo ponerle una fecha límite para la devolución? ¿Qué pasa si nunca lo hace? Y, sobre todo, ¿tengo derecho a juzgar lo que haga con su vida mientras tanto?
“El segundo factor a tener en cuenta a la hora de decidir si prestar o no prestar dinero es: ¿para qué es?”, apunta en la misma línea De Santiago, “porque no todas las deudas son iguales”. La divulgadora alude a casos parecidos a los mencionados anteriormente: “No es lo mismo que un amigo te pida dinero por culpa de un imprevisto al que no puede hacer frente en esos momentos, un problema superpuntual que no se volverá a repetir porque su vida nanciera es estable, a que te lo pida un amigoende? Esta experta señala tres factores fundamentales: “El primero es el impacto en nuestra propia economía y dependerá de cuánto dinero tengamos: ¿Es una cantidad que me terminaría gastando en ocio? Entonces, ¿por qué no? Si hablamos de cantidades que no te van a hacer un roto ni te van a hacer renunciar más que a un plan de tantos que haces al mes, ¿por qué no ayudar a un buen amigo? Incluso si no lo llegases a recuperar, tampoco pasaría nada”.
“Sobre prestar o no prestar dinero a amigos, la respuesta corta sería esta: no lo hagas” explica de manera mucho más tajante a EL PAÍS Luis Pita, autor del libro de finanzas personales Ten peor coche que tu vecino y divulgador sobre ahorro e inversión. A este experto solo se le ocurre un caso de excepción en el que el préstamo tiene sentido: una emergencia. “Pongamos que un amigo tiene una emergencia, como pueda ser que se le estropea el coche o se le rompe la caldera, y te pide un préstamo para esa reparación que sea, por ejemplo, de 300 euros”. En este caso, el autor recomienda evaluar el riesgo real que eso supone para el que hace la transferencia: “El riesgo real es bajo porque la cantidad de la que estamos hablando no te genera un problema, y, por otro lado, el riesgo de perder la amistad también es bajo, porque la cantidad es pequeña”. Aquello de: “No nos vamos a enfadar por 300 euros”. En todo caso, Pita recomienda que, más que como un préstamo, veas ese dinero como un regalo: “Es decir, presta el dinero aceptando la posibilidad de que nunca te lo devuelva”. El “hoy por ti, mañana por mí” de toda la vida. “Mi recomendación aquí es que, si dispones de ese dinero, adelante. Si nunca te lo devuelve, o a cambio te invita una noche a cenar, tampoco se acaba el mundo”.
“El segundo factor a tener en cuenta a la hora de decidir si prestar o no prestar dinero es: ¿para qué es?”, apunta en la misma línea De Santiago, “porque no todas las deudas son iguales”. La divulgadora alude a casos parecidos a los mencionados anteriormente: “No es lo mismo que un amigo te pida dinero por culpa de un imprevisto al que no puede hacer frente en esos momentos, un problema superpuntual que no se volverá a repetir porque su vida financiera es estable a que te lo pida un amigo cuya vida financiera es precaria, nunca llega a final de mes y su situación personal no tiene visos de mejorar”. Aquí el riesgo es mayor y la experta recomienda ayudar, si se puede y se quiere, en el primero de los casos, pero no en el segundo: “Si te está pidiendo dinero para financiar gasto —los gastos del día a día que debería cubrir con su salario normal— ya te está indicando que su relación con el dinero es problemática. Y financiarle a un amigo una deuda de consumo es peligroso, porque es un agujero que solo se hará más y más grande”. Además, existe el peligro de que ese amigo vuelva a recurrir a ti en un futuro: “Porque obviamente volverá a la fuente que le ha funcionado, que en este caso eres tú”. Las posibilidades de que esa amistad termine por causas económicas son enormes.
Después están todos esos casos en los que el dinero no es una emergencia: “Otro caso típico es el del amigo que te pide 5.000 euros para montar un bar”. Aquí, Pita sí encuentra tres riesgos: “El primero, que 5.000 euros no son 300. Es decir, que aquí ya existe un riesgo económico para ti”, explica el experto. “El segundo, que ya sí que existe riesgo de perder esa amistad si el dinero no es devuelto”. Esto se debe al cambio en las relaciones de poder dentro de la relación: cuando alguien presta una alta suma de dinero a un amigo para abrir un negocio, ¿tiene derecho a entrometerse en ese negocio? ¿Puede opinar sobre si lo que el otro está haciendo le parece responsable o irresponsable? ¿Y si el amigo toma malas decisiones y no puede devolverle ese dinero? “Y el tercero es el riesgo legal... Hacienda podría pensar que lo que estás haciendo es una donación encubierta. Y si no te lo devuelve, es tu problema, claro”. Pita aclara: “En definitiva, ¿se trata de una necesidad? Adelante. Pero abrir un bar (o irse de vacaciones o reformar la cocina, por ejemplo) no es ninguna necesidad”.
Sobre la inevitabilidad del juicio
Volvamos a la chica que le prestó dinero a su amiga y esta se marchó de vacaciones antes de saldar la deuda. La amiga cumplió su promesa y le devolvió el dinero cuando habían acordado, pero se fue a la playa. “Debemos aceptar un hecho: vamos a juzgar a nuestros amigos, aunque no queramos. Al prestar dinero a un amigo te expones a que te empiece a molestar su estilo de vida”, explica Natalia De Santiago. Ya lo hacemos, sin quererlo, incluso sin haberle prestado dinero a alguien: “Pero es un trato injusto y peligroso porque, aunque alguien esté pasando por un apuro, tampoco va a vivir con cero cultura ni ocio”. La experta aconseja dejar las cosas claras desde el principio antes de andar “patrullando Instagram”: “En nuestra sociedad, nos cuesta mucho hablar de dinero, pero, del mismo modo que tu amigo ha tenido la valentía de pedírtelo, tú no deberías sentir vergüenza para preguntarle para qué es y cuándo tiene previsto devolverlo”. Y, en el caso de que sea un regalo para el amigo en apuros en lugar de un préstamo, también dejarlo claro desde el principio.
La divulgadora encuentra otra fórmula que puede ahorrar tensiones y quebraderos de cabeza: “Siempre existe otra opción, claro, mucho más limpia: regálale la lavadora, la caldera o págale la avería. El cerebro, a veces, nos funciona como un pequeño contable, y será inevitable que se ponga a juzgar al otro por salir a cenar”. Pero si lo que regalas es un objeto, mentalmente, es distinto “porque no vas a dudar en si está utilizando el dinero para otras cosas”.
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