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“De tan bueno, eres tonto”: cuando cuidar a los demás se convierte en un problema

Las personas “demasiado buenas” sienten que son excesivamente complacientes con los demás y ponen sus necesidades en un segundo plano a pesar de que eso les haga sufrir. La solución pasa por reencontrarse con uno mismo, definir mejor los propios límites y deseos

Ser bueno no es lo mismo que ser tonto
Las personas que son “demasiado buenas” sienten que son excesivamente complacientes con los demás y habitualmente ceden a sus peticiones o ponen sus necesidades en un segundo plano.Westend61 (Getty Images)

Deberíamos tomarlo como una metáfora, porque darle un puñetazo en la cara a alguien no es la mejor forma de arreglar un problema. No obstante, a él le funciona. Estoy hablando de George McFly, el padre de Martin McFly en Regreso al futuro. Para aquellos que no recuerden el filme, la resolución final de la película de Robert Zemeckis gira alrededor de una persona que es demasiado buena, tan buena que es tonta. Esa persona es George, que consigue reconducir todos los desaguisados que su (futuro) hijo ha realizado en 1955, arreándole un buen derechazo al abusón Biff Tannen, que se reía de él y le obligaba a hacerle los deberes. Con ese “cambio de rumbo”, George consigue conquistar a la (futura) madre de Martin y que la historia no cambie demasiado, si acaso, un poco a mejor.

La situación que sufre George en la película, salvando algunas distancias y adaptándola a la vida real, es común a muchas personas. A menudo dicen “sí”, cuando en realidad quieren decir “no”, lo que les provoca problemas tanto en su vida personal como laboral. Estas personas que son “demasiado buenas”, como suele decirse, sienten que son excesivamente complacientes con los demás y habitualmente —o siempre— ceden a sus peticiones o ponen sus necesidades en un segundo plano a pesar de que eso les haga sufrir en mayor o menor medida.

“Hay muchas personas que temen y se angustian por no ser suficientemente buenas, porque creen que no cumplen lo suficiente con su deber, porque les inquieta ser rechazadas o decepcionar a los demás”, afirma el psicólogo Xavier Guix, también divulgador y autor del libro El problema de ser demasiado bueno (Arpa Editores, 2024). “La angustia les genera una continua autoevaluación sobre lo adecuado o no de su comportamiento ante los demás, si lo que dicen o hacen es lo adecuado. Sufren, por lo tanto, por la imposibilidad de dejar de ser buenas”. Ante estos sentimientos, muchos reaccionan volcándose en los otros.

“Creo que me siento demasiado buena porque tiendo a confiar demasiado en los demás”, explica María, artista gráfica. “Esto hace que luego sea ultradesconfiada si pasa algo. Lo de demasiado buena, además de tener que ver con querer ayudar a los demás, también está muy relacionado con querer agradar y que te importe más de la cuenta que se enfaden contigo. Por un lado, me gusta ayudar a la gente, pero por otro, no sé poner límites y si me piden algo, lo hago, y eso me acaba afectando”.

“Siempre pongo mis problemas y mis cosas en un segundo plano”, admite por su parte Conchi, que trabaja en la industria editorial. “Esto se traduce en que, cuando quedo con amigos o amigas, generalmente nunca suelo hablar de las cosas que me preocupan, que me suceden o que me ilusionan, porque considero que lo mío, digamos, no tiene tanta importancia. Soy esa persona que escucha, la consejera, que deja que los demás monopolicen la conversación con sus temas y con sus preocupaciones”.

“No me considero especialmente buena en el sentido de ‘altruista’. De hecho, creo que el deseo de complacer me ha causado más ansiedad que otra cosa”, confiesa Martina, periodista. “Al no saber decir que no, pues he acabado muchas veces cancelando planes en el último momento o dejando tirada a la gente. Eso yo no lo asocio precisamente a ser una persona buena”.

Las mujeres suelen caer más en aquello de ser "demasiado buenas" por una cuestión de educación desde la niñez.
Las mujeres suelen caer más en aquello de ser "demasiado buenas" por una cuestión de educación desde la niñez.South_agency (Getty Images)

Resulta cuanto menos llamativo que las personas entrevistadas para este artículo, y algunas más que se ofrecieron a participar tras un llamamiento en redes sociales, sean en su totalidad mujeres. Al comentarlo con ellas, ninguna se asombró demasiado. “Cero sorpresas”, comenta María entre risas. “Creo que a las mujeres nos han inculcado el ser cuidadoras, madres y a aguantar circos que no deberíamos aguantar. Creo que los tíos hacen y deshacen como quieren y son más individualistas también por eso, porque se les ha permitido”. El doctor Guix tampoco se muestra muy sorprendido por el hecho de que todas las participantes del artículo sean mujeres. “El arquetipo de la mujer sumisa y complaciente, entregada y al servicio de la familia, permanece en el inconsciente colectivo, a pesar de que tanto el feminismo como las nuevas generaciones están rompiendo ya con ese molde, afortunadamente”, reflexiona. “Muchos padres y madres, educados en este viejo perfil, han educado a su vez a sus hijas para seguir su mismo modelo, el más imperante en su cultura. Vamos hacia una transformación del modelo, solo que aún convive con el viejo paradigma”.

El problema de ser demasiado buenas

Tal y como sugiere el título del libro de Guix, las personas que sienten que son “demasiado buenas” no suelen disfrutar de ello, más bien todo lo contrario. No es una característica de la personalidad que reporte demasiadas satisfacciones, aunque sí que lo haga en ocasiones. “Dice un viejo axioma que tarde y mal se aprende que ser muy bueno no hace que te quieran más, sino que te usen”, sentencia el terapeuta. Una frase que, aunque proyecta una espesa sombra sobre lo que significa ser humano, tristemente la mayoría hemos sido capaces de comprobarla en nuestras propias carnes.

María explica que esta forma de comportarse le ha provocado, a nivel profesional, mucho estrés y sensación de estar quemada. “En algunas épocas he dicho que sí a todos los trabajos que me llegaban, aunque no pudiese. Encima, si luego me pedían cambios, nunca ponía un límite, y eso me ha llevado al agotamiento físico y mental”.

Este tipo de perfil suele cargarse más a sus espaldas el trabajo.
Este tipo de perfil suele cargarse más a sus espaldas el trabajo.SolStock (Getty Images)

Uno de los pilares del libro de Xavier Guix es el concepto de la “mala bondad”, una especie de buenismo mal entendido que hace que las personas sean muy buenas para los demás, pero no tanto para ellas mismas. Señalar este hecho no implica la censura total a ser bueno. El autor lo deja claro: “Es genial hacer el bien siempre que uno se incluya en ese bien. Pero renunciar a lo propio en beneficio solo del otro, o bien es una elección, o bien es un quedar bien. No deja de ser una manera de buscar la estima de los demás a costa de perder la propia”.

De acuerdo con Guix, esta mala bondad tiene principalmente tres efectos negativos en las personas que la practican. “En primer lugar, la persona sufre disociación, es decir, se muestra de una manera hacia fuera y de otra hacia sí mismo. Buena cara a los demás, mala cara y resentimiento a uno mismo y a los suyos más cercanos”. El segundo efecto, continúa el doctor, “es la represión de la ira, el no mostrar enojo o enfado. Tragar y aguantar. Con el tiempo, lo reprimido se convierte en enfermedades psicosomáticas como las contracturas, dolores de espalda, colon irritable, etcétera“. Y, por último, está la pérdida del deseo propio: “Al vivir tanto para los demás, uno se desconecta de lo que quiere y, al final, ya no sabe lo que desea para sí mismo”.

Cómo dejar de ser “demasiado bueno”, si es lo que quieres

Terapia, establecer límites, intentar por todos los medios mantenerse firme… Cualquier cosa es válida para intentar contrarrestar un poco esa fuerza imparable que empuja a muchas personas a poner de lado sus deseos y ceder a los de los demás. María y Martina reconocen que han conseguido mejorar un poco manteniéndose firmes en sus objetivos. “Quizá es la edad”, bromean ambas. Conchi, por su parte, reconoce que ha optado por aceptar que ella es así y que, cuando se ha visto inmersa en dinámicas que la hacían demasiado infeliz, antes que entrar en conflicto, ha optado por desaparecer y sacar a esa persona de su vida.

En opinión del experto, la solución pasa por reencontrarse con uno mismo, tenerse en cuenta, definir mejor cuáles son tus límites y cuáles los deseos y necesidades. “A la vez”, añade, “hay que cuestionarse hasta qué punto le estamos dando una importancia excesiva a los demás. Ya que hablamos de bondad, su traducción en la acción es hacer el bien. Y el bien empieza por uno mismo, respetándose y a la vez haciendo el bien a los demás, sin caer en la complacencia ni en la sumisión. A veces, la guía de nuestra vida la buscamos en el exterior, cuando la brújula está en nuestro interior”, concluye.

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