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Descubrirse, entenderse y sanar, ¿por qué es bueno escribir un diario?

La práctica del diario íntimo y de la escritura terapéutica nos hace adentrarnos en el terreno de nuestros deseos, miedos y tragedias, brindando un espacio para el desahogo emocional

Cuando escribimos un diario íntimo en la edad adulta solemos entrar más en profundidad en nuestros pensamientos y nos suele servir como desahogo emocional.
Cuando escribimos un diario íntimo en la edad adulta solemos entrar más en profundidad en nuestros pensamientos y nos suele servir como desahogo emocional.Oksana Nazarchuk M (Getty Images)

En un artículo publicado en 1976 en The New York Times, titulado Por qué escribo, la autora estadounidense Joan Didion afirmó: “Escribo estrictamente para averiguar qué estoy pensando, qué estoy mirando, qué veo y qué significa. Para averiguar lo que quiero y lo que temo”. La escritora resolvía así, en pocas palabras, con ese estilo tan directo y frugal del que siempre hizo gala, lo que muchas personas sienten cuando cogen lápiz y papel, o se ponen delante de su ordenador o de la aplicación de notas de su teléfono móvil, y, simplemente, escriben. Y escriben especialmente, como también hacía la autora californiana, sobre las cosas que les pasan o que piensan; sobre sus deseos, sus miedos o sobre sus tragedias.

No piensan en publicar sus escritos, ni siquiera en que los vaya a leer nadie (de hecho, probablemente no quieran que nadie los lea nunca), y suelen tomar la forma de diarios personales o de textos terapéuticos. Probablemente, a nivel personal, la escritura de estos textos hace la misma función que los de la autora de El año del pensamiento mágico: descubrirse, entenderse y sanar.

Diario íntimo vs escritura terapéutica

Más o menos todos tenemos bastante claro lo que es un diario íntimo y muchos tuvimos uno, especialmente de niños o adolescentes. Volver a esas páginas suele resultar una experiencia tierna y divertida. A veces triste. En ocasiones, también es sorprendente, ya que, entre las líneas, habitualmente mal escritas, emborronadas y algo torcidas, se reconocen algunas de las piezas del carácter que todavía nos definen hoy.

Cuando escribimos un diario íntimo en la edad adulta solemos entrar más en profundidad en nuestros pensamientos y nos suele servir como una especie de desahogo emocional. También, a través de él, reflexionamos sobre las cosas que nos han ocurrido. Su escritura suele constituir un momento de tranquilidad y de recogimiento.

Según la doctora Teresa Martín, psicoterapeuta que, entre otras cosas, también imparte talleres de escritura terapéutica, el diario íntimo y la escritura terapéutica no tienen diferencias notables: “El punto de partida es idéntico”, afirma. “Pararse para intimar con uno mismo y que, de esa relación de escucha, resulte un mayor, más completo, justo y adecuado autoconocimiento”. La escritura terapéutica suele tener un enfoque más decididamente dirigido a conseguir el bienestar de la persona y al autoconocimiento, y suele estar dirigido y pautado por un profesional de la salud mental. Según Adrián Montesano, profesor del Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la Universitat Oberta Catalunya, y que dirige un Seminario de Prácticas de Terapia Narrativa en ese mismo centro, “la escritura terapéutica puede ser útil en cualquier proceso terapéutico. Por ejemplo, la escritura de cartas siempre marcan un antes y un después en el tratamiento de un paciente. El poder de la palabra escrita no lo tiene ninguna conversación”.

Una forma de reelaborar la mente

“La escritura contribuye al proceso de ordenar el pensamiento y mejorar el autoconocimiento”, afirma Montesano. “A nivel de procesos psicológicos básicos, la información se procesa de una manera completamente diferente cuando uno escribe que cuando uno piensa o incluso cuando habla. Digamos que, a nivel de producción narrativa, podemos hacer un falso escalafón: el pensamiento sería la forma más simple. Cuando hablamos interactuando con otra persona, hay un discurso un poco más elaborado. Pero escribir nos obliga a ordenar y estructurar el pensamiento de una forma diferente. Conectamos más áreas del cerebro y procesamos la información de una forma más compleja”.

Los expertos aseguran que la escritura contribuye al proceso de ordenar el pensamiento y mejorar el autoconocimiento.
Los expertos aseguran que la escritura contribuye al proceso de ordenar el pensamiento y mejorar el autoconocimiento.lechatnoir (Getty Images)

De todos modos, Montesano señala que no toda escritura de un diario tiene los mismos efectos. “Uno puede escribir un diario con unos efectos prácticamente nulos sobre su bienestar psicológico si es un diario simple, que hable de dónde ha estado, con quién, etcétera, pero en el que no refleje pensamientos más profundos, emociones, sentimientos, reflexiones o caracterizaciones que ayuden a maximizar o a obtener los beneficios de la escritura”. “Un diario terapéutico, no hace otra cosa que responder a ¿quién soy?”, explica Teresa Martín. “Pero el resultado no es automático. Es un proceso sorprendente e inesperado”. La doctora explica que, gracias a este tipo de escritos, uno puede descubrirse a sí mismo, tanto en la escritura como posteriormente en la relectura. Y añade: “Nos da la oportunidad de decidir, con firmeza, honestidad y fuerzas renovadas, sobre la posibilidad de cambiar el curso, la deriva de nuestra vida actual”.

Por lo tanto, según Martín, un diario es una potente fuente de transformación. “Todos arrastramos experiencias. Tramas mal vividas, atadas a los pies”, afirma. “Es posible que ni siquiera sepamos de su existencia. Está silenciada por la fuerza de la costumbre o por la obediencia debida. Hasta que la escritura te hace toparte con ellas”. Según la doctora, una vez que descubres ese tipo de cargas, de incoherencias, ya nada es igual, no hay marcha atrás.

En este sentido, Montesano cita una técnica que se utiliza en el ámbito de la escritura terapéutica llamada el paradigma de la escritura expresiva, que consiste en hacer que la persona escriba sin detenerse durante 15 o 20 minutos cada día, a lo largo de tres o cuatro días, sobre algún hecho traumático o un acontecimiento que la haya afectado profundamente. “Puede ser cualquier cosa, un accidente, la llegada de una enfermedad, una pérdida, cualquier cosa que pueda estar relacionada con un trauma”, explica el doctor. “El escrito debe ser totalmente privado y, sobre todo, se tiene que centrar en los efectos que ha tenido en la vida de quien escribe, en los pensamientos y sentimientos más profundos relacionados con ese trauma o ese suceso”. El último día, se le pide al paciente que haga una valoración general indicando los aprendizajes obtenidos y algún tema que ha quedado pendiente. “Las personas que consiguen mejores resultados son aquellas que en los escritos son capaces de identificar mejor las emociones tanto positivas como negativas, las que tienen la capacidad de ver la historia desde diferentes puntos de vista”, asegura. “Personas que nunca habían hablado de un suceso traumático por el que pasaron se benefician muchísimo de este paradigma de escritura expresiva”, continúa el especialista. “Estas personas incrementan su capacidad para organizar la emocionalidad y la complejidad de sus traumas al subjetivar la experiencia, multiplicar las perspectivas y dar coherencia a su relato”.

Cómo maximizar los beneficios terapéuticos de un diario

A pesar de todos los beneficios que puede traer, a muchas personas les cuesta ponerse a escribir un diario o un texto con ánimo terapéutico. La doctora Martín reconoce que es cierto que se aprecia una especie de miedo o reparo en algunos a dar el paso. “Nos aterra la libertad”, defiende. “Me recuerda a una historia que escribió Eduardo Galeano, la tituló El miedo, y dice así: ‘Una mañana nos regalaron un conejo de Indias. Llegó a casa enjaulado. Al mediodía, le abrí la puerta de la jaula. Volví a casa al anochecer y lo encontré tal como lo había dejado: jaula adentro, pegado a los barrotes, temblando del susto de la libertad’. Apliquémonos el cuento”.

Un diario es una potente fuente de transformación.
Un diario es una potente fuente de transformación.Luis Alvarez (Getty Images)

“A quien desee escribir un diario, le sugiero que reconozca la impaciencia por los resultados y los logros”, continúa. “Y, como quien se controla la presión sanguínea, se vigile esa debilidad y su tendencia a la tiranía con dosis infinitas de empatía. Un antídoto para el ansia de poder y gloria: ponerse un tiempo concreto, siete o diez minutos cronometrados. Cuando salte la alarma, se acabó por hoy. No tengas prisa en aumentar las sentadas, si nos precipitamos, corremos el riesgo de entrar a la jaula. Cuando veamos que nos atascamos, que nos abruman nuestros enredos mentales, busquemos ayuda. Los talleres de escritura terapéutica funcionan muy bien para observar tu historia con protección, te invitan a tomar perspectiva y a desdramatizar el exceso de intensidad que paraliza el relato”.

“Evidentemente, la escritura es como un gimnasio”, apunta Montesano. “Además, y esto es importante remarcarlo, para practicar este tipo de escritura no es necesario saber redactar bien, con calidad literaria. En este caso, escribir es una vía de expresión personal y eso todo el mundo lo tiene. Según mi experiencia, todas las personas pueden beneficiarse muchísimo de escribir, y conforme más practican más cosas pueden descubrir de ellos mismos, pero es un trabajo que se tiene que mantener a lo largo de un cierto tiempo para poder experimentar los beneficios, todo y que estos se pueden experimentar desde los primeros momentos”.

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