Javier Grijalbo, naturalista y escritor: “Los descampados, siempre mal afamados, pueden ser espacios de gran interés natural”
Acaba de publicar un nuevo libro, ‘Vegetación de Madrid’, que demuestra que no existen los lugares desfavorecidos, puesto que incluso en los descampados podemos encontrar la majestuosidad de lo silvestre
La grandiosidad de la naturaleza se aprecia en los detalles. Para Javier Grijalbo Cervantes, no hay lugares desfavorecidos, y en todos halla la majestuosidad de lo silvestre, incluso en los descampados urbanos poblados por unas pocas hierbas. Este naturalista, escritor, divulgador, ilustrador y fotógrafo —por citar algunos de los ámbitos en los que Grijalbo florece de manera pródiga—, comparte su conocimiento con generosidad, sin alharacas de ningún tipo, con humildad, como una planta que da lo mejor de sí misma y contribuye a la riqueza de un entorno. Grijalbo es parte de la naturaleza en España, como lo es la encina o el cantueso. Mucho de este saber se puede extrapolar del campo a los jardines y parques de las ciudades.
Pregunta. ¿Qué recuerdos tiene de la naturaleza, cuando era un niño?
Respuesta. Toda mi familia vivía en Madrid, y hasta muy tarde no pude disfrutar de veranos en el campo. Sin embargo, recuerdo la fascinación que me causaba observar el horizonte de la sierra cuando paseaba con mis padres y mi hermano por la Dehesa de la Villa, cogiendo piñones. Entonces preguntaba: ¿podremos ir allí algún día?
P. La divulgación es uno de sus territorios naturales.
R. Al final del bachiller tuve la suerte de acceder a diferentes libros relacionados con la naturaleza que despertaron en mí una fuerte curiosidad por todos los temas relacionados con ella, de forma que, cuando no leía los apasionantes relatos de J. H. Fabre, dibujaba las fotos de aves que aparecían en las enciclopedias de la época o un jaramago que encontraba por la calle, inspirado en las láminas que encontraba en libros. Con el trascurso del tiempo me fui dando cuenta de lo poco que importaban estas cosas a la mayoría de la gente, despertándome de forma inconsciente un impulso por mostrar, primero su belleza, más tarde su interés y finalmente su importancia.
P. Pero sus estudios le llevaron a otro ámbito de conocimiento…
R. A pesar de mi formación académica como Arquitecto Técnico, y de haber desarrollado otras actividades laborales, pronto encaminé mi trabajo hacia aspectos relacionados con la naturaleza, y en particular se puede decir que la divulgación de la naturaleza ha sido el hilo conductor que ha dirigido siempre mi actividad profesional.
P. ¿Siente que esa labor divulgativa ha dado sus frutos?
R. Con el trascurso de los años, diría que esta no ha sido en vano, pues junto a muchos otros profesionales, creo que hemos contribuido a aumentar la sensibilidad de la ciudadanía por el medio ambiente.
P. Acaba de publicar un nuevo libro, Vegetación de Madrid. ¿Qué aporta al conocimiento de la naturaleza madrileña?
R. Es un libro que pretende divulgar las relaciones que las plantas tienen con el medio ambiente, las estructuras que conforman, los vínculos que establecen entre ellas y el provecho secular que ha obtenido de ellas el ser humano a partir del conocimiento de su ecología. La vegetación de Madrid ha sido estudiada por eminentes botánicos desde hace tiempo, de forma que el libro trata de recopilar lo esencial del conocimiento acumulado, actualizándolo con el aporte de investigaciones recientes y añadiendo mis observaciones de campo.
P. ¿Es un libro solo para botánicos o también puede encontrar acomodo en bibliotecas de aficionados a las plantas?
R. Para el profesional de la botánica podría constituir un prontuario de consulta, pero para los estudiantes e interesados en las plantas espero que sea una fuente de información. De cara a facilitar la comprensión del texto, el libro cuenta con centenares de fotografías de paisajes vegetales y numerosas ilustraciones.
P. Otro de sus libros es Flora de Madrid, un extenso álbum de familia de las plantas de esta región. ¿Qué plantas pueden sorprender a un excursionista que se interne por las sendas madrileñas?
R. Con Flora de Madrid pretendía aportar una guía de reconocimiento de plantas que personalmente andaba buscando durante décadas y que no encontraba. En mis paseos por la geografía madrileña, he podido constatar la extraordinaria diversidad de su flora, resultado de un importante gradiente altitudinal, un rico historial geológico, una gran variedad de suelos y una heterogénea relación con el ser humano a lo largo del tiempo. Desde bosques majestuosos, como los de pino albar (Pinus sylvestris) de la Sierra de Guadarrama, a sencillas cunetas, repartidas por doquier, cubiertas de flores primaverales. Sin embargo, hay otros ambientes que a menudo pasan desapercibidos al paseante, como las formidables extensiones de esparto (Macrochloa tenacissima), por poner un ejemplo.
P. Además de escribir sobre la flora, también dibuja esas mismas especies. ¿Establece algún tipo de conexión con las plantas que retrata?
R. Cuando pinto plantas, aves, insectos o rocas, trato de reflejar su aire más elegante dentro de su aspecto general. La intención es que el que vea la ilustración reconozca y aprenda con lo dibujado y que disfrute con su observación. A veces, detalles como la mordedura de un insecto en una hoja o un rasgo de agostamiento pueden contribuir a ello. En fin, se trata de reproducir para los demás lo que veo en el campo y me gusta.
P. Es un firme defensor de las hierbas urbanas que habitan en los descampados de cualquier ciudad. ¿Qué aportan a un medio tan complejo?
R. Los descampados, siempre mal afamados, pueden ser espacios de gran interés natural, didáctico, paisajístico, científico y social; todo depende de la gestión que se haga de los mismos. Hablamos de descampados, pero a la vez de solares con diferente grado de abandono, jardines intermitentemente atendidos, espacios contiguos a infraestructuras, más o menos asilvestrados, zonas periféricas de transición entre lo rural y lo urbano… Desde el humilde hábitat representado en un alcorque a la masa forestal desarrollada espontáneamente en un solar cerrado, la ciudad encierra una variedad enorme de ámbitos ecológicos que propician el asentamiento de multitud de especies de plantas. Y ni que decir tiene que estas, a su vez, atraen la presencia de aves e insectos beneficiosos que contribuyen a hacer de las ciudades lugares más amables.
P. Entonces, los descampados pueden tener una función educativa.
R. A menudo pienso en esos institutos con espacios abandonados en sus inmediaciones que son laboratorios naturales desaprovechados. Si estos estuvieran debidamente acondicionados, podrían representar una fuente de conocimiento e inspiración para un alumnado abrumado por la teoría, y en general apartado de la naturaleza.
P. ¿Es necesario que la ciudad sea permeable a la naturaleza que la rodea?
R. Un amante de los espacios marginales no puede decir que no. Sin embargo, comprendo que, para parte de la ciudadanía, el uso de estos lugares a los que nos referimos le pueda parecer inconveniente. Como en todos los aspectos de la vida, es necesaria una labor educativa que sensibilice a las personas acerca de los valores positivos que suponen el contacto con la naturaleza. Si solo pensamos en un bicho como algo que te pueda picar, es lógico que solo pensemos en eliminarlo, pero, en líneas generales, si transmitimos adecuadamente la forma de convivir con él y el valor de los ciclos naturales en los que interviene y de los que finalmente nos beneficiamos, puede que solo repare en su belleza e interés, y a la vez persuada a los suyos.
P. ¿Qué actividades recomendaría para reforzar en los niños el respeto por la naturaleza?
R. Sobre todo, salir al campo, jugar ahí con ellos. Que disfruten en plena naturaleza: del agua, de la sombra, del roquedo, del aroma y la textura de las plantas... Que se impregnen de esos recuerdos entrañables que solo se fijan en la infancia. Que destruir el medio compromete el disfrute de los que vienen después.
P. ¿Qué jardines recuerda con cariño?
R. Siempre que viajo busco librerías del lugar que visito y su jardín botánico. Cada uno te deja una huella, siempre positiva, pero he de decir que mis jardines entrañables, —quizá porque los he visitado en más ocasiones y he tenido más vivencias en ellos—, son el Retiro y el Jardín Botánico de Madrid. A mi entender, este último, en otoño, tiene alguno de los rincones más bonitos de Madrid.
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