Disfunción eréctil y cultura coitocentrista: la inseguridad sexual de los hombres maduros
La masculinidad insegura es producto del deterioro físico, de los cambios sociales de los últimos años que han empoderado a las mujeres y también porque la dinámica de la pareja cambia
Tendemos a pensar que en la sociedad patriarcal el hombre lo ha tenido más fácil en su faceta sexual. Él gozaba de una libertad sin juicios morales, no podía quedarse embarazado (ahora ya sí) y no tenía ninguna reputación que mantener, a no ser la de “picha brava” frente a los amigos, en la barra del bar. Sin embargo, estas licencias tenían su contraprestación, ya que él era el proveedor del placer femenino (“no hay mujeres frígidas, sino hombres inexpertos”); el penetrador, siempre a punto y siempre dispuesto, sin derecho a expresar sus sentimientos. Algo así como una sex machine, cuando los juguetes eróticos no habían conquistado todavía el mercado.
En esta tregua en la lucha de sexos que vivimos hasta hace muy poco, ya que ahora hombres y mujeres vuelven a la gresca por obra y gracia de las ideologías, muchas mujeres aprendieron que su placer no provenía de ningún príncipe azul, sino que era su propia responsabilidad. Los varones empezaron también a vislumbrar lo que se llamó “nuevas masculinidades”, que algunos interpretaron como una manera más cómoda y natural de ser hombres; mientras otros y otras, menos inspirados, lo tradujeron en una guerra sin tregua a la testosterona. Hormona interesante donde las haya, por cierto, ya que es responsable de muchas funciones en hombres y mujeres y está relacionada con la musculatura, los huesos, el sueño, la autoeficacia, el estado de ánimo o el deseo.
Si la juventud se ha alargado para todos, en años de empoderamiento femenino, la mujer es la que más se ha beneficiado con este cambio. Cuentas de Instagram que siguen el proceso de dejar el tinte y echar las canas al aire, septuagenarias que entrenan como si fueran a las olimpiadas o abuelitas que nos adentran en los secretos del sexo sagrado. Tal vez muchos piensen que los hombres maduros no necesitan una palmadita en la espalda, puesto que ellos ya lucían canas hace tiempo. Sin embargo, se equivocan, y la mayoría de ellos se siente vulnerable e inseguro en el terreno erótico. No solo porque la biología empieza a fallar, sino por otros motivos.
“Si te fijas, hay muchos anuncios de productos para mujeres maduras (lubricantes, compresas para la incontinencia, suplementos dietéticos), pero hay muy pocos para hombres. Ni la sociedad ni el mercado se ocupa mucho de ellos, que llegan a esta edad con mucho desconocimiento”, señala Raúl González Castellanos, sexólogo, psicopedagogo y terapeuta de pareja del gabinete de apoyo terapéutico A la Par, en Madrid. “Sexualmente, el hombre es válido mientras pueda penetrar. Luego, si sigue interesado en el sexo, existe el apodo de ‘viejo verde’. Cuando empiezan, por tanto, los problemas de erección, la mayoría de los hombres pasan por tres fases: tardan en reconocerlo con la pareja (o evitan las relaciones sexuales), recurren a internet y hasta compran productos milagrosos y, finalmente, van al urólogo o al sexólogo. Consultarlo con los amigos, como hacen ellas con sus problemas, no es una opción válida para el hombre educado en los tradicionales roles de género”.
El fin de la juventud está bien claro en la mujer, a la que se le retira la menstruación, pero no tanto en el hombre. “Los medidores de la andropausia están muy poco definidos y son progresivos”, apunta Antoni Bolinches, licenciado en Filosofía, Psicología, sexólogo y profesor del máster en Sexología Clínica y Salud Sexual en la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona. “El ingreso en la madurez masculina queda más difuminado y la presión social hace que los varones se resistan a admitir que ya no son lo que eran. Especialmente, si no han madurado como seres humanos y no reconocen sus limitaciones. Entonces pierden su seguridad sexual y algunos buscan parejas más jóvenes, que no demandan tanto, porque tienen menos experiencia, y suponen un estímulo mayor que una de su misma edad”, explica el también autor de varios libros sobre sexualidad.
Tener que enfrentarse a los cambios físicos y psíquicos propios de la madurez, sin mucha información, en un momento en que la sociedad demanda hombres sensibles, al mismo tiempo que las concursantes de First Dates piden a gritos empotradores, debe confundir un poco. “Generalmente, los hombres se vuelven muy inseguros en la madurez; porque, a pesar de todo, sigue el paradigma de que la sexualidad masculina se basa en la erección y hay un miedo atávico a perderla. Es la espada de Damocles que pende sobre sus cabezas a partir de cierta edad”, afirma Francisca Molero, ginecóloga, sexóloga, directora del Instituto Iberoamericano de Sexología y presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología. “Además, aunque ahora hablamos de que hay que evitar el coitocentrismo, la disfunción eréctil no siempre es aceptada con paciencia y comprensión por la pareja. O puede que reaccione diciendo un ‘no importa’, lo que tampoco convence al varón, porque para él sí que es un tema importante, que le preocupa”. Tampoco se informa al hombre de que los problemas de erección que se mantienen en el tiempo son siempre síntomas centinela de un problema orgánico, generalmente cardiovascular. O de que los medicamentos para la hipertensión, por ejemplo, pueden producir este tipo de trastorno. “Las mujeres se interesan más por las cuestiones de salud, ellos no tanto y llegan a esta edad sin saber demasiado y pidiendo soluciones prácticas que les devuelvan el vigor perdido. Casi nunca se considera la parte emocional, psicológica; pero en las consultas te cuentan que se sienten incomprendidos, confusos, que se tienen que tragar sus sentimientos. O que, de repente, la pareja con la que han compartido muchos años, le suelta ‘es que no sabes tocar”, cuenta esta sexóloga.
“Cuando la mujer pregunta ‘¿Y yo qué?’, el hombre se plantea ‘¿Y yo cómo?”, enfatiza Bolinches. “La masculinidad actual es insegura e infantil. El varón está desorientado porque debe ser muchas cosas a la vez; y algunas de esas cosas corresponden a su antiguo papel (potencia, vigor, disponibilidad sexual) y otras a su nuevo perfil, que no está todavía muy definido y que, además, no ha sido diseñado por él, sino por la sociedad. Así que el hombre no sabe muy bien qué hacer, ni cómo comportarse frente a las mujeres”.
En esta tierra de nadie y de todos, la solución para salvar la sexualidad masculina más allá de los, pongamos, 50 años pasa, según Raúl González, por “tratar de devolverles la confianza. Intento ampliarles el campo de la erótica, que no se centren solo en la penetración. Con el tiempo, la erección pierde la rigidez de los 20 años y eso hay que aceptarlo, pero el encuentro erótico entre dos personas es mucho más que el coito y hay que buscar nuevos caminos y nuevos estímulos. Y sobre todo, no hay que ir a la primera cita sexual con la ansiedad anticipatoria de que no se va a funcionar, porque la psicología es la gran culpable de muchos gatillazos”.
“Así como existen parejas post-sexuales (que ya no tienen sexo, pero que se llevan bien), existen también parejas post-coitales (que no practican el coito, pero que siguen teniendo relaciones sexuales)”, subraya Bolinches. “Este es un sexo más afectivo, más emocional, con más intimidad; lo que no quiere decir que sea de peor calidad. Cada edad tiene sus virtudes y defectos y se puede ser feliz en cada etapa de la vida, si se asumen las circunstancias. Es como un esquiador de 60 años, que sabe que no puede hacer lo que hacía en su juventud, pero que sigue saliendo a esquiar, aunque esté menos horas o elija pistas menos complicadas”.
La masculinidad insegura de los hombres maduros, que no tengan ni los genes ni la cuenta bancaria de Brad Pitt, no solo es producto de su deterioro físico y de los cambios sociales, sino que también, como apunta Francisca Molero, “la dinámica de la pareja cambia; porque la sociedad, en los últimos años, ha empoderado a las mujeres para que vivan su madurez de manera menos dramática y más asertiva; pero no ha hecho lo mismo con los hombres y creo que esto es algo que habría que hacer. Mi consejo para ellos es que busquen información, que hablen con personas de confianza y con profesionales sobre los cambios físicos y las emociones. Que no tiren la toalla porque hay soluciones. Hay que hablar de este tema, porque la sensibilización social es muy importante. Lo ha sido, por ejemplo, para el tema del cáncer de mama”.
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