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Por qué el síndrome de la chica con suerte es el último ejemplo de positividad tóxica

El fenómeno que nació en TikTok consiste en pedir deseos, ya sean un aumento de sueldo o una pareja, y esperar a que se materialicen. Pero este concepto, además de falaz, ignora que no es lo mismo pedir cosas cuando se parte de una posición de privilegio y genera culpabilidad

lucky girl syndrome
Una mujer con el universo proyectándose sobre ella.Mads Perch (Getty)

“El síndrome de la chica con suerte es esencialmente creer que eres la persona con más suerte del mundo y entonces convertirte en ella. Funciona a través de las Leyes de la Asunción, según la cual lo que crees que se va a volver real, se vuelve real”. La tiktokera @hothighpriestess explica así en uno de sus vídeos en qué consiste el Lucky Girl Syndrome (el síndrome de la chica con suerte, en castellano), el fenómeno que ella misma ha contribuido a popularizar —vende talleres online sobre el tema— y que ha tomado TikTok en las últimas semanas.

“Desde que empecé a hacer esto, las oportunidades me caen del cielo”, explica otra usuaria mientras se maquilla. “No fue hasta que empecé a creer que siempre me van a pasar cosas geniales, que todo esto funcionó”. Una tiktokera española, Aira, trata de darle una capa científica al síndrome hablando del sistema de activación reticular. La plataforma está llena de testimonios que explican cómo a ellos les funcionó (cómo consiguieron trabajos nuevos, comprar una casa, aumentos de sueldo o incluso ganar apuestas deportivas tras empezar a aplicar el sistema), otros tantos echando por tierra el concepto y algunos más dando ideas de cómo aplicarlo. Por lo general, para ser La chica con más suerte del mundo hay que “manifestar” los objetivos vitales escribiéndolos en la aplicación de notas del teléfono o, si se invierte un poco más de tiempo y de energía analógica, creando un vision board, un panel en cartulina con fotos que representen esos objetivos. Según otra tiktokera, por aquello de guardar las buenas maneras, también ayuda llevar un “diario de gratitud”, para agradecer al universo todos esos dones que nos concede.

Un método popular para convertirse en chica con suerte es el llamado Manifestation 369, que consiste en escribir un deseo tres veces por la mañana, seis veces a mitad del día y nueve veces antes de ir a dormir. Otra técnica es la 55x5. Para eso hay que escribir un deseo 55 veces al día durante cinco días seguidos. Hay quien se conforma con hacer un tuit o un vídeo de TikTok dejando constancia documental de lo que se desea, pero también han surgido coaches de la manifestación, como Kristen Jenna, una influencer que fundó en 2019 una “academia de manifestación” o Marissa Moon, que se utiliza a sí misma como ejemplo. Manifestando dinero, cuenta ella en sus múltiples canales, logró dejar su trabajo corporativo y ahora vive en Bali y ayuda a sus clientes a conseguir lo mismo.

El síndrome de la chica con suerte no deja de ser una variación de una práctica que lleva tiempo siendo popular, la idea de manifestar cosas positivas pensando en ellas con insistencia. Filósofos como Ralph Waldo Emerson introdujeron ese concepto en su obra a través de las llamadas “reglas de la atracción” y en las últimas décadas esa especie de positividad acrítica ha encontrado siempre un acomodo en la cultura popular, ya sea en libros hiperventas como El secreto, de Rhonda Byrne, que Oprah Winfrey catapultó a la altura de fenómeno popular —Kim Cattrall lo lee en un capítulo de Sexo en Nueva York y aparece en un episodio de La que se avecina—, o canalizándolo en lo que se ha llamado la industria del pensamiento positivo. Quizá la diferencia con el Lucky Girl Syndrome (LGS) es que este tiene un punto más pragmático. “Empecé a bromear sobre lo buena que estoy en lugar de bromear sobre ser fea, y ahora estoy buena”, explica una defensora de la teoría en TikTok, de manera no irónica. Otro seguidor de la teoría explica: “Al día siguiente de empezar a practicar el método, alguien pagó mi manicura y conseguí billetes de avión más baratos de lo que pensaba”.

@hothighpriestess

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Como las anteriores variantes del pensamiento positivo, esta nueva representación también trata de añadir una capa de ciencia a la teoría. Quienes la defienden suelen citar estudios neurológicos, como uno que se realizó en 2015, y que se publicó en el libro Social Cognitive and Affective Neuroscience, que probaría que las afirmaciones positivas activan partes del cerebro relacionadas con la autopercepción. También se suele citar el sesgo de confirmación, el principio por el cual una embarazada no deja de ver embarazadas por la calle. Maximizando esta idea se llega a creer que pensando en dinero, llega el dinero. Estos fenómenos se engloban dentro de lo que se llama “positividad tóxica”, que señala la falacia de acentuar el pensamiento positivo y apunta a consecuencias negativas de esa corriente, como la negación del dolor.

Edgar Cabanas, coautor junto a la socióloga israelí Eva Illouz del libro Happycracia. Cómo la ciencia y la industria de la felicidad controlan nuestras vidas (Paidós), cree que este fenómeno “es una forma de pensamiento mágico según el cual lo material es solo un producto de la imaginación o de la percepción individual”. “Pensar que podemos cambiar las circunstancias, manipular los resultados o transformarnos como personas solamente adoptando pensamientos y actitudes positivas, aunque tentador, no solo es falaz, sino que, entre otras consecuencias, genera culpabilidad”, añade Cabanas. “Ya que cuando las cosas finalmente no salen como las proyectábamos en nuestra mente, tendemos a atribuirnos la responsabilidad de que el resultado no fuera como deseábamos o esperábamos. Además, genera la falsa sensación de que todo lo que ocurre está bajo nuestro control. Cuando, por suerte o por desgracia, esto no es así”. El manifesting, de entrada, decide ignorar que no es lo mismo desear cosas cuando se parte de una posición de privilegio que hacerlo cuando se tiene todo en contra según la estructura social.

Aunque también hay hombres practicando el LGS y mujeres criticándolo, llama la atención esa formulación en el nombre de la chica con suerte. ¿Se dirige la industria del pensamiento positivo especialmente a las mujeres, y a las mujeres jóvenes? Cabanas cree que ya no: “Hace décadas, la autoayuda más espiritual y pseudorreligiosa iba enfocada a un público femenino, mientras que la autoayuda del ámbito empresarial y los negocios se enfocaba a un público masculino. Ahora, sin embargo, esto ya no es así. No existe una clara demarcación de género, tiene una voluntad universal”.

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