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El pequeño gran final de un imborrable viaje

Izal, que encara la recta final de la gira de presentación de ‘Autoterapia’, protagonizó una noche de mucho espectáculo en el Bilbao Arena

Izal, durante el concierto de anoche en el Bilbao Arena.
Izal, durante el concierto de anoche en el Bilbao Arena.Fernando Domingo-Aldama

A Mikel Izal se le veía sonriente. Durante toda la noche parecía que se encontraba tocando en el salón de casa. No era para menos. Bilbao tiene mucho que decir en la vida de este músico navarro que conoció de primera mano durante unos años lo que son unos pintxos en el Casco Viejo. Porque Mikel estudió su carrera lejos de su casa natal, pero es bien sabido que cuando a uno le acoge una ciudad con los brazos abiertos, las raíces se mantienen. Acompañado por Alejandro Jordá a la batería, Emanuel Pérez Gato al bajo, Alberto Pérez en las guitarras y de Iván Mella, bilbaíno “de pura cepa”, ocupando la labor de teclista, Izal ofreció a su público un espectáculo digno de cualquier estrella del rock. Una escenografía y una puesta de escena que no se encuentra a la altura de muchos artistas.

“El pequeño gran final de viaje” es el punto final a una más que extensa gira cuyo éxito palpable se vio interrumpido por la pandemia del coronavirus. El lanzamiento de su último disco, Autoterapia sirvió como excusa para montarse de nuevo en la furgoneta y recorrer carretera. Para que el contador de kilómetros subiera más y más. El 18 y el 19 de junio la banda se subió de nuevo a los escenarios. En este caso el del Wizink Center madrileño. A partir de ahí, un periodo estival en el que cada concierto era sinónimo de entradas agotadas.

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Una cuenta atrás de diez segundos dio paso a una mini- película en la que hizo su especial cameo el bueno de Raphael. “Han pasado 468 días desde que sufrimos la avería. Hoy, la espera ha terminado”. Una escenografía que recordaba al interior de una nave espacial fue el preámbulo perfecto para que sonara ‘Meiuqèr’. Y también los primeros aplausos. Y es que después de “todo un año de duda y silencio” ya se vislumbra el fin de una pesadilla que terminó siendo una realidad. “¡Gabón, Bilbo! Creo que a todos nos va a venir bien un poco de autoterapia”. Sin pausa, al estilo Ramones, la siguiente canción fue ‘Ruido Blanco’, también perteneciente a su último álbum.

Mikel Izal.
Mikel Izal.Fernando Domingo-Aldama

‘Copacabana’ significó la puesta a punto de la nave. La comunión perfecta con el público. Palmas y cantos. El rayo de sol con el ron de caña en la mano. “Eskerrik asko, Gabón, es el único vasco que conozco”. Poco importaba. Para dar las gracias a todo el personal de conciertos, esos que hacen posible que la música en directo sea una realidad, sonó “Los seres que me llenan”. Para que no se olvide a uno de los gremios que peor lo ha pasado durante el confinamiento. Si antes el protagonismo fue para Raphael, ahora lo era para Rozalén, quien, a través de la pantalla, cantó a dúo con la banda ‘Pequeña gran revolución’.

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La noche iba de sorpresas. El siguiente en pasar por la pantalla de la nave fue Marc Ros. Vestido con chupa de cuero y gafas de sol negras, el de Sidonie fue el elegido para unirse a la interpretación de ‘Temas amables’. El tiempo pasaba y las energías parecían estar como nuevas. Después de ‘Despedida’, ‘¡Qué bien!’ estuvo presidida por fotos que inmortalizaron instantes mágicos de la infancia: “Sólo quedará sin probar un sentido. El del ridículo por sentirnos libres y vivos...”. Aún restaba un par de exhibiciones más: Mäbu compartió escenario para interpretar ‘El temblor’ y Zahara hizo lo propio para ‘La increíble historia del hombre que podía volar pero no sabía cómo’. El final se veía en el horizonte. ‘Bill Murray’ precedió al encore, esa vuelta a las tablas después del paso por los camerinos. El primer regreso se cerró con ‘El pozo’, presidida por Miguel Ríos, ‘La mujer de verde’ y una más que coreada ‘El baile’.

Una consecuencia paradójica hizo que ‘Pausa’ supusiera el punto final a un encuentro emotivo, lleno de agitación, de sorpresas y de sonrisas que podían observarse con facilidad debajo de las mascarillas. Aunque la primera y la más especial era la de un Mikel Izal que se teletransportó por un par de horas a esa ciudad que forma parte de su vida. Aquella que, junto a Madrid, jugó un papel fundamental para que Izal sea, a día de hoy, uno de los grupos más reconocidos de la escena indie española. Es por ello por lo que se requiere acordarse siempre de aquellos sitios en los que se fue feliz durante un tiempo. Volver a ellos supone despertar la vena emotiva. Y más después de “todo un año de duda y silencio”.

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