Tres planes para hacer durante el fin de semana de las Fiestas del Pilar
El Hotel Orfila, Bea’s e Indochina Brasa son tres experiencias muy diferentes entre sí para disfrutar de la capital


Hay días que no se planean, se justifican. Días en los que una se promete que no va a caer —no hoy, no otra vez— y, sin embargo, cae. A veces en silencio, a veces con copa en mano. A veces con un helado mientras anochece en Justicia. Esta semana salimos a buscar esos placeres que nos hacen mirar de reojo, como si alguien fuera a pillarnos disfrutando más de la cuenta. Nos convertimos en sospechosos habituales.
Primera parada: Hotel Orfila, ese lugar donde la palabra hotel se queda corta. Escondido en Chamberí y ajeno a las prisas, es uno de esos sitios que parecen diseñados para que los clientes puedan desaparecer del mundo un par de horas en un jardín con velas encendidas. Todo invita a quedarse.
Después, un cambio de código postal y de culpa: Bea’s, en pleno barrio de Justicia. Aquí el helado y el vino dejan de ser postre y aperitivo para ocupar el centro de la mesa. Seis sabores rotativos, diez vinos bien pensados y ninguna prisa. “No somos un postre, somos un plan”, avisan.
Y para cerrar, fuego: Indochina Brasa, en La Finca Grand Café. Platos que juegan con la memoria asiática y el carbón como protagonista. Desde dim sum hasta pato imperial, todo servido con vistas a un campo de golf. ¿Culpa? Puede ser. Pero qué gusto da a veces no resistirse.
Hotel Orfila: cuando el silencio parece decorado
Un hotel de cinco estrellas oculto entre calles silenciosas de Chamberí. No hay cartel visible. Tampoco música ambiente. Solo una fachada sobria que pasa desapercibida y un portón negro que se abre a otro ritmo. Dicen que esto era un palacete del siglo XIX y que, con el tiempo, alguien decidió recuperar su esplendor original y convertirlo en un espacio donde el arte de recibir es casi una declaración de principios.

El Orfila (Calle de Orfila,6) pertenece a la red Relais & Châteaux. Aquí se toman en serio el lujo. “Reservan con semanas de antelación para cenar los jueves sin móviles y a la luz de las velas”, cuentan desde el equipo. Lo llaman Instantes Orfila y, aseguran, nació por accidente: un apagón, unas velas y la conclusión de que a veces el silencio vende más que el menú.
Entre salones de té, desayunos con productos de convento y un bar de estilo inglés, lo que más se escucha es que aquí Madrid se vive en otro tono. Uno donde la prisa parece fuera de lugar y todo puede pasar bajo la luz de las velas.
Bea’s: helado y vino, sin necesidad de justificarlo
En una esquina discreta de Justicia hay un local que mezcla dos placeres que normalmente no se cruzan: el vino y el helado. En ese orden o al revés, según el día. Bea’s (Calle Fernando VI, 21) no pretende ser una heladería ni un wine bar. “Queríamos juntar dos placeres universales, sin pretensiones, pero con mucha intención”, dicen sus fundadoras.

Aquí no hay vitrinas gigantes ni paredes cubiertas de botellas. La carta cabe en un pósit: seis sabores de helado que van rotando, una decena de vinos escogidos por Karla Meljem y combinaciones tan improbables como el sorbete de mandarina con chamoy y chile, o el helado de chocolate con AOVE y escamas de sal. “Todo está diseñado para que el maridaje funcione, aunque no lo pienses mucho”, explican.
“No somos un postre, somos un plan”, sueltan, medio en broma. En una ciudad donde el helado sigue pareciendo cosa de verano, Bea’s viene a cuestionar eso. A paso lento pero firme. A veces basta con juntar dos cosas buenas y dejar que el resto fluya.
Indochina Brasa: fuego lento en La Finca
A pocos metros del campo de golf de La Finca, territorio exclusivo y bien asfaltado, ha abierto un restaurante que cocina con carbón y referencias asiáticas, aunque sin mucha urgencia por definirse. Se llama Indochina Brasa (Avenida de Luis García Cereceda, 5. Pozuelo de Alarcón) y forma parte del entramado gastronómico del Grand Café.

La propuesta se mueve entre dos fuegos: uno literal, la brasa; y otro más simbólico, el intento de reinterpretar la cocina asiática bajo códigos que encajan en el entorno. “No queríamos reproducir recetas tal cual, sino traer la esencia”, asegura Felipe Bao, chef ejecutivo de Grupo China Crown. En la carta conviven brochetas de pollo con salsa de cacahuete, arroz crispy con chipirones, dim sum variados o cintas de arroz estilo cantonés con ternera.
El plato que se repite en cada discurso es el pato imperial Beijing, una receta original del siglo XV que, dicen, fue favorita de la dinastía Ming. No está claro cuánta fidelidad histórica conserva, pero sí que es el sello del grupo China Crown, al que también pertenece este local.
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