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Las novatadas pierden fuerza en Madrid, pero siguen existiendo algunos “rituales de poder” pese a estar “prohibidas”

Lo que fue un rito temido en los colegios mayores o las universidades madrileñas se limita ahora a convivencias y juegos, mientras varios expertos recuerdan que aún persisten algunos ecos

Colegio mayor Elias Ahuja

En la calle que desemboca en el Colegio Mayor Elías Ahuja, en el corazón de la Ciudad Universitaria de Madrid, tres novatos regresan a la residencia después de clases. Hace apenas unas semanas no compartían ni ciudad. Ahora, son amigos y viven bajo el mismo techo. La escena dista mucho de la que vivieron generaciones anteriores, cuando septiembre en esta zona del distrito de Moncloa-Aravaca era sinónimo de cánticos vejatorios, pruebas denigrantes y noches interminables de botellón. Hoy, prohibidas en universidades como la Complutense y vigiladas de cerca por los propios colegios mayores, las novatadas pierden fuerza. En su lugar, la bienvenida se celebra con jornadas de integración, gymkhanas o actividades variadas, aunque directores y expertos recuerdan que la batalla no está del todo ganada.

“Es un golpe de realidad, volver del verano y empezar de cero a la hora de hacer amigos”, cuenta Álvaro Gómez, de 18 años, recién llegado a Madrid de Tenerife. “Pero nos lo facilitan mucho: organizamos actividades con otros colegios mayores, de chicos y de chicas”, añade. Este estudiante de Ingeniería informática afirma que en la residencia de estudiantes Elías Ahuja, que en 2022 fue el epicentro de gritos sexistas a las residentes del colegio mayor femenino contiguo Santa Mónica, ya no hay novatadas, pues “están prohibidas por ley”, desde ese mismo año. Su compañero Lucas Riestra, gijonés de la misma edad y también de primero, lo confirma: “Con las actividades nos conocemos entre todos, no hace falta más”.

La convivencia parece ser el gran valor añadido. “Estás todo el tiempo con gente de tu edad y con tus mismos gustos, y conoces a gente nueva”, añade Juan García, de 17 años, en su primer curso en el Jaime del Amo. “Es bueno que cada vez se reduzcan más las novatadas, aunque sí está bien hacer juegos para unirse. Los juegos no son lo mismo que las novatadas”, matiza. Elena Grueño, de 19 años, llegó desde Logroño y vive su segundo curso en el Colegio Mayor Nuestra Señora de África. Para ella, las novatadas están bien hasta un punto: “En el momento en que empiezan con lo de pegar y eso, pues no, pero también creo que están bien para ayudar a conocer a todos. Creo que pueden llegar a ser divertidas sin ser llevadas al extremo al que se llevaron”.

La Universidad Complutense de Madrid aprobó en 2021 un protocolo específico contra las novatadas ―dentro de la campaña No a las novatadas, que ha sido renovado este septiembre. En él se define como novatada “cualquier conducta, acto o práctica de iniciación (…) que suponga un acto de violencia física o simbólica”. Se clasifican en físicas, psicológicas y sexuales, y se sancionan desde con amonestaciones hasta con la expulsión definitiva del colegio mayor.

Hoy la escena parece distinta, pero el recuerdo de las novatadas más duras sigue vivo en la memoria universitaria. En 2019, en el Colegio Mayor Diego de Covarrubias, una novata recibió una bofetada con nata tan violenta que provocó indignación y sanciones. En 2023, cuando ya estaban prohibidas, novatas de la residencia de estudiantes Galdós, entre gritos e insultos, fueron forzadas a besar pescados crudos y comer galletas de perro. Junto a estos episodios mediáticos, también circulan relatos más antiguos y difíciles de contrastar: en Galdós se hablaba de un “bautizo” que consistía en hundir la cabeza en una piscina hinchable llena de líquidos y restos acumulados durante semanas. En el Mendel, algunos excolegiales recuerdan prácticas como atar a los novatos entre colchones y arrojarlos por las escaleras o forzarles a beber mezclas imposibles hasta el vómito. En general, se recuerdan pruebas que consistían en introducir embudos de alcohol en la boca del novato hasta la inconsciencia o apagar cigarrillos en su pecho. Estas historias, aunque en muchos casos transmitidas de boca a boca, dibujan el tono de unas novatadas que hoy ya no se entienden como normales.

Los efectos de las novatadas, aunque menores, aún llegan a los servicios de atención psicológica. “Todos los septiembres recibimos llamadas de estudiantes por novatadas”, explica Cristina Larroy, directora de Psicall, el servicio de ayuda psicológica gratuito de la Complutense. “Lo que para unos puede ser una broma, para otros supone ansiedad o aislamiento. No hay que olvidar que los alumnos llegan con 17 o 18 años, en un momento de máxima vulnerabilidad. Una novatada es una agresión, y las agresiones no se justifican en un campus universitario”, advierte.

Larroy anota que las denuncias de novatadas que llegan a Psicall han disminuido. En septiembre, el servicio tramitó 78 llamadas y 25 correos, pero solo cuatro casos estuvieron relacionados con estas prácticas. “Hace siete años, las llamadas por novatadas eran aproximadamente el triple. Desde la implantación de la campaña antinovatadas, han disminuido progresivamente”, destaca.

El antropólogo social Ignacio Fernández de Mata recuerda que las novatadas no surgieron como un simple pasatiempo, sino como rituales de poder. “Son ejercicios de poder sobre quienes tienen menos capacidad de respuesta”, explica. Por eso, rechaza la idea de que existan novatadas sanas. “Incluso las más suaves reproducen una lógica de dominación. Las novatadas sanas no dejan de ser el forzar a la gente a hacer payasadas”, subraya.

En el Colegio Mayor Chaminade llevan décadas sin novatadas. Su director, Juan Muñoz, lo atribuye a un modelo participativo que evita jerarquías rígidas: asambleas, actividades compartidas y un régimen interno donde los colegiales tienen voz. Defiende generar mecanismos colectivos en los que todos puedan opinar, para que la figura del veterano no se imponga ante el novato, con el objetivo de pasar de una relación de sumisión a una de convivencia.

Muñoz insiste en que la clave está en sustituir la lógica de poder por la de acogida: “Si organizas fiestas o jornadas de integración donde los nuevos y los veteranos se mezclen de tú a tú, es muy difícil que alguien siga novateando”. Además, destaca un cambio cultural: “Los jóvenes ahora tienen una concienciación que antes no se tenía”, y añade que hay mucha gente que está menos dispuesta a aceptar estas prácticas.

El director del Chaminade cree que ese cambio cultural explica buena parte del retroceso de las novatadas en Madrid, pero advierte que el peligro no ha desaparecido. “No se ha erradicado, insiste, pero hemos mejorado mucho. Probablemente, estamos en el buen camino”, sostiene. Y añade que en el barrio aún se observan prácticas que pueden clasificarse como novatadas, generalmente asociadas al botellón. Por ello, recalca, es fundamental no bajar la guardia.

Algunos testimonios lo confirman. Una estudiante de primer año en el Colegio Mayor Nuestra Señora de Guadalupe, que prefiere no dar su nombre, cuenta que llegó a estar en un grupo de WhatsApp llamado directamente Novatadas. “Pero no eran tan graves: lo máximo era beber alcohol y tratar de usted a los veteranos”, explica. Finalmente, se salió y no hubo ninguna repercusión. “Socializar tampoco me ha resultado difícil sin eso”, añade.

El esfuerzo de los colegios mayores y universidades para erradicar las novatadas en Madrid ha debilitado el discurso “frecuente y falso” que las presentaba como una herramienta de integración, según el antropólogo Fernández de Mata. Las denuncias, como lo confirma la directora de Psicall, persisten y ponen en evidencia que las novatadas todavía recorren sigilosamente los espacios universitarios.

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