Cinco días a las puertas del centro de menores de Hortaleza: “Aquí no hay más que horrores”
La violación presuntamente cometida por un migrante residente en la institución, y la agresión a otros dos, tensa una instalación desbordada por los problemas de estos jóvenes vulnerables, y usada por Vox para crear una ola antiinmigración


—¿Qué haces en mitad de la puerta? ¿Te pasa algo? ¿Te pasa algo? ¡Tira!
Las manos cubiertas con guantes quirúrgicos de un trabajador del centro de acogida de Hortaleza (Madrid) acompañan con un empujón a esa orden. Al otro lado del empellón hay un adolescente extranjero con el pelo despeinado, la cara adormecida, y el cuerpo interpuesto entre el interior de la instalación, y la calle. La puerta debe estar cerrada, le dicen de mala manera. Por su seguridad. Por la del trabajador. Y por la de la gente de fuera. La tensión se palpa en el ambiente desde que el viernes 29 de agosto un menor residente en el centro fue detenido como presunto autor de la violación de una niña de 14 años. El domingo 31, dos residentes fueron agredidos en la calle por unos encapuchados. Y este martes, decidido a convertir este centro y este barrio en el escenario desde el que lanzar una ola antiinmigración que barra Madrid y España entera, Vox convocó un acto para reclamar su cierre. Su lema (“Vecino: exige seguridad”) simplifica una situación extremadamente compleja.
“Aquí hay gente que roba y gente que somos tranquilos”, cuenta Othmane, que ha llegado al centro desde Marruecos, dice, con visa, y ahora se dirige a un cercano parque con tres compañeros para pasar la mañana “tranquilos”. “Y eso es lo que la gente no diferencia, no distingue”, añade mezclando español y francés con cara de niño, aunque tiene 17 años, y ya hace las cuentas para que se acabe su estancia en el centro, al cumplir la mayoría de edad: le falta un mes y dos semanas. Un problema más en una situación llena de problemas.
Porque este centro en el noreste de la capital es “un polvorín”, en palabras de Lorena Morales, diputada del PSOE que lo ha visitado, por las carencias con las que conviven los residentes de esta instalación diseñada originalmente para 35 ocupantes, ampliada ahora a 99 plazas a base de meter literas, y que ha vivido episodios de sobreocupación del 338% (2018), superando de media su 100% entre 2017 y 2019, y estando siempre a rebosar en invierno. Hay sobre todo marroquíes, pero también subsaharianos, y algunos, poquísimos españoles, (en los últimos cuatro meses de 2024, por ejemplo, nunca fueron más de cuatro a la vez).
Porque la política de desentenderse mayoritariamente de los adolescentes cuando cumplen los 18 años lleva a “chicos geniales” a acabar a veces en las calles “hechos polvo, muy mal”, incluso enganchados al pegamento, lamenta Emilia Lozano, portavoz de Somos Acogida, y vecina del barrio.
Y porque todo eso, unido a la mezcla de jóvenes conflictivos y pacíficos, heridos por la vida, y aun por herir, deriva en “un auténtico fracaso”, según describe una fuente que ha trabajado en el centro casi 20 años. Eso se traduce dentro en choques constantes entre los residentes y los educadores; y, fuera, a veces, “en hurtos”. “Aquí no hay más que horrores”, lamenta.
¿Quiere decir eso que hay un problema grave de seguridad, como denuncia Vox y ejemplifica la violación del domingo?
En el Consejo Local de Seguridad de mediados de julio, previo a ese asalto, el representante de la Policía Municipal declaró que “el centro de menores no constituye ningún problema de seguridad ciudadana”, según una fuente presente en la reunión. Ese día, un inspector de la Policía Nacional se arremangó para desmarcarse de los titulares que vinculaban a los menores migrantes extranjeros con los problemas en una piscina del distrito: “Hay más problemas con personas españolas que extranjeras”, dijo. Y, en Hortaleza, donde se mezclan los vecinos que dicen vivir con miedo a robos, y aquellos que pasean con total normalidad, las encuestas del Ayuntamiento reflejan que, entre 2016 y 2024, la inseguridad no ha sido uno de los tres principales problemas de los residentes de este distrito de 209.541 habitantes.
“No hay ningún problema de inseguridad”, opina Lozano, líder de Somos Acogida, que vive en frente del centro, donde también hay, por ejemplo, una guardería. “Se está intentando sacar todo de contexto para crear un Torre Pacheco nacional, pero Hortaleza vive tranquila. Y el mensaje de odio está calando”, advierte. “Muchos de estos chicos ya no llegan bien, porque vienen con mucho sufrimiento y se encuentran en un centro que no puede funcionar así, porque durante muchas horas no hay nada que hacer”.
En contraste, y a falta de datos concretos que no ofrecen ni la Delegación del Gobierno ni el Ayuntamiento, Elena, que acude a la llamada de Vox del martes, sí siente la inseguridad: “Tengo una hija de 17 años, y muchas veces me da miedo”, dice. “Esto no es todos los días”, reconoce; “pero he visto cómo robaban a una chica, o a mayores el móvil o la cadena”.
Si los resultados electorales sirven de medida, ese temor no es mayoritario. Vox, que ha visitado los aledaños del centro de acogida en cinco ocasiones desde 2022, no llegó al 10% de los votos en el distrito en las últimas municipales. En las últimas autonómicas, también de 2023, la extrema derecha se hundió hasta la cuarta posición en las zonas censales más cercanas al centro, siendo superado por PP, Más Madrid y PSOE. Y en la comparativa de 2021 a 2023, su descalabro fue evidente.

La conclusión es que su mensaje no engancha mayoritariamente en el barrio, y que los estrategas del partido, por lo tanto, hacen la apuesta de que sus acciones tengan un eco nacional, por mucho que no lo tenga local. Y así, la vida en Hortaleza sigue con grandes valles de tranquilidad entre chispazos de polémica.
El lunes, unas niñas se acercan en monopatín eléctrico y lanzan una cajetilla de tabaco al interior del centro. La mitad del cuerpo de un adolescente aparece por encima del muro que les separa. Un educador ve la escena, se la recrimina, y las niñas se van riéndose. Al poco, un chaval salta el muro y cae cerca de un paseante. Este pega un respingo. “¡Si saltan la tapia y todo!“, se queja al aire.
Sus palabras llegan hasta la patrulla de policía que recorre constantemente la zona y que, de distintas maneras, a lo largo de los días de esta semana de tensión, advierte: “La cosa está un poco caliente. Cuidado con ellos [los residentes]”.
El martes, los gritos casi infantiles de los migrantes jugando al fútbol en el interior del centro, dirigidos por una educadora, se solapan con las primeras proclamas de los manifestantes que acuden a la llamada de Vox en su contra. Cuando acaba la intervención de la portavoz del partido de Santiago Abascal, la tensión aumenta, pese al poco número de personas reunidas, apenas un centenar.
—¿Qué haría con el centro?, —le preguntan a una chica que ha acudido a la cita—.
—¡Quemarlo!, —le interrumpe un hombre—.
—¡Cerrarlo!, —sigue ella—. ¡Mandárselos a La Moncloa [al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez]!
El miércoles, ya es menor la presencia policial, y los jóvenes empiezan a moverse más, porque no tienen nada que hacer, así que van de acá para allá, y acaban en el cercano centro comercial (con aire acondicionado) o en el parque de skate colindante con el centro, donde los grafitis de “Hakim”, “Saad” o “Smail” pintados en rojo se mezclan con uno en árabe y muchísimos en español.
Vecina de Hortaleza: "Moncloa es cómplice de lo que le han hecho a esa niña. El centro de menas, cerrarlo. Mandarlo a La Moncloa, a ver qué dice Sánchez. Mandarlo a Suiza, donde están sus hijas. Estamos muertas de miedo, con un presidente que no hace nada"pic.twitter.com/rQmv9SqqEg
— Guaje Salvaje (@GuajeSalvaje) September 2, 2025
“Hay una burbuja de odio alimentada por las derechas, y que está más en los medios que en la sociedad”, dice ese día en una rueda de prensa Manuela Bergerot, la líder de Más Madrid.
El jueves, indignada, Ana Dávila, consejera regional de Políticas Sociales, tilda de “irresponsables” a los líderes de Vox por acudir al centro y pedir su cierre.
Y el viernes, casi normalidad: los chavales ya se sientan en los bancos, paradas de bus y aceras, como siempre, incluso a la vera de un coche de la policía, donde uno destaca vistiendo la camiseta de Francia con el diez de Zidane. Parece como si no hubiera pasado nada. Vuelta a empezar. Otra vez.
Porque Hortaleza entra y sale del huracán de la polémica cíclicamente. En 2019, el centro fue asaltado en un ajuste de cuentas por un robo. Al poco, le lanzaron una granada que no explotó, y de la que nunca nada más se supo. Y en las paredes de los alrededores, bien cerquita de la puerta del centro, aún se pueden ver los restos, casi disueltos, de los carteles que se colocaron entonces y después. “Plazas saturadas”, denuncia uno. “Acoger la diversidad”, pide otro. Son el recuerdo de que, igual que hay vecinos con miedo, y quienes han sufrido hurtos, también los hay a favor de ayudar a los adolescentes vulnerables que viven en su barrio.
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