Seis años después del triple homicidio de Usera, el culpable es condenado en Venezuela a 30 años de prisión

A la una de a madrugada de este jueves ha sonado el móvil de Víctor Salas, un abogado de Madrid que hace seis años vio arder su despacho en Usera y descubrió tres cadáveres dentro. No habían muerto por las llamas o el humo, sino que antes del fuego, habían sido asesinados de forma salvaje. A las mujeres las reconoció pronto, eran su secretaria y su mujer, Elisa Consuegra, Maritza Osorio. La otra víctima era un cliente llamado Pepe Castillo, supo después. Esa llamada de madrugada le anunciaba el punto final a esa historia de terror, la condena al autor del triple crimen. Dahud Hanid Ortiz, un exmarine estadounidense de origen venezonalo, ha sido condenado a 30 años de prisión en el país sudamericano, al que huyó tras los asesinatos.

La culpabilidad siempre ha seguido a Salas, porque ese día al que buscaba el asesino era a él. Desde hacía unos meses había comenzado una relación con una mujer que residía en Alemania y el exmarido de esta estaba obsesionado con ella. El hombre había prometido matar a su nueva pareja. Un día de 2016 decidió cumplir con su amenaza y para ello diseñó un plan logístico. Dejó su móvil en Alemania y compró de usar y tirar, viajó en coche hasta Madrid y fue al bufete de Usera.

Pero allí no encontró a su objetivo, sino a dos mujeres en las que él solo vio un obstáculo para cumplir su misión letal. Así que las asesinó y se sentó a esperar la llegada del abogado. La mala suerte de Pepe, taxista de profesión y cliente del despacho, fue ser latino, igual que Víctor, que es peruano, y llegar ese día vestido de traje. Hanid Ortiz lo confundió con el letrado y lo mató. Después de eso prendió fuego al despacho y huyó. Dejo en una de las estancias una tarjeta con un supuesto logotipo de un cartel mexicano, para despistar a los investigadores. El abogado, que ese día llegó algo más tarde al trabajo porque se había quedado dormido, descubrió los cuerpos. Eso fue lo que lo salvó.

“No estoy contento, la palabra es aliviado”, apunta poco después de conocer la sentencia. El asesino se fugó a Venezuela, su país de origen para escapar de la acción de la justicia. Los investigadores de homicidios habían reunido suficientes pruebas para detenerlo y estaba en busca y captura internacional. La clave para que se convirtiera en el sospechoso principal fue un tapón de una botella de agua que solo se comercializa en Alemania. “Esto me agarró de sorpresa. Mañana tengo que ir al cementerio a hablar con Maritza y Elisa y decirles que esto se acabó, que al menos se alcanzó justicia”, señala Salas.

El camino al fallo judicial ha sido tortuoso. Primero, Venezuela negó la extradición del detenido para ser juzgado en España. Cuando ya parecía que el proceso seguía su curso, la vista oral se anuló y hubo que convocar una nueva. Esto sucedió hasta en cuatro ocasiones, hasta que finalmente se consiguió llegar al final de la prueba oral. La última semana de diciembre, Salas vivió de nuevo momentos de tensión porque le comunicaron que Hanid Ortiz no había acudido a la vista para la lectura de la resolución y podía estar en paradero desconocido. Pero finalmente, su condena ha llegado.

El abogado Salas hace un repaso a todos aquellos que se ha encontrado en el camino desde que abrio´la puerta de su despacho en llamas, aquel día de 2016: “Esta sentencia ha sido posible gracias al esfuerzo de un grupo humano formado por profesionales como el grupo V de homicidios de la policía nacional, el juez de Juan Carlos Peinado y la fiscal de cooperación internacional Ana Saenz y al fiscal venezolano Henry Santos”.

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