El tapón de la botella de agua dio la clave
Los agentes de Homicidios de la Policía Nacional resolvieron el triple crimen de Usera ocurrido en junio de 2016 por un error flagrante del supuesto autor
La realidad supera muchas veces a la ficción. Y este es uno de esos casos. El tapón de una botella de agua mineral de origen francés fue la pista fundamental para que la Policía Nacional descubriera al supuesto autor del triple asesinato ocurrido el 22 de junio de 2016 en el distrito madrileño de Usera. El presunto criminal, un exmilitar norteamericano, lo dejó olvidado en el despacho del abogado Víctor Salas, en el distrito de Usera, tras dejar sin vida a dos empleadas y a un cliente del bufete que acudió a recoger una documentación. Dos años después fue detenido en su Venezuela natal.
La historia de este triple crimen surge de un triángulo amoroso y de unos celos mal entendidos. El supuesto autor, el exmilitar estadounidense Dahud Hanid-Ortiz, de 47 años y origen venezolano, se trasladó en 2011 a la ciudad alemana de Wurzburgo (Baviera), donde conoció a una doctora, Irina Trippel. Se inició una relación que se fue deteriorando unos cuatro años después. El militar, que intervino en la Guerra de Irak, fue expulsado del Ejército estadounidense tras demostrarse que había falsificado un documento para poder ascender a oficial.
Irina Trippel viajó a Madrid en abril de 2016, donde conoció casualmente al abogado de origen peruano Víctor Salas en una reunión de amigos. A partir de ahí, ambos empezaron a hablar por WhatsApp y llegaron a quedar en Palma de Mallorca y Barcelona en las semanas siguientes. Precisamente, en la Ciudad Condal es donde la mujer le confesó al letrado que tenía una relación, pero que esta se había deteriorado en los últimos ocho meses. El letrado se quedó perplejo y no supo cómo reaccionar, comentan fuentes cercanas. La mujer llegó a asegurarle que sufría malos tratos psicológicos continuados.
Cuando Irina intentó romper con Dahud, este empezó a seguirla. Después se demostraría incluso que le había hackeado el teléfono móvil y el ordenador portátil y que incluso había colocado micrófonos en su vivienda. De esta forma, se hizo con el teléfono de Víctor Salas, al que llamó una mañana. “Hola, soy el marido de Irina. Ella está casada”, le soltó de sopetón, a lo que el letrado le dijo que él no sabía nada. “A mí me han entrenado para matar. Te voy a encontrar y te voy a matar”, le respondió con tono frío en español. Dahud también habla ruso, alemán e inglés. Víctor Salas le contestó que debían arreglar sus problemas entre ellos y que no quería ningún problema con él.
Unas horas después, Salas se enteró de que Dahud se había intentado suicidar cortándose las venas y golpeándose la cabeza contra la pared de forma reiterada.
A los pocos días, el propio Dahud escribió al abogado y le pidió disculpas por las amenazas: “El otro día cuando te llamé estaba drogado. No soy una persona tan violenta y sufro depresión”, le dijo en un mensaje de WhatsApp. Irina, a la vista de todo lo que estaba ocurriendo, decidió romper con él. Eso sí, Dahud se fue a vivir a casa de su suegra, ante la falta de lugar donde residir.
Durante un tiempo, la situación estuvo tranquila para el abogado hasta que en mayo de 2016 el exmilitar le volvió a telefonear. Víctor planteó una estrategia, que a la postre serviría para detener a Dahud. Cuando respondió a la llamada, le dijo que le llamara de nuevo a los cinco minutos. Cuando lo hizo, mantuvo de forma paralela otra conversación con un amigo en la que le decía que ya tenía los billetes de avión para reunirse con el jefe del clan de Tijuana en Juárez para “tratar unos asuntos” pendientes. Con esa excusa colgó a Dahud, que escuchó al detalle todo el montaje.
El triple crimen se produjo el 22 de junio. Investigaciones posteriores han permitido descubrir que Dahud estuvo por los alrededores de la casa de Víctor, en Carabanchel, desde las seis de la madrugada de ese día. El abogado salió pronto de su domicilio y no le vio. De hecho, habría sido difícil que se fijara en él porque nunca le había visto en persona. El letrado se marchó a los juzgados de la plaza de Castilla, de donde salió pasadas las dos y media de la tarde. En ese momento, llamó a su despacho, que estaba situado en el número 40 de la calle de Marcelo Usera. Le contestó su compañera de bufete, la cubana Elisa Consuegra. Esta le dijo que le estaba esperando un cliente por un caso de estafa por un montante de un millón de euros. El letrado le dijo que no sabía quién era y que no había quedado con nadie, por lo que le pidió que le citara a las cinco de la tarde. Elisa Consuegra le comentó que era “un tipo muy raro” y que justamente cuando sonó el teléfono se había marchado al servicio. “Dile que si puede venir a las cinco. Si no me llamas, me voy a comer a casa, que está mi madre y me ha preparado la comida”, le dijo Víctor. No hubo ninguna llamada, según fuentes cercanas al letrado.
El abogado se fue a su casa y se echó la siesta tras una suculenta comida. Tenía previsto levantarse a las cinco, pero se quedó dormido hasta cerca de las seis. Cuando acudió a su despacho, ya se había descubierto el triple crimen.
La reconstrucción de los asesinatos resulta espeluznante, según fuentes policiales. Cuando la letrada colgó con su colega, el supuesto criminal salió del cuarto de baño con guantes de látex y un cuchillo de asalto. Se dirigió directamente a la mujer y la degolló. Le asestó un golpe tan brutal que el corte le llegó hasta cerca de la columna vertebral. “Fue una herida de alguien que sabe cómo hacerlo”, reconocen fuentes del caso. En uno de los despachos estaba la abogada Maritza Osorio, que oyó lo que estaba pasando. “No iba a dejarla sola. Tenía un corazón enorme y salió a defenderla a ver si la salvaba”, añade algún conocido.
Maritza Osorio cogió una palanqueta que guardaban en el bufete por un caso de aluniceros. Estaba oculta detrás de un mueble y pegado con cinta. Era la única persona que lo sabía, junto con Víctor Salas. La mujer atacó a Dahud con la herramienta. Le golpeó en el pasillo del bufete. De hecho, le causó una lesión leve en la muñeca al repeler la agresión. El exmilitar la acuchilló con el machete y después la golpeó con la palanqueta. La mujer no murió en el acto. El supuesto asesino trasladó ambos cuerpos al despacho de Víctor. Puso a una encima de la otra. Mientras, robó el disco duro del ordenador del letrado y revolvió algunos expedientes.
A las cinco de la tarde, llegó Pepe Castillo Vega, un taxista de origen ecuatoriano. Acudía al despacho para recoger la documentación de un juicio que había ganado para que le concedieran la tarjeta de residencia a su esposa. Cuando subió a la oficina, se encontró con la puerta abierta. Se sentó en el sofá mirando hacia la ventana y esperó a que le atendieran. En ese momento, entró Dahud con la palanqueta y, sin mediar palabra, comenzó a pegarle en la cabeza con ella. Casillo no tuvo tiempo ni de reaccionar. Presa de su furia homicida, Dahud le pegó tantos golpes en la cabeza que le desfiguró la cara y el taxista quedó irreconocible. “Debió creer que se trataba de Víctor”, señalan algunas fuentes.
Acto seguido, cogió una botella de agua de la marca Volvic, de origen francés y con la etiqueta verde. Dentro llevaba combustible (supuestamente gasolina). Primero causó un incendio en el despacho de Víctor Salas. La autopsia demostró que Maritza todavía estaba viva. Hallaron humo en sus pulmones. Después le pegó fuego a unos papeles junto a Pepe Castillo, en la entrada. Cogió la llave y echó el cerrojo.
Entre las 17.30 y las 18.00 llegaron otros clientes que no pudieron entrar al bufete y que se percataron de que salía humo por los ventanales. Avisaron a los bomberos, que llegaron de inmediato desde el parque de Santa María de la Cabeza. Primero sacaron al taxista, que ya había fallecido. Después recogieron a Maritza Osorio, a la que los sanitarios del Samur-Protección Civil intentaron reanimar, sin éxito. La última fue Elisa Consuegra. Los agentes de Homicidios de la Brigada Provincial de Policía Judicial de Madrid trasladaron a Víctor Salas a sus dependencias, en la calle del Doctor Federico Rubio y Galli. Allí le presionaron para que les dijera qué había ocurrido, si estaba detrás del triple crimen. De hecho, pensaron que se trataba de un ajuste de cuentas, al haberse llevado el disco duro y haber tratado temas de narcotráfico supuestamente en México. Esas especulaciones no le cuadraban al abogado y menos que le relacionaran con unos crímenes de los que no tenía ni la menor idea.
La marca Volvic
Los agentes de Homicidios se basaron en tres tarjetas del cartel de Tijuana halladas en el cuarto de baño, en el vestíbulo y en el despacho del abogado. También le preguntaron si guardaba algún tipo de combustible en una botella de la marca Volvic. Esas preguntas fueron desencadenantes. El letrado les llevó directamente hasta Dahud. Conocía el nombre de la marca porque lo había pedido a la hermana de Irina durante la visita a Barcelona. Las tarjetas del supuesto cartel coincidían con la falsa conversación que mantuvo el letrado de que tenía que viajar a México. Todo empezaba a cuadrar poco a poco.
Víctor Salas llamó hacia las 22.30 de ese día a Irina para preguntarle si sabía dónde estaba Dahud. La mujer le dijo que hacía un rato que había hablado con él y que, pese a que se oía mal, le dijo que estaba tomando una hamburguesa con un amigo en una localidad cercana. De hecho, le mandó, sin pedírselo, el tique de la consumición.
Todo era falso y lo único que quería era montarse una coartada. Dahud había viajado en su coche hasta Alemania. Le dejó su móvil a Adhiyad, un conocido suyo, mientras él hacía los 2.000 kilómetros que separan Madrid de Wurzburgo. Contrató otro teléfono móvil con el que se comunicó con su compinche. Este llamó a Irina desde su terminal y lo pegó al suyo, desde el que telefoneó a Dahud. De ahí, el sonido deficiente. Cuando regresó, se hizo una foto con su amigo. En ella llevaba la muñeca vendada por el golpe que le había pegado Maritza. Otro dato que le incriminaba.
La policía española contactó con sus colegas alemanes y prepararon todo para detener a Dahud, pero el juez instructor del caso desoyó tanto al letrado como a los agentes. Retrasó durante días la euroorden, tiempo suficiente para que Dahud huyera a Colombia en un viaje relámpago. Su hermana acudió a la frontera y le entregó su pasaporte venezolano, con el que pudo entrar en su país de origen. Antes había sacado los 60.000 euros que tenía Irina en su cuenta corriente.
Durante todo este tiempo, Dahud ha estado en Puerto Ordaz, en el norte de Venezuela. Lo que no sabía es que estaba vigilado. Víctor Salas había contratado a unos detectives privados y, tras meses de seguimiento, se hizo con su dirección exacta. Era vigilado en cada movimiento que hacía. El letrado sabía si entraba o salía y las personas a las que frecuentaba en cada momento. Todos esos datos se los facilitó a la policía, que cursó la correspondiente orden de detención.
Dahud, pendiente de ser extraditado
El arresto del supuesto autor del triple asesinato del despacho de abogados de Usera, Dahud Hanid-Ortiz, se produjo el 3 de octubre durante una operación policial. Los agentes venezolanos se dieron cuenta de que Dahud estaba siendo buscado en España, cuando metieron sus datos en las bases de datos. Tenía una orden de busca y captura vigente en Interpol.
Dahud está ahora pendiente de que se resuelva su extradición a España para juzgarlo en la Audiencia Provincial de Madrid por el triple crimen. Al ser acusado de asesinato, un jurado popular se encargará de determinar si es culpable o inocente.
Eso sí, la extradición puede durar bastante tiempo. Dos países están interesados en juzgarle, según fuentes judiciales. Por una parte, las autoridades estadounidenses quieren celebrar allí la vista oral. Argumentan que al tratarse de un exmilitar que intervino en la Guerra de Irak puede sufrir problemas mentales y que, por tanto, debería cumplir condena en sus cárceles. La otra nación interesada es Cuba, cuya legislación penal recoge que los delitos cometidos contra sus compatriotas deben juzgarse en su territorio. España es la preferente en la extradición, por el derecho internacional vigente, basado en el principio de territorialidad (los delitos se juzgan donde se cometen).
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