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El miedo al calor en los centros educativos de Madrid se adelanta a la primavera: “El sitio más fresco que hay junto al instituto es un tanatorio”

Esta semana se esperan temperaturas propias de finales de junio. Docentes, familias y expertos en urbanismo señalan que los planes de la Comunidad para hacerles frente son insuficientes

La fachada del colegio público Francisco de Goya, en el barrio de Puerta del Ángel (Madrid), el 24 de abril.
La fachada del colegio público Francisco de Goya, en el barrio de Puerta del Ángel (Madrid), el 24 de abril.Olmo Calvo
Beatriz Olaizola

Tan solo 240 metros separan el instituto público Neil Armstrong del tanatorio municipal de Valdemoro, al sur de Madrid. Una caminata de escasos cinco minutos que tuvieron que recorrer los casi 1.000 alumnos del centro en junio de 2017 como consecuencia de una ola de calor. Entonces, 47 estudiantes fueron atendidos por altas temperaturas. “El sitio más fresco que hay cerca es el tanatorio, por el aire acondicionado. El resto es un secarral. Han pasado cinco años y seguimos igual”, cuenta Mar López, madre de una adolescente que acaba de empezar secundaria en ese instituto. La preocupación de niños, profesores y el resto del personal de los colegios cuando llega el calor es una constante que se repite cada verano en la capital. Pero este año, el temor se ha adelantado. A las puertas de una semana en la que se esperan temperaturas propias de julio, familias, docentes y expertos en urbanismo critican que los planes de la Comunidad para hacer frente al bochorno son insuficientes y poco efectivos.

A pocos metros del Neil Armstrong, hay otro centro público, el Fuente de la Villa. Ambos se parecen: edificio de ladrillo rodeado por una valla, unos cuantos árboles en la entrada, sol por los cuatro costados, grandes pistas de cemento a modo de patio y prácticamente ni una zona de sombra. La descripción es similar en muchos de los cerca de 1.500 colegios e institutos públicos de la región. “Pega el sol todo el día y está rodeado de la nada. Dentro, los pasillos son muy estrechos y se acumula el calor. Entras y es una angustia”, critica la madre, de 52 años.

Patricia Curiel, docente en el instituto Manuel de Falla, en el municipio de Coslada, sabe bien lo que es pasarlo mal por las altas temperaturas. “He trabajado en muchísimos centros de Comunidad de Madrid y ya da casi igual hasta la zona, porque el calor está por todas partes”, dice por teléfono. La mujer, de 66 años, cuenta que el miedo por el bochorno suele empezar a finales de mayo: “Pero ahora estamos en abril y ya se nota en los colegios. Vienen casi dos meses de preocupación constante”. María Teresa Bercial, de 50 años y profesora de biología en el IES Las Lagunas, en Rivas-Vaciamadrid, coincide en que cada vez es peor. “Nos asfixiamos y los críos están apáticos, más nerviosos e irritables. Aumentan la agresividad y las broncas. Es horrible”.

Vista desde arriba del instituto Neil Amstrong, en Valdemoro, junto al tanatorio municipal.
Vista desde arriba del instituto Neil Amstrong, en Valdemoro, junto al tanatorio municipal.GOOGLE MAPS

Según la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), la última semana de este mes se espera un auténtico reventón en los termómetros. En Madrid, los primeros días la temperatura máxima será de 28 grados ―entre 5 y 10 grados por encima de los valores normales― y el pico del episodio de temperaturas extremas se dará el jueves, cuando los termómetros alcancen los 30, entre 10 y 15 grados más de lo que debería a estas alturas de abril. Esto quiere decir que, desde que hay registros, nunca antes había hecho tanto calor en el cuarto mes del año.

Ante estas previsiones, la Comunidad de Madrid envió hace un par de semanas a los centros un documento de 11 páginas donde se detalla el protocolo que deben seguir ante el aumento brusco de la temperatura ambiente, específicamente pensado para las olas de calor. El personal docente se quejó de que la mayoría de las medidas son meras recomendaciones, como evitar el sol directo, habilitar zonas de sombra o regar por las noches. Muchas de ellas ―como colocar toldos, pantallas de vinilo y disponer de áreas de descanso para todos ― son poco factibles si se tiene en cuenta el presupuesto con el que cuentan los colegios, comenta Rosa Rocha, la nueva presidenta de Adimad, la asociación que agrupa al 80% de los equipos directivos de los centros de secundaria de Madrid.

“La Consejería de Educación lleva manteniendo el presupuesto muchos años. Solo se acometen mejoras cuando el centro está en reparación o abocado al cierre”, lamenta Rocha. La docente explica que el presupuesto anual se asigna en función del número de alumnos, independientemente de las características del edificio o de su antigüedad: “Vamos parcheando como podemos, nada a gran escala. Con el plan de actuación enviado se pueden cambiar cosas pequeñas, pero eso no mitiga el problema”.

El plan de los Presupuestos de 2023 de Isabel Díaz Ayuso para los colegios públicos prevé un aumento del 3,2% (27.912.712 euros de gasto total) y un recorte del 2,5% para los institutos públicos (de 65.476.497 euros en 2022, a 63.717.150 euros). Mientras, la presidenta anunció por sorpresa en febrero una subida del 15% del gasto para los centros concertados. “Si la Administración realmente quiere bajar la temperatura de los colegios, es necesario un plan de reforma general”, añade Rocha.

Cambios efectivos con poca inversión

Pablo Olalquiaga, vicedecano del Colegio de Arquitectos de Madrid (Coam), considera que ―aunque no existen “fórmulas mágicas”― la Comunidad de Madrid podría mejorar “la eficiencia energética de los centros entre un 30% y un 50%” con pequeños cambios y sin tener que desembolsar una gran suma dinero. Para los colegios ya construidos, por ejemplo, las medidas más efectivas, sin grandes reformas, serían incorporar vegetación y crear zonas de sombra. “El problema para la Administración es que eso requiere más mantenimiento [regar y cuidar las plantas o colocar cada año los toldos], algo que siempre les incomoda”, indica Olalquiaga.

Carmen Sánchez-Guevara es arquitecta y trabaja en proyectos para mitigar el impacto de calor en los edificios. Coincide con Olalquiaga en que hay pequeños cambios que marcan la diferencia: colocar ventiladores en el techo, que las ventanas tengan una apertura en la parte superior para que por la noche corra el aire, lonas triangulares sobre los patios “más duros”, instalar un gran número de fuentes, plantar árboles de hoja caduca o cubrir el techo de los centros, porque donde más calor se concentra es en las plantas superiores. “No son medidas complejas o que requieran una altísima inversión. Además, serían amortizables, porque mejoras energéticamente el centro y reduces a futuro el gasto en sistemas de climatización”, indica.

Dos operarios trabajan al sol frente al colegio público Francisco de Goya en el barrio de Puerta del Ángel (Madrid) el día 24.
Dos operarios trabajan al sol frente al colegio público Francisco de Goya en el barrio de Puerta del Ángel (Madrid) el día 24. Olmo Calvo

Ayuso anunció el lunes la puesta de marcha del llamado “Plan de Actuación ante Episodios de Altas Temperaturas”, en el que incluye la posibilidad de “adaptar” las clases en los colegios e institutos. Sánchez-Guevara cree que, si la propuesta pasa por reducir el horario escolar, “no tiene sentido”: “Es pensar que todos los niños viven en condiciones de climatización adecuadas, pero en muchos hogares, especialmente en la escuela pública, las familias tienen grandes dificultades para mantener sus viviendas frescas”.

El plan también anuncia una inversión de 1,5 millones de euros en “instalar unidades enfriadoras de suelo en 31 escuelas infantiles públicas” de las 262 que hay en la región, según datos de la consejería. Sara Sanz, 39 años, lleva a su hija a una de ellas, en Leganés, junto a otros 100 niños de entre 0 y 3 años. “Las únicas ‘medidas’ que hemos tenido hasta ahora eran poner mucha crema y ropa fresquita a los niños, colocar ventiladores pequeños por nuestra cuenta o que los padres les llevemos lo menos posible”, critica.

Un portavoz de la Consejería de Educación indica que “entre 2015 a 2022, la Comunidad de Madrid ha invertido 7,7 millones de euros en 329 actuaciones” vinculadas a atajar el impacto del calor, y que entre 2022 y 2024 tiene previsto invertir 37 millones de euros en 19 actuaciones más. “Los centros educativos disponen de fondos para poder llevar a cabo actuaciones que ayuden a afrontar los episodios de temperaturas extremas”, señala. Y entre esas actuaciones destaca “la colocación de sistemas de aislamiento térmico exterior en fachadas, modernización de sistemas de climatización, instalación de sistemas pasivos de protección contra el sol (toldos…) o la instalación de suelo radiante de agua fría”. La presidenta de Adimad lo considera una utopía: “¿Cuántos equipos de climatización puedo comprar con mi presupuesto? ¿Unos 10? ¿Y cómo decido en qué clases los pongo y a cuáles les dejo sin?”.

“Instalar sistemas activos de enfriamiento en los colegios, como aire acondicionado, es costoso y además incrementa la demanda energética”, explica Luis Tejero, técnico del Ayuntamiento de Madrid en el área de medio ambiente. Considera que es suficiente con intervenciones que refresquen el entorno del edificio y que “bajen tres o cuatro grados la temperatura”, pero que sistematizar eso es lento y que la principal barrera es la falta de coordinación entre administraciones. “Es la Comunidad de Madrid quien tiene las competencias para hacer inversiones para nuevas estructuras. El Ayuntamiento no puede poner nada nuevo, solo conservar lo que ya hay”. En 2017, el empleado municipal participó en un proyecto para reformar tres colegios de Madrid, incluidos los patios. La remodelación se llevó a cabo con éxito, pero desde entonces no se ha impulsado ni se prevé ninguna similar a gran escala en la región.

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Sobre la firma

Beatriz Olaizola
Es reportera en la sección de Madrid. Antes escribió reportajes para eldiario.es en el País Vasco, donde cubrió sucesos y temas sociales, políticos y culturales. También realizó prácticas en la Agencia EFE. Graduada en Periodismo por la Universidad del País Vasco y máster en Periodismo UAM- EL PAÍS.

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